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Viajes

Paisajes literarios

Julio Llamazares contrasta en ´Atlas de la España imaginaria´ los lugares reales con los de ficción, en la estela del Camilo José Cela del ´Viaje a la Alcarria´

La actriz mallorquina Rosa Serra, en la escalera, en una recreación contemporánea de ´Fuenteovejuna´.

Jauja, Fuenteovejuna o Babia son lugares como cualesquiera otros, pero sus nombres nos evocan episodios literarios o se adentran en la tradición popular por algún detalle característico. Es oír Jauja y nos imaginamos los ríos de leche y miel del paso de Lope de Rueda; Barataria -Alcalá de Ebro en los mapas- es Sancho Panza y su ínsula, y las dificultades que un rudo campesino tiene ante las cuestiones de Estado cuando los habitantes del lugar no se conducen con la buena fe de aquel en quien han delegado su gobierno; estar en Babia es estar retirado del mundanal ruido, como lo estaban los reyes leoneses que se iban a esta comarca a cazar y, quizá, a reflexionar sobre los asuntos del reino; Fuenteovejuna es Lope de Vega, aunque el suceso al que se refiere su obra sucediera mucho antes del nacimiento del Fénix de los Ingenios; irse por los cerros de Úbeda, perderse en Las Batuecas o estar entre Pinto y Valdemoro, son otras tantas maneras, dentro del acervo popular, de desviarse o no decidirse.

Julio Llamazares visitó estos lugares y fue hablando de ellos en el Magazine que los domingos distribuye DIARIO de MALLORCA. Ahora, el editor Diego Moreno, con el indudable buen gusto y saber hacer que caracteriza a Nórdica, se ha encargado de sacar el material reunido en un libro de sugerente título: Atlas de la España imaginaria. Un libro, además, hermosamente ilustrado y que cuenta con las fotografías de José Manuel Navia que acompañaron a los textos en su publicación original.

Julio Llamazares, vagamundo vocacional y de sabor antiguo, ha construido gran parte de su obra viajando pausadamente y contándonos con naturalidad lo que ha visto: El río del olvido, Trás-os-Montes o Cuaderno del Duero son buenos ejemplos de ello. Este autor sabe muy bien que no es un error la lentitud, que de vez en cuando hay que decirle al mundo "espera, que yo voy a pararme a mirar un rato", y por eso en su escritura está presente la condensación de una tradición muy española, que viene de los clásicos pero aprende a decir definitivamente con esa generación del 98 que redescubrió el paisaje. Ni la demora de Azorín, ni el nervio de Baroja, ni el sentir reflexivo de Antonio Machado le son ajenos, y, sin embargo, si hay un antecedente más próximo es el Camilo José Cela de Viaje a la Alcarria.

"Para detener lo fugaz, lo instantáneo, hay que fijar la vista en una cosa, mejor cuanto más efímera: una nube que cruza el horizonte, un perro que se aleja, un periódico llevado por el viento, y grabarla en la memoria para poder algún día rescatar a través de ella ese momento", así nos decía Julio Llamazares en Escenas de cine mudo que conviene mirar el mundo. Y así lo mira en este delicioso libro, en el que pone en contraste los lugares imaginados por la literatura y la tradición -con sus leyendas de raigambre histórica- y los confirmados por la realidad del viaje. Una realidad más prosaica, sin duda, pero igualmente evocadora al estar descrita por un maestro del sentido común y el buen hacer literario.

JULIO LLAMAZARES

Atlas de la España imaginaria

Fotografías de José Manuel Navia

Ilustraciones de David de las Heras

NÓRDICA, 103 PÁGINAS, 19,50 €

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