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Cine

Bel canto en bel-los fotogramas

Como las diferencias entre cada disciplina del arte, y entre géneros dentro de cada uno, no son estancas del todo, el cine y la ópera cruzan caminos con cierta regularidad, ya sea por temas, personajes o música

Versión de Joel Schumacher de ´El fantasma de la ópera´.

La siguiente selección/exposición es muy abierta y heterodoxa, directa e indirecta.

El fantasma de la ópera. La obra más paradójica, y paradigma de los préstamos y las flexibles fronteras entre géneros. Nació como una novela (Gaston Leroux, 1910) con la ópera como telón de fondo. Su temática tiene tanta garra (el rencor, la injusticia, la marginación de los desgraciados físicamente) que inmediatamente ha dado pie a películas, obras de teatro y musicales, que vienen a ser casi óperas, como el de Andrew Lloyd Webber. Y de este musical, segundo rizo, se hizo una película reciente (Joel Schumacher, 2005).

Entre las adaptaciones directas de la novela, curiosamente la mejor adaptación es la segunda incursión, la película muda dirigida y protagonizada en 1925 por Lon Chaney. Hay adaptaciones más libres (El fantasma del paraíso, Brian de Palma, 1974) y hasta de Paul Naschy (El aullido del diablo, 1987). El italiano, catalogado como cine gótico, Dario Argento hizo también una versión fiel, flojita (1998); pero anteriormente Ópera (1991, protagonizada por Cristina Marsillach) tiene temática parecida y logra escarrufar tanto como la obra de Leroux.

Una noche en la ópera (Sam Wood, 1935). Allá donde iban los hermanos Marx la liaban parda. Ya fuera en una mitificada ciudad marroquí, un hipódromo, el circo, el 'salvaje' Oeste o, como en este caso, culebreando en las plateas y tramoyas de un teatro musical. El filme incluye momentos antológicos como la escena del camarote, o la negociación de un contrato ("La parte contratante de la primera parte...")

Adiós a mi concubina (Chen Kaige, 1993). Historia enclaustrada en las bambalinas de la ópera china en los años 20 del siglo pasado. Aunque el guión abusa un poco del melodrama esta película, sobre todo su primera hora, es magistral. La fotografía, la ambientación, las actuaciones y la música mantienen toda su fuerza dos décadas después,

Fitzcarraldo (Werner Herzog, 1982). A Herzog le fascina la ópera (ha dirigido una veintena de espectáculos en las plazas más prestigiosas) y por eso era inevitable que dramatizara la vida de uno de los quijotes que también le obsesionan. La historia del indiano empeñado en montar una ópera en medio de la selva se mantiene (a pesar del polémico rodaje) como una de las obras más intensas y personales del realizador.

El padrino III (Francis F. Coppola, 1990). Coppola, por sus genes italianos, también es un fanático de los espectáculos operísticos. Su homenaje lo aporta en el desenlace de esta película, cerrando en alto la trilogía de los Corleone.

M. Butterfly (David Cronenberg, 1993). Otra vez la ópera como fondo, adaptando otra vez una historia que se remonta un siglo atrás. Esta vez la acción transcurre en Pekin en los años 60, con un diplomático francés enamorándose y desengañándose con una intérprete oriental. El actor Jeremy Irons salva la película.

Como entrado el siglo XX los musicales adquirieron, por complejidad de libreto, partitura y puesta en escena, rango equivalente a ópera, aquí van algunos ejemplos relevantes (por calidad o éxito) de adaptaciones a la gran pantalla :

Tommy (Ken Russell, 1975). Este musical recibió la etiqueta 'opera rock' por la banda sonora del grupo The Who. La película sufre el paso de tiempo, como otras películas de Ken Russell, aunque mantiene su interés para los más aficionados al cine musical.

Jesucristo Superstar (Norman Jewison, 1973). Película más pasadita aún que la anterior, pero mentable por el revuelo que armó. La banda sonora adaptada al español (Camilo Sesto, Teddy Bautista, Ángela Carrasco) fue tan superventas como la película.

West Side Story (Robert Wise, Jerome Robbins, 1961). Novela de Arthur Laurents trasladando Romeo y Julieta a los bajos fondos de Nueva York fue convertida primero en musical y, tras el éxito de este, al cine. El sólido director Robert Wise, con la ayuda del coreógrafo Jerome Robbins y la actriz Natalie Wood, logró uno de sus mejores obras.

Este repaso confirma que mientras la ópera clásica mantenga el interés del público (fíjense en el éxito, en relevantes multicines, de los pases de representaciones filmadas) seguirá despertando el de guionistas y novelistas. En paralelo la adaptación de musicales, cuasi óperas, es otro género que también sigue vivo y ofreciendo buenas películas con dosificada regularidad.

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