Diario de Mallorca

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Narrativa

La sombra del ruiseñor

´Ve y pon un centinela´, secuela del gran éxito de Harper Lee, fallecida el viernes

Adaptación cinematográfica de ´Matar a un ruiseñor´.

Durante la primavera pasada y los primeros días del verano hubo un pequeño tsunami que alteró la placidez del mundillo de las letras. Me refiero a la expectación que causó la inminencia de la publicación del libro de Harper Lee (Alabama, 1926-2016) Ve y pon un centinela (Harper Collins, 2015). Ya lo sabe el perspicaz lector: un interés fundado en saber si se trataba, en realidad, de una segunda parte de Matar a un ruiseñor, de la edición de unos textos que se expurgaron del manuscrito original publicado en 1960, o una pura invención creada y urdida por los linces de la industria editorial para hacer un buen negocio y colmar, al tiempo, la curiosidad de los lectores que disfrutaron con aquella estupenda historia de los hermanos Jem y Scout y de su impecable y modélico padre, el abogado Atticus Finch. El hecho de que Harper Lee -como Salinger y algún que otro misterioso autor americano- no volviese jamás a escribir otra novela desde aquel enorme éxito inicial, contribuyó, sin duda, al revuelo que causó la prolongación de aquel relato que, además, había conocido una esplendida versión cinematográfica de la mano de Robert Mulligan en 1962.

A estas alturas, con Ve y pon un centinela en los expositores de todas las librerías, la expectación se ha diluido, el enigma de su origen continua sin aclarar y el silencio, o más bien la indiferencia, se ha cernido sobre esta novela cuyo futuro no parece estar a la altura de Matar a un ruiseñor, ni a la hora de instalarse como un clásico en la historia de las letras, ni en la oportunidad de convertirse en un producto rentable en la larga duración.

Ve y pon un centinela es, para este cronista, un libro decepcionante. No porque sea una mala novela o carezca de interés, sino porque no puede resistir, tal y como pretendieron sus editores, la dependencia con el original. Desde esta inevitable perspectiva, no queda nada del universo y la temática primigenia. La sencilla y emotiva recreación del mundo de la infancia y sus misterios, la intensa pintura del espacio rural sureño en el pueblecito de Maycomb, sumido en los densos veranos, la poderosa figura paterna de Atticus, el guardián, el centinela, de la intachable moral y la rectitud, como claves del cuento, han desaparecido, para dar paso a un explicación racional de los hechos que elimina la carga poética y sugerente del relato inicial. Esta nueva entrega se nos antoja como una suerte de extensa nota a pie de página aclaratoria, una especie de jarro de agua fría, que hiela el ánimo del lector y le conduce al territorio distinto de una novela de tesis. El regreso de Scout, convertida en Jean Louise, a Maicomb, veinte años después de los sucesos acaecidos en Matar a un ruiseñor, para despertar del sueño de la infancia y revelar la complejidad social de ese lugar de Alabama, durante los años de los grandes problemas raciales, el peso del pensamiento reaccionario en Atticus, convertido en un anciano condescendiente y conformista, puede que posea un notable interés político y que, despejados los prejuicios del lector, otorguen entidad literaria a esta segunda parte, que, habida cuenta de la expectación creada, ha sido proyectada con meticulosa precisión para tratar de evitar comentarios como los que vierte este cronista nostálgico, a quien nadie ni nada -excepto su maldita curiosidad- obligó a comprar este libro. Y la curiosidad, ya se sabe, mató al gato; al gato que acechaba la sombra del ruiseñor. Por la misma razón podría comprar una segunda parte de Moby Dick si al señor Melville le hubiese dado por contarnos la infancia del capitán Acab antes de la ballena: cuando era un niño que amaba a los delfines y les echaba miguitas de pan a las orillas de la bahía de Natkunen. Puro vicio de lector.

HARPER LEE

Ve y pon un centinela

HARLEQUÍN, 304 PÁGINAS, 19,90 €

Vés i aposta un sentinella

EDICIONS 62, 304 PÁGINAS, 19,90 €

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