Diario de Mallorca

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Narrativa

Incombustible Donna Leon

´Las aguas de la eterna juventud´, una nueva entrega del comisario Guido Brunetti

Donna Leon, en su reciente visita a Barcelona para recoger el Premio Pepe Carvalho.

Donna Leon (Nueva Jersey, 1942) es un referente de la novela negra a nivel mundial, publicada en treinta y cinco países, traducida a veintitrés idiomas y con más de veinte millones de lectores. Esa es la razón por la que, el pasado jueves 4, se le entregó en Barcelona el XI Premio Pepe Carvalho. Un galardón que reconoce toda una carrera literaria en la ficción criminal y que se suma a otros nombres del panorama mundial como Henning Mankell, P.D. James, Ian Rankin, Andrea Camilleri, Maj Sjöwall, Petros Markaris, Michael Connelly y a los españoles Francisco González Ledesma, Andreu Martín y Alicia Giménez Bartlett.

Su obra se ha centrado en la saga del comisario Guido Brunetti, con Venecia como telón de fondo. Saga que ha sido llevada a la televisión por una productora alemana y que se ha proyectado hasta hace poco en nuestras cadenas. Aquí hay que recordar ­-pues Donna Leon no se cansa de repetir- que la serie televisiva tiene poco que ver con sus novelas. La razón se encuentra en que la autora, al igual que James Elroy y otros escritores a los que han trasladado sus novelas al celuloide o a las series televisivas, han cedido los derechos a guionistas especializados, en el caso que nos ocupa son alemanes. De ahí que Donna note la versión televisiva como muy germanizada, poco latina. Donde más se destaca esto es en los gestos, pues son personajes más fríos, alejados del italiano medio.

Como sabemos, Donna Leon estudió en Italia y fue profesora en escuelas de Europa y Asia (Irán, China y Arabia Saudí). Es admiradora de Henry James, Jane Austen, Dickens, Shakespeare, pasión que ha trasladado al personaje de Paola, esposa de Brunetti y alter ego de la autora. Creó al comisario Guido Brunetti con las características de la novela negra mediterránea, cuya paternidad la encontramos en los franceses del neopolar, en Leonardo Sciascia y en Manuel Vázquez Montalbán. En los que el amor por la buena mesa, el carácter latino apasionado y el dolor por un país, por su tierra, estarán siempre presentes. A los que se une el marco de una ciudad como microcosmos del mundo.

Para conmemorar este reconocimiento, la editorial Seix Barral ha colocado en las librerías la vigésimo quinta aventura de Brunetti, Las aguas de la eterna juventud. En ella veremos al comisario con su habitual cinismo, sus breves coqueteos con la indignación, pero que siempre es vencida por su innato sentido común, y suma a su terquedad los encogimientos de hombros y suspiros. Le acompañarán sus eternos secundarios: su esposa Paola, perteneciente a la aristocracia veneciana e hija del mayo del 68; sus hijos Raffi y Chiara; el jefe de policía, el vicequestore Patta, al que le guían más los intereses políticos que los resultados policiales y que sigue sin abandonar ese aire de bufón egoísta de anteriores entregas; el eficaz sargento Vianello; el burócrata del teniente Scarpa; la eficiente signorina Eletta y, en esta ocasión, nos presenta un personaje nuevo, la comisaria Griffoni.

El escenario será Venecia, la ciudad tal y como la ve Donna Leon: un gigantesco mercado ambulante que amenaza con destruirla y deshabitarla, por los enormes alquileres que impone a sus ciudadanos y que les obliga a abandonarla -aprovecha en la novela a plantear su propia solución, que pasa por apartamentos de alquileres baratos para las parejas jóvenes-. Eso no le impide recrearse con sus lugares más emblemáticos: San Lorenzo, el Gran Canal, los vaporettos, el Rio della due Torri y un pequeño bar al lado del Ponte dei Greci, donde sus personajes aún siguen tomando café a un euro.

En este vigésimo quinto caso de Brunetti, el comisario se verá obligado a desenterrar un caso archivado y olvidado en los canales de la ciudad: las agresiones e intento de homicidio de Manuela, nieta de la condesa Demetriana Londo Continui. Lo que le hace retrotraerse quince años en la historia de la ciudad y sus vecinos. Esa inmersión no le despista de enlazar la acción con problemas actuales de Europa y de Italia, desde la inmigración a los conflictos norte-sur en el país vecino, pasando por las jeringuillas que los basureros de Venecia encuentran todas las mañanas esparcidas por doquier o esas reflexiones sobre que la televisión provoca más daño al cerebro que el alcohol o sus análisis de las leyes de mentirijillas, las que nadie respeta ni nadie obliga a cumplir.

DONNA LEON

Las aguas de la eterna juventud

Traducción de María Figueroa Evans

SEIX BARRAL, 334 PÁGINAS, 18,50€

Les aigües de l´eterna joventut

Traducción de Núria Parés Sellarés

EDICIONS 62, 336 PÁGINAS, 18,50€

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