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Cine

El color de los Oscars

Los actores afroamericanos han puesto el grito en el cielo. Basta de discriminación en la selección de candidaturas. La queja, que aparentemente ha surtido efecto, muestra tics arcaicos en los dirigentes del certamen. Las causas son obvias; su corrección, ¿utópica?

Denzel Washington y Halle Berry, galardonados en 2002.

Hace dos años los afroamericanos se frotaron los ojos: 12 años de esclavitud (dirigida por el afrobritánico Steve McQueen) obtuvo tres Oscars pata negra. En esa misma edición, Django desencadenado (dirigida por el italonorteamericano Quentin Tarantino, pero sobre el tema de la esclavitud), obtuvo dos Oscars importantes.

El año pasado, ninguna nominación a películas sobre o con afroamericanos. Este año ídem de ídem. Lo que parecía un cambio de tendencia, adaptación al siglo XXI y la presidencia de Obama, resultó ser un espejismo. O un señuelo.

Los afectados han puesto el grito en el cielo. Y la lupa sobre algo que se sabía pero apenas había preocupado hasta ahora, la composición de los miembros que forman la Academia del Cine estadounidense.

Según un estudio del diario Los Angeles Times (en 2012), de 5.800 miembros el 94% son de raza ´caucásica´ (eufemismo de blancos), 77% hombres, 86% mayores de 60 años, con una media de 62.

El sistema de voto, muy resumido, consiste en que los productores presentan sus películas a la votación (cumpliendo una serie de formalismos). A continuación los miembros de cada gremio (directores, actores, etc.) votan por sistema de segunda vuelta instantánea. Los que obtienen más votos resultan finalistas. En la elección final, la que da el premio, todos votan en todas las categorías que les apetezca.

La marginación de los profesionales de piel oscura arranca desde el inicio. La de las mujeres se enmascara por las dos categorías de interpretaciones en las que luchan por libre. Cuando compiten con los hombres (mejor película, mejor director, mejor guión, etc), los resultados vuelven a mostrar el sesgo machista. Salvo excepciones como Kathryn Bigelow en 2008, Oscar a mejor película y dirección por En tierra hostil -sobre un tema muy viril como el de los artificieros bélicos, qué casualidad-.

Las mujeres llevan años denunciando, más que los agravios en los premios, la desproporción en casi todas las especialidades profesionales que intervienen en un filme. El más sangrante, en los intérpretes, la proporción entre papeles masculinos y femeninos es, de media, 5 a 1. Es un círculo vicioso: los productores (en su mayoría hombres) compran más guiones escritos por hombres o con presencia mayoritaria de papeles masculinos. Igual ocurre con argumentos con o sobre afroamericanos, salvo que sean ineludiblemente atractivos (la esclavitud del siglo XIX o la vida de Martin Luther King en la reciente Selma).

Removido el avispero, los pobres abueletes blancos siguen recibiendo picotazos. El siguiente, del actor mejicano Demian Bichir (Los odiosos ocho). ¿Por qué sólo mujeres y afroamericanos? ¿Y los latinos afincados en Estados Unidos? Pide, con razón, diversidad. La que se aprecia en la sociedad americana, en los patios de butacas de los cines cuyos beneficios adivinen a quien van a parar.

No acaba ahí la cosa. En las nominaciones de los premios Razzie de este año (los llamados ´antioscars´), tampoco encontramos ninguna película o intérprete afroamericano, y muy pocas mujeres (excepto en su nicho). ¿La Academia de los Razzies también es un geriátrico lavado con lejía? ¿Casualidad? ¿Miedo a la ira de los guardianes de la corrección política?

Y, para colmo, una cadena de televisión prepara un especial televisivo sobre Michael Jackson. Los productores han propuesto para interpretar al difunto cantante a Joseph Fiennes (Shakespeare in Love). Otro fustigazo más a los de tez oscura. ¿Retrocedemos a los tiempos de Al Jolson en The Jazz Singer?

El caso es que de un corralito, la industria del entretenimiento se está tornando el camarote de los hermanos Marx. Por cierto, muchos académicos sensibles -si es que existe alguno, parafraseando a Stevenson- deberían aplicarse lo de no entrar en un club que les acepte como socios.

Resumiendo, sin bromas. Los promotores de los Oscars prometen medidas para mejorar gradualmente la presencia de mujeres y otras etnias. Se ponen como (primer) horizonte 2020. Se agradece el paso. ¿Se cumplirá? Ese anuncio me recuerda demasiado a las medidas del buen gobierno corporativo (en España y en el mundo) para que los consejos de dirección de las empresas incluyan más mujeres. ¿Cuantas empresas cumplen realmente esas recomendaciones que prometieron cumplir? El cine es un negocio, los Oscars generan mucho dinero a los agraciados. Y ya sabemos que el poderoso caballero es especialmente selectivo con razas y colores. Ojalá me equivoque.

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