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Comercio histórico

Cierra Llinàs, donde se calzó la mujer de Dalí

La espardenyeria que abrió en 1927 Gaspar Llinàs en la calle Sant Miquel dejará de despachar el 1 de mayo

Cierra Llinàs, donde se calzó la mujer de Dalí L.D.

Una nueva muesca en Sant Miquel. El 1 de mayo ya no se trabajará en la Espardenyeria Llinàs. Abierta en 1927 por Gaspar Llinàs, le va a tocar a su nieta, Margalida Guilabert, echar el cierre. "Me da pena. Tengo disgusto porque son muchos los clientes que al contarles me preguntan, 'y ahora adónde iremos'; es la frase", subraya su propietaria. Ella lleva toda su vida en este establecimiento que un buen día atendió a Gala, la mujer de Dalí, y el mismo lugar al que se acercó el duque de Windsor sin que ni la madre de Margalida, Lluïsa, ni su tía Joana se apercibieran de quién era aquel aristócrata inglés.

Varios factores, entre ellos la nueva ley de arrendamientos que convierte el pago del alquiler en una cruz cada mes y el habar alcanzado la jubilación, han convencido a su propietaria a echar el cierre. En su lugar se abrirá una franquicia de bolsos. La calle más comercial de la ciudad es la más codiciada por las franquicias, que pueden permitirse con más facilidad pagar los elevados alquileres.

Desde sa Pobla

Los Llinàs, procedentes de sa Pobla, donde se les conoce por el apodo de cas Tresorer, se instalaron en la calle Sant Miquel en Palma aún antes de abrir la alpargatería. Sería el padre de Gaspar el que montó un negocio de venta de aceite que compraba en distintos pueblos de Mallorca. En la estrecha finca vivió la familia hasta que el hijo Gaspar, mecánico herrero de la naviera mallorquina quiso probar suerte en el negocio de las alpargatas pero sería su mujer, Catalina Socías y sus tres hijas las que despacharían. Con los años, las nietas Margalida y Lina Guilabert Llinàs continuarían el negocio. Ambas se criaron viendo cómo la abuela teñía la rafia, o una de sus tías, Selena, la italiana, pintaba con esmero las castañuelas. Hoy Margalida se va encontrando alguna que otra sorpresa, papeles, o los zapatos de rafia de Madagascar pintados en Pollença, y que ella donaría si hubiera un museo del calzado pero que acabará guardando en su casa como objeto decorativo.

Sant Miquel perderá otro comercio con historia y en su lugar se abrirá una franquicia. L. D.

El local aún mantiene la huella del tiempo porque aún habiendo ampliado su espacio, no ha tocado su estructura casi nada. En la entrada se ve la huella de los carros y las vigas mantienen en color azul que se daba como protector con azulete. En una caja de cartón Margalida ya ha ordenado ejemplares de sus lecturas infantiles, Mary noticias, con dibujos de Carmen Barbarà; o Florista, o el Cosaco verde y Capitán Trueno, o los ejemplares de la colección Azucena. "Es un viaje en el tiempo. ¡No es fácil, es un sabor agridulce!", confiesa.

Hasta el cierre, va liquidando género a muy buenos precios, pero no son saldos. Despachan Emilia Garrido, que suma casi 40 años en la empresa, y Aurora Maestre, 12. Aún no saben qué van a hacer. A Margalida le apena, "mucho", tener que cerrar. "Somos un negocio modesto, para gente modesta, y Palma se está poniendo muy cara", reitera.

Ella es una mujer inquieta. Le gusta viajar, cantar y tocar la guitarra. "No creo que me aburra, pero no sé aún no he pensado nada. De momento aquí seguimos hasta el 30 de abril. El 1 de mayo cerraremos".

No se irán sin hacer una fiesta. "¡Son muchos años!" Por once, no alcanzan el centenario. "¡No puedo esperar más!".

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