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Churchill

San Winston de la Cámara de los Comunes

Boris Johnson, alcalde de Londres, compone una hagiografía muy bien escrita del ex primer ministro británico y Premio Nobel de Literatura

San Winston de la Cámara de los Comunes

Boris Johnson (Nueva York, Estados Unidos, 1964) tiene dos trabajos: gobierna la ciudad de Londres y escribe que es una delicia. Como alcalde de la capital del Reino Unido tiene lo suyo. Coordina desde su despacho a más de una treintena de concejos, unos encima de los otros, cada uno de su padre y de su madre. Johnson es conservador. Mucho, dicen sus críticos, pero eso al primer alcalde de Gran Bretaña no le termina de gustar. Johnson se mira en el espejo y ve a un señor de orden como son de orden los señores británicos. Pero todo esto ahora da igual. Lo importante es su último libro: El factor Churchill, la hagiografía del ex primer ministro inglés que venció a los nazis en la Segunda Guerra Mundial y a los imperialistas alemanes en la Primera, "el hombre que cambió el rumbo de la historia", que reza el subtítulo de la última publicación de Johnson.

Y se queda tan ancho.

Johnson dedica cada de una las 471 páginas de su libro -incluidos índices y agradecimientos- a explicar que Winston Churchill siendo militar, fue valiente; siendo periodista, inigualable; como historiador, intachable€ y, claro, un poco fanfarrón, pero es normal. Un tipo tan pluscuamperfecto como el político inglés no se va a andar con paños calientes. Era un egocéntrico sin aristas, pero, bah, vamos a perdonárselo: él, que era grande, hizo grande a su país. Arsa.

Winston Churchill ganó por primera vez unas elecciones en 1900. Poco antes de morir, en 1964, renunció a su escaño por Woodford Green, en Londres. Entre medias, fue secretario de Colonias, ministro de Municiones, lord del Almirantazgo y primer ministro en dos ocasiones. Un currículo de esos inigualables al que hay que sumar, por ejemplo, el Premio Nobel de Literatura en 1953. Johnson dice que todo lo hizo superbién. Incluso lo de cambiar de chaqueta: fue conservador, luego liberal y, al final conservador. Dice, por ejemplo, "era radical precisamente por ser conservador. Sabía lo que saben todos los Tory inteligentes: el único modo de que las cosas queden igual es conseguir que cambien" (p. 190). Arsa de nuevo. Entre los méritos de Churchill como gobernante está la represión de los estibadores a tiro limpio, también que manifestara su deseo de "ametrallar al Sinn Fein" o que calificara a los comunistas de débiles mentales€ "Juntemos todo esto y preguntémonos: lo que dice este hombre ¿es propio de un liberal izquierdista pusilánime? ¿Echar el cierre de la BBC? ¿Liarse a tiros con los estibadores en huelga porque estaban alborotándose y rompiendo cosas? En algunos aspectos, Churchill suena como un tipo que se ha pasado de copas en el bar de un club de golf. Y, sin embargo, es el mismo Churchill que promovió las leyes más progresivas de los últimos dos siglos. Junto con Lloyd George, merece el título de Padre del Estado de Bienestar" (p.179). Johnson lo perdona todo. A fin de cuentas fue el creador de los subsidios de desempleo€ Todo por el pueblo, pero sin el pueblo. "Churchill lo tenía todo: una energía fenomenal, una memoria prodigiosa, una penetrante mente analítica y una despiadada capacidad periodística para ordenar sus datos y situar los más importantes en primer lugar. También poseía en el cerebro ese zigzagueante fogonazo del rayo que aporta la creatividad" (p.231). ¡¡Uau!!

Johnson es como el que lleva el avituallamiento al rey de la montaña y se pierde en alabanzas. Por ejemplo: dice que el prócer británico convenció a los Estados Unidos para que entraran en la Segunda Guerra Mundial. Pero no sólo eso. También dice que Churchill es uno de los fundadores de la idea de la Unión Europea. Y, claro, ahí se pasa el alcalde de Londres. Parece claro que fue el hundimiento de la flota del Pacífico de los Estados Unidos lo que terminó de convencer al Gobierno de Roosevelt de que debían entrar en la guerra. Respecto de lo de la Unión Europea, el alcalde de la capital del Reino Unido escribe sin asomo de complejo: "Había sido idea suya la de unir a esos países, vinculándolos tan estrechamente que no pudieran hacerse la guerra nunca más". Bah. Los Tratados de Roma son de 1957 y el Reino Unido no entró en el antiguo Mercado Común hasta 1973, nueve años después de la muerte de Churchill. Se da la circunstancia de que en 1957 gobernaba el país, precisamente, el prócer sometido a adoración en El factor Churchill.

Le pierde a Johnson el forofismo, qué le vamos a hacer, pero da gloria leerlo, sobre todo, cuando admite los pecados del político hagiografiado: la batalla de Galípoli, sus deseos eugenésicos o su rechazo a que las profesoras cobren lo mismo que los profesores porque "también es cierto que si le aplicamos los criterios actuales era un cerdo machista". Un cerdo machista que fue muy grande, pero no tanto como dice su devoto escribano. Y, pese a todo, merece mucho la pena leer su ensayo. Me lo pasé pipa.

BORIS JOHNSON

El factor Churchill

Traducción de Ramón Buenaventura

ALIANZA, 471 PÁGINAS, 22 €

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