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Narrativa

Despidos a la carta

Está usted muerto. La verdad es que con tres palabras se puede despedir a una persona de la vida. O de lo que es lo mismo: del trabajo al que, en muchas ocasiones, se le entregó el alma

Kevin Spacey, en el centro, en ´Margin Call´, del realizador J. C. Chandor.

Esa ocupación, oficio, profesión o puesto laboral por el que se renuncia a la familia, a la felicidad, a los sueños rebeldes. El trabajo como esclavitud o como droga, cuyas víctimas y fidelidad no fueron tenidas en cuenta por la mayoría de las empresas. Los trabajadores son números primos, ceros a la izquierda, guarismos en difícil equilibrio entre pérdidas y beneficios. La literatura desde Kafka se ha ocupado de la oscura supervivencia laboral de la que una mañana se despierta transformado en cucaracha. Lo mismo que del trabajo como espectáculo, eficazmente dibujado en negro por Isaac Rosa en La mano invisible. También el cine, desde Metrópolis de Fritz Lang hasta The Company Man de John Wells y el deshumanizado comienzo de Margin Call de J. C. Chandor (a cuyo personaje inicial le cortan el móvil y lo acompaña un guardia de seguridad minutos después de ser cesado) ha reflejado la crudeza del desahucio laboral. Ese momento en el que a una persona se la despide de su identidad, de su autoestima y del futuro. La fría y ejecutora labor de los profesionales de RRHH. El perfil protagonista pero en re menor de Saludos cordiales de Andrea Bajani, traducida por Carlos Gumpert.

Una novela en la que el escritor italiano narra con humor negro y cierta ternura encubierta, sazonada de una crítica social que no termina de profundizar, la existencia de un mediocre empleado que, tras la marcha de la empresa del todopoderoso director de ventas, se hace cargo de uno de sus cometidos: escribir las cartas de despido, supuestamente humanas e inspiradoras, a sus compañeros, quienes por los pasillos le llaman el Matarife. Una labor por la que, en cambio, recibe los elogios de la dirección. Sus cartas amabilísimas, enfocadas a paliar el golpe, a inspirar la posibilidad de un futuro, también encierran una refinada brutalidad: "Gracias por la fidelidad, entrega y entusiasmo de más de treinta años. No le olvidaremos. Pero piense que ahora por fin podrá hacer lo que quiera, le espera una vida maravillosa fuera de la empresa. Saludos cordiales".

En el lanzamiento español de la novela, Bajani explicó que hace unos años trabajaba en una agencia de comunicación, y un día su jefe le pidió que escribiera una carta de despido para otra persona, ya que él era escritor y eso le convertía en alguien apto para decir algo tan grueso con buenas palabras. Le dolió tener que hacerlo, y le pareció que eso prostituía algo tan noble y tan bello como la literatura. Pero lo hizo, claro. Y así nació el germen de esta historia. Reconoce Bajani que, en una época de emoción y exaltación publicitaria, donde cuentan más las palabras de sentimientos bien dichas que los propios sentimientos, las palabras pueden matar y salvarte la vida. Ese es también el trasfondo de la historia en el que el Matarife sustituye la vida de su jefe, caído en desgracia y gravemente enfermo, haciéndose cargo en una paternidad de emergencia de sus dos hijos con una inusitada humanidad repleta de juegos imaginativos con los que descubre el valor cotidiano de los pequeños rituales familiares y los instantes de felicidad. Pero sobre todo descubre la inocencia y la fuerza del lenguaje no manipulado, cuyos significados no son una trampa ni un instrumento de poder. Una lección moral de esta novela que disecciona la estilizada miseria moral de las empresas que ocultan sus beneficios y su discurso laboral en una falta de reconocimiento al capital humano. Ese término convertido por el discurso empresarial en un eslogan publicitario. El mismo que derrumba el final de la historia que otorga sentido a esta novela beckettiana acerca de lo absurdo del mundo material, de la vida entregada a no se sabe qué y sin saber qué se espera de ella.

ANDREA BAJANI

Saludos cordiales

Traducción de Carlos Gumpert

SIRUELA, 120 PÁGINAS, 14 €

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