Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Tinta fresca

El arte entre ruinas

Belleza y horror caminan juntos en ´Leningrado, asedio y sinfonía´

El comienzo es irresistible y resume de forma magistral lo que nos espera en las páginas siguientes:

"No ha vuelto a haber otra interpretación que pueda comparársele. Dios quiera que jamás la haya. Los cañones alemanes estaban a menos de once kilómetros de la Sala Filarmónica en el momento en que la Séptima Sinfonía de Dmitri Dmítrievich Shostakóvich se interpretaba por primera vez en la ciudad a la que había sido dedicada a última hora de la tarde del domingo 9 de agosto de 1942. Leningrado estaba sitiada desde que los alemanes cortaron la última ruta terrestre de salida de la ciudad, el 14 de septiembre de 1941".

Leningrado, asedio y sinfonía. Así se titula este libro sobrecogedor en el que la belleza y el horror caminan juntos por uno de los episodios más horrendos de la II Guerra Mundial. Brian Moynahan, uno de esos periodistas que hacen de su profesión el mejor oficio del mundo, relata, con un portentoso sentido del ritmo narrativo y una capacidad admirable para arropar su historia con la documentación justa para hacerla necesaria, y no superficialmente acumulativa, una crónica monumental de la historia de una ciudad castigada hasta extremos inimaginables. En la década de los años 20 y principios de los 30 había vivido momentos de gran esplendor cultural pero, a partir de 1934, Stalin sometió a la ciudad a unas purgas salvajes contra colaboradores, militares e intelectuales. Desangrada por la bestia estalinista, Leningrado no podía imaginar que un horror si cabe aún más devastador llegaría con la invasión del monstruo nazi. Sitiada por las tropas hitlerianas, la ciudad vivió unos meses atroces de hambre (con episodios de canibalismo), frío (-28 grados) y combates sin tregua.

Y entre tanta destrucción, un hombre, un artista, intentaba crear belleza. La obra era la Séptima Sinfonía y el autor se llamaba Dimitri Shostakóvich. Finalmente, el 9 de agosto de 1942 , la Sinfonía pudo escucharse en Leningrado. El director Karl Eliasberg tenía a sus órdenes a unos músicos rescatados del frente y de las bandas militares, puesto que sólo veinte de los cien intérpretes de la orquesta original habían sobrevivido. Músicos agotados ante un público igualmente extenuado, con la memoria desangrada por tanto sufrimiento y con el cuerpo al límite de sus fuerzas. Ese estreno épico y emotivo, retransmitido por radio a los soldados del frente y a los aliados que combatían en todo el mundo contra la fiera nazi, se convirtió en un concierto al que la historia reserva un espacio único que va más allá de lo meramente musical.

Su autor había abandonado en avión la ciudad meses antes rumbo a Moscú en compañía de su esposa, de sus dos hijos pequeños y de los dos primeros movimientos de la sinfonía. Desde allí partieron hacia el este, hasta Kúibyshev, a orillas del Volga. Cuando terminó la obra, la Sinfonía Leningrado se interpretó con gran éxito en Rusia, Londres y Nueva York. Pero lo importante era que sonara en la ciudad que la vio nacer. "Fue el réquiem de Shostakóvich a una noble ciudad acosada por los dos grandes monstruos del siglo", concluye el autor.

BRIAN MOYNAHAN

Leningrado, asedio y sinfonía

GALAXIA GUTENBERG, 540 PÁGINAS, 24,90 €

Compartir el artículo

stats