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Música

Dos por uno

Espectacular inicio de temporada en el Palau de les Arts de Valencia con ´Silla´ y el ´Macbeth´ de Verdi

Representación de ´Macbeth´ en el Palau de les Arts.

No era nada fácil poner en marcha la nueva temporada lírica del Palau de les Arts de Valencia. A los escándalos de años pasados se sumaba el cambio político y la consiguiente incertidumbre ante un proyecto en el que las luces han sido imponentes y que merece seguir adelante con garantías de calidad y excelencia. La superación de ciertas turbulencias del pasado, la contención del presupuesto y una gestión transparente han de ser metas que deben ir paralelas a un trabajo artístico que no puede decaer en su afán de calidad. Por eso llama especialmente la atención este espectacular primer tramo de la temporada en el que el teatro valenciano ofrece intercalados dos títulos en el mismo periodo. La nueva dirección artística de Davide Livermore es exigente en lo artístico y en lo social y da la impresión de tener respaldo político, lo cual es una gran noticia.

Del barroco al siglo XIX, de Haendel a Verdi, de Silla a Macbeth, en días consecutivos, y todo ello con la misma formación sinfónica, la Orquesta de la Comunidad de Valencia, el verdadero tesoro, junto al coro, del Palau. Disponer de unos cuerpos estables con tan alto nivel de calidad es garantía de futuro porque permite abordar proyectos muy diversos sin titubeos. Es de justicia reconocer la labor del maestro Maazel y de todos los que contribuyeron a conseguir un instrumento tan versátil.

En la nueva etapa el director y violinista Fabio Biondi define una relevante aportación que va a permitir la apertura del repertorio en varios frentes, especialmente en el barroco. Este trabajo suyo en el Silla de G. F. Haendel ha servido de manera luminosa como declaración de intenciones ante una puerta abierta que debe proporcionar sustanciales réditos artísticos a medio y largo plazo. Sirvan como ejemplo las excelentes prestaciones de la orquesta a sus órdenes y también la idoneidad de un elenco que, en buena parte, proviene del Centro de Perfeccionamiento Plácido Domingo, otro de los ingredientes esenciales en la suma global del equipamiento. Una producción fresca y sin prejuicios firmada por Alessandra Premoli sirvió para mostrar la atemporalidad del horror y la tragedia que Silla ocasiona y un reparto perfectamente equilibrado, con ganas, llevo la obra en volandas al éxito.

Al día siguiente, sí han leído bien, nada menos que subió a escena Macbeth de G. Verdi, en lo que es un imponente alarde organizativo.

Sin duda, la presencia de Plácido Domingo en el rol de Macbeth era uno de los grandes alicientes de una velada que tuvo mucho más de interés. De nuevo la orquesta, y aquí sí ya el coro, se unieron al reparto para trazar el discurso musical de una obra que requiere de un soporte de entidad para lograr la eficacia adecuada. Musicalmente el joven maestro Henrik Nánási consiguió perfilar la turbia musicalidad de la orquestación verdiana con pulcritud manifiesta. Domingo fue un Macbeth doliente, desbordado, cantando con una solvencia milagrosa para su edad, con esa entrega y esa maestría suya que el público venera. Contó con una Lady Macbeth imponente. Ekaterina Semenchuk arrolló desde el aria de la carta. Su vocalidad tumultuosa y timbre acerado sirvieron al personaje sin la menor cortapisa. Es, sin duda, una de las referencias actuales en este rol. El buen Banco de Alexánder Vinogradov o el magnífico Macduff de Giorgio Berrugi redondearon la propuesta escénica de Peter Stein de dramaturgia lineal y plana que permitía leer la obra con corrección y, a veces, también con aburrimiento.

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