El 1 de diciembre, Woody Allen ha cumplido ochenta años. Y aunque el director neoyorquino siempre se haya mostrado ajeno a su tremendo éxito mundial -"No quiero lograr la inmortalidad mediante mi trabajo. Quiero lograrla no muriendo"-, la efeméride bien merece una mirada atrás para hacer memoria de los grandes momentos que nos ha brindado a través de sus películas. Ese es el objetivo de esta magnífica retrospectiva que publica la editorial Blume y que repasa, uno a uno, todos los títulos de Allen, desde Toma el dinero y corre (1969) hasta Irrational Man (2015), reciente en cartelera. Entre ambas películas hay casi medio centenar de largometrajes en los que el cineasta ha volcado su desternillante genialidad a la hora de reflejar los sentimientos humanos, las relaciones de pareja, nuestras fobias, vicios, pesadillas y sueños. Y todo ello desde su particularísima forma de contemplar la sociedad contemporánea, lo que ha marcado su estilo, su inconfundible sello.
La carrera profesional del cineasta arrancó en la sección de humor de las páginas de los periódicos más importantes de la época. Corría el año 1952. Allen era un curioso estudiante de 16 años al que no le gustaban las clases -"Prestaba atención a todo, excepto a los profesores"- y que poseía una gran facilidad para escribir chistes. Animado por su madre, envió varios a distintas publicaciones sin esperanza alguna de obtener respuesta. Pero un día abrió el Daily Mirror y se encontró con que le habían publicado uno -"El hombre más feliz que conozco tienen un encendedor y una esposa, y ambos funcionan"-. Días más tarde, el New York Post hizo lo mismo -"Un hipócrita es un tipo que escribe un libro sobre ateísmo y reza para que se venda"-. Este fue el origen de todo. El joven Allan Konigsberg, que desde entonces ya firmaba con el sobrenombre de Woody -"no quería pasar vergüenza en la clase de matemáticas del día siguiente"-, pronto saltaría a los escenarios de todo Manhattan con sus monólogos. En 1960, Woody Allen era todo un descubrimiento en el mundo del humor neoyorquino y su salto a la televisión no se hizo esperar. Fue así como llegó a Hollywood en 1964. Le ofrecieron 35.000 dólares para que escribiera ¿Qué tal, Pussycat?, en cuyo reparto también aparece. "Cuando salió la película, me pareció insoportable. Me sentí completamente avergonzado y humillado con la experiencia. Juré que no volvería a escribir otro guión a menos que lo dirigiese yo. Y así fue como me metí en el cine", confesaría Allen pese al éxito de la cinta, que recaudó 17 millones de dólares, marcando un nuevo récord de taquilla para las comedias.
Ya desde su primer trabajo como director, Toma el dinero y corre, Woody Allen logró la independencia creativa que marcaría el resto de sus trayectoria, sin interferencias ni presiones de los estudios. Bananas (1971), Todo lo que quiso saber sobre el sexo y nunca de atrevió a preguntar (1972), El dormilón (1973), La última noche de Boris Grushenko (1975), Annie Hall (1977), Interiores (1978) y Manhattan (1979) son los filmes de su primera década como realizador. Diez años y ocho títulos que le bastaron para ingresar con sobresaliente en el olimpo de los grandes cineastas de nuestro tiempo. La siguiente década también sería maravillosa -Zelig (1983), Broadway Danny Rose (1984), La rosa púrpura del Cairo (1985), Hannah y sus hermanas (1986), Días de radio (1987)- y a día de hoy no deja de sorprendernos con éxitos como Midnight in Paris o Blue Jasmine. Este volumen, que firma el crítico y profesor de historia de cine de la New York University, Tom Shone, ofrece, además de un minucioso recorrido por la biografía y filmografía de Allen -salpicado de divertidas citas y declaraciones, una impresionante galería de 250 fotografías. Un viaje de principio a fin por el siempre delicioso universo del genio de la gran manzana.
TOM SHONE
Woody Allen
BLUME, 288 PÁGINAS. 39,90
