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Tinta fresca

Lágrimas de anís

El horror de Bernanos en Mallorca ante la represión fascista y el comportamiento de la Iglesia, en ´No llorar´

Lágrimas de anís

Tiempos convulsos. Tiempos de sueños desquiciados y esperanzas calcinadas. Tiempos de furia y rencor. España arde por los cuatro costados y la tierra sangra por incontables heridas. En ese escenario inhóspito y amenazador se desarrolla No llorar, la novela excepcional con la que Lydie Salvayre, hija de un andaluz y una catalana que se refugiaron en Francia tras la Guerra Civil, ganó el premio Goncourt. Una obra que pone sobre el escenario a unos personajes matizados al máximo para capturar su evolución más íntima, desde los seres más politizados y extremistas hasta los más sencillos y poco dados a complicarse la vida.

Salvayre emplea un material altamente inflamable, sin duda imantado a su memoria desde muy pronto: la historia de su madre. Montse, una adolescente ingenua de 15 años que abandona su Lérida natal en 1936 para irse a Barcelona con su hermano anarquista durante la revolución libertaria. Y allí se va encontrar metida en la vorágine de unos hechos sangrientos al tiempo que encuentra un amor de momentos efímeros pero consecuencias eternas.

Aquellas jornadas de efervescente libertad en un verano irrepetible, truncado con el regreso de Montse a su tierra y su matrimonio (para camuflar un embarazo prohibido) con el hijo del cacique, se alternan con las vivencias de Georges Bernanos en Mallorca, conmocionado por la represión fascista y el comportamiento atroz de la Iglesia apoyando hechos salvajes. Un verano luminoso para Montse, lúgubre para el escritor. Recuperando (reconstruyendo, incluso) la lengua materna (las negritas tienen una razón de ser evidente), Salvayre construye un correoso relato coral sobre el complejo entramado político de la Guerra Civil, y sobre el exilio y la herencia que dejó a los hijos de los que tuvieron que dejar España para salvar sus vidas. En aquella primera marcha de Montse de su pueblo natal se fraguó un destino en fuga.

No llorar no deja títere con cabeza a la hora de mostrar los horrores de unos y otros, las guerras internas en el bando republicano con purgas comunistas incluidas, los desengaños de tantos y tantos idealistas, el papel repugnante de algunos intelectuales franceses apoyando a Franco, los cambios de chaqueta por intereses de todo tipo, las traiciones, las venganzas despiadadas, la crueldad del ser humano capaz de convertir las cunetas en cementerios improvisados donde ejecutar a los indefensos.

Pero entre tanto dolor, entre tanto desamparo, entre tanta congoja invasora, hay tiempo también para el estremecimiento de una mujer enamorada de un francés de película (André€ ¿imaginamos el apellido?), para las complicidades inesperadas entre personajes aparentemente opuestos (Montse y sus suegros), para los instantes de felicidad amenazados por las tormenta más imperfecta. Al final, la novela deja el poso de un anís dulce (atención al final) mezclado con lágrimas amargas, y no es difícil sentir la emoción de esta narradora que comparte con su madre los secretos de una vida que tuvo sus momentos más luminosos en aquel verano de 1936, cuando el mundo empezaba a romperse en mil pedazos y dos cuerpos ávidos de sensaciones se entrelazaban ajenos al horror.

LYDIE SALVAYRE

No llorar

Traducción de Javier Albiñana

ANAGRAMA, 224 PÁGINAS, 16,90 €

No plorar

Traducción de Ferran Ràfols Gesa

ANAGRAMA, 226 PÁGINAS, 16,90 €

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