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Narrativa

Teoría de juegos

Don DeLillo traza una analogía entre el fútbol americano y la guerra en ´Fin de campo´

Don DeLillo, autor de la novela ´Fin de campo´. Efe

Para leer hoy Fin de campo, novela que Don DeLillo publicó en 1972, deben tenerse en cuenta dos factores: la herida de Vietnam, con sus flecos de vergüenza nacional, y la Guerra Fría, con su promesa de una contienda atómica entre superpotencias. En ese clima enrarecido, a un paso de la paranoia, sostenido por los intereses de complejas organizaciones, transcurre una obra que se yergue sobre una analogía obvia, la plausible identificación entre el fútbol americano y la guerra, y sobre una correspondencia menos evidente, la relación entre deporte y lenguaje como mecanismos de elucidación pero también de conflicto.

DeLillo, siempre comprometido con el empleo del idioma no sólo como medio expresivo, como herramienta eficaz, sino como protagonista de sus novelas (basta pensar en Los nombres) y encarnación del Zeitgeist, ubica Fin de campo en una institución que responde al profético nombre de Logos College. Allí, de la mano de un narrador encastrado en el cuerpo de la acción, Gary Harkness, el mundo y las fábulas que encierra -la ciencia, la publicidad, el dominio- se vuelven transparentes y a la vez opacas. Lo que Harkness y sus colegas de equipo despliegan en Fin de campo no es sólo una consideración del deporte y la guerra como fenómenos de masas, sino una interpretación del lenguaje como órgano para explorar, aunque también para confundir, las relaciones entre el campo de juegos y el campo de maniobras. Sexo, raza, religión, educación, ideología: lugares de batalla que exigen un lenguaje en permanente estado de sospecha.

Harkness, que vive obsesionado con la destrucción del mundo, es un jugador de talento aunque negligente. Ello le permite observar su disciplina con un discernimiento que la pasión borraría. También le permite apreciar los cambios de luz que cualquier manifestación agonística propone. Y el fútbol americano es sin duda una de las más radicales formas de enfrentamiento, con maestros y discípulos, rituales y vasallaje, dioses y público. Jerarquía, disciplina, estrategia. Ataque, defensa, impacto. Formas de adopción, formas de adoración, formas de admonición.

Los dos ámbitos, el deportivo y el militar, se trenzan como la serpiente que intenta devorarse a sí misma. El lenguaje, que jamás es inocente, despliega su panoplia acusadora. En el centro de la novela, durante cuarenta páginas inmensas, DeLillo narra el partido estelar de la temporada. Dado lo críptico de la terminología del fútbol americano, tres cuartas partes del partido resultan ininteligibles para el lector, sobre todo si es europeo, y sin embargo la experiencia de la contienda conduce a una revelación. Comprendemos la fisicidad brutal, el aspecto cavernario del juego, pero también su esencia, su inútil trascendencia, por valernos de una paradoja que podría hacerse extensiva al resto de eventos deportivos. Asumimos entonces que, sutilmente, las correspondencias entre celebración y muerte configuran una ritualística más compleja de lo que parece. Como Harkness insinúa, "el deporte es una ilusión benigna, la ilusión de que el orden es posible". ¿No es esa, en definitiva, la filosofía de todo poder, su coartada para la dominación?

*DON DELILLO

Fin de campo

Traducción de Javier Calvo

SEIX BARRAL, 288 PÁGINAS, 19 €

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