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Música

Haendel nunca falla

Magnífica representación de la ópera ´Alcina´ en el Teatro Real en una puesta en escena de David Alden con la mezzosoprano Christine Rice como figura destacada

Imagen correspondiente a la puesta en escena de ´Alcina´ en el Teatro Real. javier del real/teatro real

Continúa la temporada del madrileño Teatro Real y lo hace acudiendo a uno de los títulos más populares del catálogo de G. F. Haendel, Alcina, obra espectacular en la que el arte lírico haendeliano brilla con toda intensidad, en un centelleo creativo que ha conseguido, en unas décadas, no sólo la recuperación de la mayor parte de sus magníficas creaciones, sino también la oportunidad de que estas se anclen en el repertorio de los teatros operísticos con intensidad plena.

Esta Alcina madrileña se asentó en una producción de David Alden, uno de los directores de escena que siempre tienen algo que decir en sus propuestas. Pueden gustar más o menos, pero su trabajo dramatúrgico tiene sentido y sensibilidad. Quiero decir con ello que apuesta por el riesgo, pero que éste no es un sinsentido. Todo lo contrario. Sabe ser fiel al espíritu creativo desde una óptica contemporánea. Aquí articula la obra con sucesivos gags que arrancan en un teatro abandonado y acaban en la frustración de la sociedad contemporánea y su sueño por el chalecito en las afueras de la clase media global. Todo un itinerario lleno de oscuros monstruos, recovecos y pasiones sobre las que el mundo de Alcina se va desmoronando sin prisa pero sin pausa. Un gran acierto.

En el foso, al frente de la orquesta del teatro, Christopher Moulds se esforzó y su empeño fue premiado con un sonido compacto y luminoso, "en estilo", aunque algo falto de mordiente en algún pasaje. En las calidades musicales indudablemente tuvo que ver la presencia como concertino invitado de Mauro Rosi, un primer espada en este repertorio. Demostró Moulds la versatilidad de la orquesta cuando en la batuta encuentra una lectura apropiada y con criterio.

Equilibrado y con notables resultados el reparto funcionó bastante bien, con momentos deslumbrantes en algunas de las arias, en un fascinante universo vocal que permite a los intérpretes pleno lucimiento de sus cualidades, siempre y cuando estén a pleno rendimiento. De entre todos, una cantante destacó de manera espectacular, la mezzosoprano Christine Rice que cantó un Ruggiero pletórico de principio a fin, escénicamente creíble en su mezcla de tormento, pasión y aturdimiento, y vocalmente con el fulgor apoteósico de las grandes. A su vera quedó un tanto oscurecida la buena Alcina de Karina Gauvin. La soprano canadiense dominó el personaje y su interpretación fue a más según la velada avanzó, pero le faltó naturalidad a un canto demasiado encorsetado. Tampoco levantó el vuelo la académica Morgana de Anna Christy, en un personaje al que se le puede y debe sacar mucho más jugo vocal. Demasiado cambio de color en el canto de Sonia Prina como Bradamente, a veces un tanto al límite. Muy bien el Melisso de Luca Tittoto y también el Oronte del tenor Allan Clayton. Sorpresa, y de las buenas, el Oberto interpretado por la valenciana Erika Escribà. Llevó el rol al primer plano en todo momento y lo hizo de manera soberbia. Sin duda está llamada a papeles más ambiciosos. Por ejemplo, creo que sería una magnífica Morgana. Tiempo al tiempo. Pese a alguna pasajera sombra, el genio de Haendel brilló como corresponde, con magnificencia.

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