Diario de Mallorca

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Narrativa

El miedo y la muerte

´Dolly City´, una obra feroz y cargada de simbolismo de Orly Castel-Bloom

Orly Castel-Bloom.

En 1982, Don DeLillo publicó una de sus novelas más herméticas, Los nombres, aventura de un hombre cuya vida se ve afectada por una conspiración mortal, reveladora de esa forma de ideología típicamente americana que es la paranoia, y cuyos ejes centrales son el poder, los símbolos y el lenguaje, artefacto de aquél y traductor de éstos. En un momento de la acción, el narrador, James Axton, propone la siguiente tesis: "En este siglo, el escritor ha sostenido una conversación con la locura. Casi podríamos decir que el escritor del siglo veinte aspira a la locura. Para un escritor, la locura es la destilación última de sí mismo, una versión final. Equivale a apagar el sonido de las voces falsas".

DeLillo obliga en Los nombres a una epoché respecto a la lectura tradicional que de la locura se ha hecho. Porque contrariamente a la idea de que la locura es la palabra sin eco, la puerta que no se abre a espacio alguno, la piedra que no genera ondas en el estanque, el novelista advierte la operación inversa: la locura es el precipitado último de la verdad del escritor, su alcohol más puro. Quien habla con la voz de la locura -el raptado, el poseído, el distinto- ha sometido en su interior todas las voces impostoras. El escritor traslada la verdad que el hombre ordinario es incapaz de enunciar y tolerar. Su experiencia de la locura apadrina una literatura sin sosiego, que no encuentra paz ni certidumbre, y que tritura los discursos oficiales. Lo que Orly Castel-Bloom arrojó a los lectores de su país allá por 1993, año de edición en Israel de Dolly City, fue pues una granada de mano, una tonelada de tierra ácida. Obra feroz, de corte alegórico, que admite en su interior diversas formas de simbolismo, Dolly City dinamita cualquier estructura lógica hasta proponer una jornada alucinada, otro viaje al fin de la noche, la experiencia fascinante y aterradora de una voz que, de tan lúcida, acaba por transparentar la locura. Dolly testimonia a una narradora que abduce cuanto la rodea, incluida la urbe de Tel Aviv, metamorfoseada aquí en Ciudad Dolly, espacio de atrocidades en el cual conviven los enterradores de mascotas, los pilotos de aerolíneas comerciales y el fúnebre cortejo de un clima que no obedece a las pautas de la meteorología.

De las múltiples lecturas que Dolly City propone, una de las más evidentes es la que toma como excusa la idea de que el miedo no es otra cosa que la onda expansiva de la muerte. Contra esta pandemia, la literatura, sobre todo aquella que se organiza en torno a sus expresiones más radicales, arroja un saldo menos precario que el de otras experiencias alternativas. Afinando su instrumento en las melodías menos plácidas, Castel-Bloom cosecha las apariencias de esta muerte total, que infecta cada cosa del mundo, y a la cual opone la excelencia de un texto que no admite rehenes, y ante el cual palidece cualquier tentativa de pacto.

ORLY CASTEL-BLOOM

Dolly City

Traducción de Eulàlia Sariola

TURNER, 220 PÁGINAS, 14,90 €

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