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Música

Un inicio discreto

El Teatro Real ha comenzado la temporada con ´Roberto Devereux´, de Donizetti

Maria Pia Piscitelli.

El Teatro Real ha iniciado su nueva temporada y lo ha hecho programando, con doble reparto, uno de los títulos de Gaetano Donizetti que requiere de fulgurante presencia vocal, Roberto Devereux. Entiendo que es toda una declaración de intenciones, para comenzar a marcar distancias de manera discreta con la etapa Mortier que rehuía premeditadamente del divismo canoro porque de divo ya ejercía él mismo y con gran fruición. Además, ya no hace falta acudir al empleo de una lupa para encontrar cantantes españoles encabezando repartos, y no por cuestión de su nacionalidad sino porque sus características vocales les permiten rendir a primer nivel igual que otros colegas suyos extranjeros. Ha tenido que llegar un catalán, Joan Matabosch, para poner orden en el asunto.

El segundo de los elencos elegidos para la apertura funcionó con corrección en líneas generales, desde un equilibrio vocal manifiesto, si bien no consiguió redondear la grandeza que requiere una obra como el Roberto. Un cierto acartonamiento vocal, musical y escénico impidió conseguir una velada de alto nivel, a lo que tampoco contribuyó la irreverente producción encargada a Alessandro Talevi.

Maria Pia Piscitelli encarnó a una Elisabetta con intención y calidad, pero no con la grandeza que requiere un personaje en el que la actuación dramática y vocal debe ir de la mano en todo momento. No fue el caso. Ángel Ódena, por su parte, fue un duque de Nottingham que mejoró notablemente según avanzó la velada. Venció ciertas inseguridades iniciales para terminar con acierto y a muy alto nivel, mientras que Veronica Simeoni, como duquesa de Nottingham, cantó con eficiencia aunque tampoco logró redondear su actuación. Ismael Jordi lució su hermoso timbre como Roberto Devereux, en la búsqueda de un heroísmo doliente que le va muy bien al personaje. Musicalmente, al frente de la orquesta, Andriy Yurkevych no fue más allá de la eficiencia. Concertó con acierto pero sin demasiado nervio expresivo, falto de tensión en numerosos pasajes.

La producción de Talevi no pasó de la irrelevancia, en una especie de visión seudofuturista, con alguna influencia "furera" de saldo en una araña mecánica a modo de trono. Las aportaciones fueron muy escasas en la línea de dar una visión distinta de una obra que permite abordajes muy diversos, de mayor entidad dramatúrgica. Otra vez será.

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