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Cine

El discreto encanto del anonimato

La actriz Romy Schneider en el papel de la emperatriz Isabel.

Celebramos el centenario del Archiduque precisamente porque sus virtudes encajaron muy bien con las de los isleños. Un carácter introvertido, observador, paciente, curioso, trabajador, muy respetuoso hacia la naturaleza y con la gente corriente.

Esas virtudes sin embargo son las que menos aprecian las audiencias masivas del cine. No fue ambicioso ni aventurero. No tuvo un Salieri que le amargara la vida ni murió en la indigencia por anticiparse a su tiempo. Llegó, vio, anotó y ayudó. Sin ponerse medallas, sin cantarlo a los cuatro vientos porque no fue con su forma de ser.

El séptimo arte está (me temo que sine die) huérfano de su figura. Las siguientes propuestas tienen vínculos parciales con la misma, las cuales desgrano y justifico por qué merecen ser vistas o resucitadas.

Sissí / Sissí emperatriz (Ernest Marishka, 1955, 1956). La prima más famosa del Archiduque tuvo la suerte de ser encarnada por una actriz, Romy Schneider, en plenitud de belleza y encanto. Las dos películas acertaron en el tono, comedia romántica y sofisticada, y en escoger el momento más delicado, más frágil, de la vida de la agraciada noble. Son paradigmas de cuentos de hadas cuasi modernos. Y muestran, aunque de forma algo idealizada, cómo era la corte imperial en tiempos de nuestro viajero adoptivo.

Ludwig (Luchino Visconti, 1972). Paradójico filme. El monarca ofrecía a Visconti sus dos temas preferidos, la decadencia de la nobleza y la homosexualidad más o menos oculta pero presente, en sus estancias. Pues no le encontró el punto. Estuvo espeso, enigmático, disperso. Quizás un reflejo del estado de ánimo del cineasta. Aún así Visconti es mucho Visconti. Y el filme es uno de los pocos retratos filmados sobre los príncipes alemanes en la época del Archiduque.

Coronel Redl (Istvàn Szabó, 1985). Esta película repite tema y geolocalización, pero desciende un estrato social, hasta el estamento militar. Klaus Maria Brandauer encarna a un oficial de procedencia no aristocrática (un mil leches, valga el símil) y además homosexual. Eso le obliga a afilar las armas de la maquinación y manipulación. (Lo contrario que el Archiduque, que se apartó disimuladamente y se aireó por Chequia y el Mediterráneo).

María Antonieta (Sofía Coppola, 2006). Polémica revisión del personaje (a mi, sinceramente me chirrió el tono y enfoque), pero interesante en el aspecto de mostrar cómo la curiosidad intelectual estuvo mal vista, o incomprendida, en muchos salones regios. La mujer de Luis XVI no pudo, y eso la angustió, escaparse, desaparecer, viajar de incógnito y liberar sus inquietudes artísticas.

Un asunto real (Nikolai Arcej, 2012). Película más reciente y ambientada en una centuria anterior a la del dominio austrohúngaro. Es otro atrayente retrato de las miserias, los vicios, las bajezas, el desgobierno en el que cayeron muchas monarquías europeas; causantes de que en el siglo XX algunas fueran arrasadas. Filme más que entretenido, con sobresalientes interpretaciones de Mads Mikkelsen, Alicia Vikander y Mikkel Boe Folsgard.

Los duelistas (Ridley Scott, 1977). El primer largometraje de Scott, adaptando una novela corta de Joseph Conrad, muestra también el ambiente enrarecido en Europa en el siglo XIX, con guerras cíclicas y militares engreídos. Ambientes como esos son precisamente de los que huyó Luis Salvador.

El hombre elefante (David Lynch, 1980). La elefantiasis del archiduque fue, por supuesto, mucho más leve que la del protagonista de esta película. Ayuda sin embargo -la película mantiene su fuerza y capacidad de angustia- a hacerse una idea de la incompresión que genera una patología como ésta. Quizás fue uno de los factores que exacerbaron la curiosidad intelectual y viajera del Habsburgo.

Lawrence de Arabia (David Lean, 1962). T. E. Lawrence sí tuvo la ambición -desbocada en su caso- que faltó a Luis Salvador. Por eso fue avizorado como personaje de ficción y ensalzado en la película de David Lean. Lawrence y el archiduque ocultaron sus impulsos homosexuales; compartieron además curiosidad intelectual y viajera, personalidades retraídas y gusto -o al menos no aversión- a mezclarse con el populacho.

Calabuch (L. G. Berlanga, 1956). El tema anterior me lleva a este filme. El paralelismo con el homenajeado se limita al tema de que con ganas de ayudar y trabajar es fácil camuflarse y ganarse el aprecio de la gente sencilla. Lo que hizo, medio siglo antes, Luis S. en sus devaneos por Mallorca. La película es, sigue siendo, una delicia, un derroche de encanto.

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