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Ensayo

La banalidad del poder

Josep M. Colomer defiende la necesidad de nuevas instituciones políticas en ´El gobierno mundial de los expertos´, un estudio en que plantea el papel del G-8 o el FMI

La presidenta del FMI, Christine Lagarde, con el ex ministro Yanis Varoufakis.

Me refiero a la banalidad del poder dentro de los Estados nacionales soberanos en un mundo de economía globalizada y de fuertes instituciones de alcance universal como el G-8, el G-20, el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial. En los debates actuales de los medios de comunicación abundan las referencias a tales instituciones con desconfianza e incluso con hostilidad, como si fueran las causantes de las crisis económicas o, al menos, las que impusieran políticas antisociales contrarias a una salida rápida y justa de las coyunturas críticas. Ahora bien, según nos explica el conocido politólogo Josep M. Colomer en su libro El gobierno mundial de los expertos (ed. Anagrama, Barcelona, 2015, 318 págs.), la realidad es muy diferente. Baste pensar que la palabra "gobernanza", tan utilizada hoy, se introdujo por primera vez en un informe de 1989 del Banco Mundial sobre las condiciones necesarias para el crecimiento económico en el África subsahariana, en el que abogaba por un servicio público eficiente, un sistema judicial digno de confianza y una administración responsable. Otro tanto recomendó el G-8, quien en 1991 propugnó que los países en desarrollo, además de adoptar políticas basadas en el mercado, respetaran los derechos humanos y la ley, el pluralismo democrático y la responsabilidad administrativa: "La buena gobernanza", decía, "no sólo promueve el desarrollo en el país, sino que ayuda a atraer financiación externa e inversión de todas las fuentes".

¿Son las instituciones citadas el verdadero gobierno del mundo? Aunque, según Colomer, el sistema del G- 8 es lo más parecido a un gobierno mundial que haya habido jamás, la verdad es que falta un Estado global y no resulta probable que se construya nunca. No existe, pues, una sola institución soberana capaz de gobernar sobre todo el mundo en todos los temas, si bien cabe observar que las instituciones globales mencionadas son extremadamente eficaces en la toma de decisiones sobre la guerra y la paz y la política fiscal, entre otras muchas cuestiones, decisiones que imponen por sí mismas o a través de los aparatos de los Estados miembros. Es más: teniendo en cuenta que las políticas fiscales y monetarias a nivel estatal ya no generan tanto impacto en la economía real como hace un par de décadas, en gran parte debido al alto grado de internacionalización de la economía, las instituciones financieras globales han pasado de la orientación de la gestión de las respectivas economías nacionales a la acción directa condicional. Así, las nuevas prioridades del Banco Mundial y del FMI han transferido en gran medida el núcleo de la acción desde los gobiernos estatales a las propias instituciones globales.

Si consideramos además que estas instituciones financieras están dirigidas y servidas por expertos no elegidos por cuerpo electoral alguno y a ello le añadimos que en el interior de los propios Estados han crecido exponencialmente los organismos y agencias independientes, dotados de autonomía frente al poder político y gestionados por técnicos, ¿qué valor conserva la democracia partidista y parlamentaria? La globalización de la economía está destruyendo la credibilidad de los programas de los partidos porque los votantes saben que las políticas reales no se van a decidir por los gobiernos nacionales. Dicho en plata: la política interna se ha degradado, las campañas electorales incurren en banalización y únicamente queda a la vista la cruda ambición de unos políticos impotentes, que no pueden hacer otra cosa que obedecer las directrices que proceden del BM, el FMI, la Unión Europea y otros entes internacionales. La responsabilidad política de sus acciones, escribe J.M. Colomer, se ha desvanecido. A veces, el espectáculo de los políticos, manteniendo discursos, retórica, gestos y rutinas tradicionales, mientras ignoran o fingen ignorar el fondo de su impotencia colosal, puede ser asombroso. Estamos ante la banalidad del poder.

Para el autor del libro, se nos plantea un desafío de cambio de paradigma histórico. La solución para que la democracia ascendiera desde el nivel de la civitas antigua y medieval al nivel del Estado fue el diseño y la adopción, en los siglos XVIII y XIX, de nuevas fórmulas institucionales. Este es, concluye, el mismo tipo de solución que se debe perseguir para que ascienda al nivel global en el mundo contemporáneo.

JOSEP M. COLOMER

El gobierno mundial de los expertos

ANAGRAMA, 318 PÁGINAS, 19,90 €

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