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Cómic

Lo uno o lo otro

Este año las Converses Literàries a Formentor (del 25 al 27) se dedican al mal y su presencia en los textos. Si alguien ha reflexionado sobre tal concepto en el ámbito del cómic ha sido Steve Ditko

Viñeta de Steve Ditko.

A punto de cumplir noventa años, este verano publicaba otra entrega de la serie de fanzines a los que ha dedicado sus esfuerzos en la última década. También varios artículos que agrupa en el folleto The Four-Pages Series, ambos producidos por su amigo y editor Robin Snyder. Ditko, el creador de Spiderman y Dr. Strange, lleva toda una vida dedicado a discutir qué entendemos por bien y, consecuentemente, a qué denominamos mal. Como él mismo dice, "no basta con saber contra qué luchamos, también es necesario saber a favor de qué estamos".

Este verano leía en prensa un artículo de un conocido escritor que definía muy bien el estado de la cuestión. En el texto, con un estilo pretendidamente humorístico, se igualaba al atracador con el banquero, argumentando que uno y otro robaban. Tengo la misma sensación cuando veo una fiesta popular tras otra colonizadas por hordas de demonios y otras ruidosas batucadas. Mientras, los santos correspondientes son intercambiables y tienden a desvanecerse. ¿Cuántas camisetas habremos visto con la bobada esa de "las chicas buenas van al cielo y las malas a todas partes"? Breaking Bad es la tónica. ¿Cuántos escritores y guionistas repiten que el bien es aburrido y el mal atractivo, que en la ambigüedad está la auténtica salsa narrativa? Gombrich, al explicar las razones del Diluvio Universal, recordaba la "inconsciencia del pecado". La misma idea del pecado nos resulta fuera de lugar. ¿Pecar?, ¡qué antiguo! ¡Tenemos derecho a divertirnos!

Esta deriva encuentra su perfecta expresión en el mundo del cómic. Ditko denuncia a los "anti-héroes", héroes imperfectos que según opina no pueden actuar como modelos. De acuerdo a esa idea creó a Mr. A y a Question, héroes racionales que siempre se atenían a estrictos códigos morales. La paradoja vino cuando varios de los personajes que él había ideado para la compañía Charlton fueron vendidos a DC. Allí fueron resucitados pero antes se pensó en que el británico Alan Moore jugara con ellos. Al final no quiso emplear los nombres originales y los transformó en un nuevo grupo que alcanzó fama mundial y que recientemente se ha adaptado al cine. Me refiero por supuesto a Watchmen. Merece la pena detenerse en esa mutación. Aplicando abundantes dosis de cinismo y crítica, Moore contó al mundo lo que pensaba de las ideas de Ditko, practicando una inversión de todos sus valores. Question, convertido en Roschach, era un psicópata asesino con traumas infantiles a quien le gustaba matar para aliviar sus frustraciones. Blue Beetle se convertía en el anodino Búho, que necesitaba ponerse su traje para mitigar su impotencia. El monstruoso Doctor Manhattan, un científico al servicio del gobierno que perdía progresivamente su humanidad, se derivaba de Captain Atom. Ozymandias, el hombre más listo del mundo, estaba dispuesto a liquidar a una buena parte de la población para salvar al resto. En fin, los héroes eran presentados como enfermos, sociópatas con problemas afectivos, vigilantes en quienes no se podía confiar, tipos raros que necesitaban vestirse con capas para sentirse superiores a los comunes mortales. Nadie estaba libre de pecado en Watchmen.

Aunque pagado con dinero americano (DC), la filosofía subyacente en Watchmen era europea, marcando una diferencia ya señalada por Ayn Rand, la filósofa que sirvió de inspiración a Ditko. Los americanos creían en el derecho a la felicidad, los europeos no. Los americanos creían que debían enfrentarse a los problemas para intentar resolverlos, los europeos esperaban a que el funcionario correspondiente se hiciera cargo del asunto. La cosmovisión de Moore era abrumadoramente negativa. En Watchmen la propia idea del bien había sido extirpada. Aún más, el mal no existía. ¿Contra quién luchaban aquellos tarados con máscaras? Contra sí mismos.

No extraña que los lectores se entusiasmaran con el personaje de Roschach, el único que aún mantenía en su ADN parte de los genes implantados por Ditko, el único que no se rendía al final, dispuesto a enfrentarse al mal incluso a costa de su vida. Él era el loco y Moore lo liquidaba. Los demás callaban y seguían con sus vidas en una apología del crimen colectivo, del chivo expiatorio como elemento conciliador. Nada podía ser más opuesto al pensamiento de Ditko.

STEVE DITKO

34 Pages All New Art # 2Oww 3Oww

R. SNYDER & S. DITKO, 32 P., 4 $

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