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Paseo de ronda

Un Institut Ramon Llull de ida y vuelta

Javier Krahe.

Ya no recuerdo cuántas veces hemos entrado y hemos salido del Institut Ramon Llull. Pero sí, que depende del color político del Govern. Esto muy serio, la verdad, no parece, aparte del gasto en logotipos y tarjetas. Si ya hay un organismo para promocionar la lengua y la cultura catalanas (como el Cervantes con la española), para qué dos. Se reconvirtió el Institut d´Estudis Baleàrics (que era lo que su propio nombre indica) en un IRL para la proyección exterior de la cultura de las Islas, y ciertamente ha hecho un buen trabajo. Pero parece más lógico concentrar esfuerzos, cuando el objetivo es prácticamente el mismo.

La última vez que escuché a Javier Krahe fue en el acogedor y coqueto Teatre Mar i Terra, en las estribaciones de Santa Catalina. Con la sensación de una velada parisina aplaudiendo a un Brassens pasado por Malasaña. Qué pena que se nos vayan quienes aguijonean, quienes trabajan el lenguaje y quienes articulan a la vez la melancolía de los poetas y el cascabeleo de los bufones.

Hace unas semanas Florentino Flórez comentaba en estas páginas Padre e hijo de E. O. Plauen, una pequeña joya rescatada de los pésimos tiempos de la Alemania nazi. Con este título ha alcanzado su número cien la colección Centellas, del editor mallorquín José J. de Olañeta. Una sucesión de volúmenes de breve tamaño pero en la que figuran clásicos como Proust, Rimbaud, Stevenson, Conrad, Wilde, Chéjov, Poe, Rilke, Flaubert, Thoreau, Benjamin, Woolf, Swift, Barrie y un larguísimo etcétera. Entre tanto nombre ilustre y codeándose amigablemente con ellos, el Brassens mallorquín y colaborador de estas páginas, Carlos Garrido, de quien La memoria de las olas apareció también en el número 16 de Centellas.

El viernes 4 impartí la lección Consecuencias económicas, sociales y culturales de la expulsión de los moriscos en el Centre Associat de la UNED Illes Balears, dentro del curso El problema morisco, dirigido por Andrés Martínez Lorca. Entre la multitud de citas de que eché mano, me quedo con ésta, de Pedro Voltes Bou (Historia inaudita de España): "Si hay algo que el castellano" (el español que sólo sabe castellano, diría yo) "no pueda aguantar en ninguna época es que donde esté él -aunque sea en París- la gente hable en una lengua que él no entienda. "¡Hable usted en cristiano!" Con esto sólo, los moriscos", que se aferraban al árabe, "ya tenían la sentencia firmada".

A este respecto, el enésimo estudio (éste de de la Universidad de Northwestern Viorica Marian) señala que "las personas bilingües son más inteligentes porque tienen una mejor capacidad para entender las cosas", según IMF. Ahora me explico algunas cuestiones.

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