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Narrativa

En los fortines de frontera

Antonio Scurati muestra vigor narrativo en ´El padre infiel´, una novela sobre las hipotecas vencidas de la felicidad y el matrimonio protagonizada por un chef licenciado en Filosofía

En los fortines de frontera

No hubiera pasado de la página 50 de El padre infiel si lo que cuenta en ella Antonio Scurati (Nápoles, 1969) no tuviese mayor vigor narrativo que el que de tantas y vulgares novelas sobre la educación sentimental, que en nuestros días proliferan como los hongos. Lo que vive el protagonista, Glauco Revelli, desde el momento en que su mujer, confiesa llorando en la cocina de su casa que tal vez no le gustan los hombres, no explica por sí solo el género costumbrista en el que suelen moverse este tipo de relatos. En cierto modo, esta novela pertenece a un mismo trazo de ficción que una de aventuras. Sólo que la aventura en vez de en un mar ignoto transcurre en Milán.

El padre infiel trata de experiencias vitales, de una licenciatura, de un primer trabajo, de los sueños de un chef, del amor, el sexo, la pareja, la familia, etcétera. Todas esas cosas resultan bastante habituales para el común, pero en la novela de Scurati adquieren una dimensión especial cuando el protagonista se decide a contarlas de la manera que lo hace. Lo importante aquí es el estilo narrativo: la confesión que el autor utiliza para despojar a su personaje de todo lo que le oprime, por medio de una especie de diario que tiene como principal e improbable destinataria a su propia hija que aún está despertando al mundo. Glauco Revelli, licenciado en Filosofía, intenta por todos los medios convertirse en un chef de fama y obtener una estrella Michelin. Se ha lanzado a una carrera desenfrenada de sexo pero no siente que engaña a la mujer, que ha dado un paso atrás en el matrimonio, sino a su hija. No es un marido infiel, sino un padre infiel. ¿Por qué razón? Es algo que no conviene desvelar y de lo que el lector deberá ocuparse porque es ahí donde se encuentra la trama existencial de la novela de Scurati: su tour de force.

En una especie de desquite emocional, Revelli recuerda los momentos más importantes de su existencia, sobre todo cuando conoce a Giulia, se enamora de ella y decide casarse. La familia aumenta cuando nace Anita, pero entonces se produce una dolorosa distorsión de la realidad. Giulia confiesa que, a causa de la depresión posparto y la cantidad de horas perdidas de sueño, ya no se siente atraída por él y probablemente por ningún otro hombre. Para Revelli es el fin de la relación con su esposa y el comienzo de toda una serie de experiencias imaginarias y reales que lo llevan durante tardes y noches a vagar, en su propio restaurante y por otros bares, pensando en cómo tener relaciones sexuales con la primera mujer que se le cruce. Quiere encontrar una manera de salir de la jaula que su compañera, negándole, se niega a abandonar.

Por momentos el sexo le hace sentirse vivo, agresivo y afortunado. "Saboreaba de nuevo la vida acre con la garganta y el hígado, no con el paladar. Estaba cumpliendo, a los cuarenta años, mi servicio militar en los fortines de frontera" (pag. 152). Mientras tanto Glauco lucha por algo que no depende exclusivamente de él: volver a mantener una relación física con Giulia, poner fin a la distancia que le separa de su nuca. Scurati pretende contar en su novela, finalista del Premio Strega, que con el nacimiento del hijo puede terminarse la relación de pareja, algo que inicialmente no está en los planes del matrimonio que, como el protagonista recuerda, tampoco ha sido sometido por las generaciones precedentes a una hipoteca de la felicidad. Se trata, en último caso, de un contrato que no lleva incluida la dicha y ésta no se reclama.

El hombre, Glauco Revelli, comienza a sentirse únicamente padre, y en la paternidad deposita sus esperanzas y dudas. Hasta cierto punto es como si hubiera contraído un nuevo compromiso que por momentos cree traicionar. La historia, como muchas de las que pasan por delante de nuestras narices en la vida ordinaria, está llena de preguntas sin respuesta. Son los interrogantes de una época banal, en la que el ocio, encarnado por la comida y la cocina, se sitúa en un primerísimo plano por delante del pensamiento. Por algo, el protagonista, licenciado en Filosofía, elige ser cocinero de moda.

Espontánea, humana, a veces irónica, El padre infiel invita a la reflexión sobre diversos aspectos de nuestra existencia que nos pueden resultar reconocibles. El propio Scurati ha admitido un álter ego en su personaje que moldea con buen estilo narrativo. El de toda la novela.

ANTONIO SCURATI

El padre infiel

Traducción de Xavier González

ASTEROIDE, 240 P., 19,95 €/E-B., 11,99 €

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