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Tribuna

Tribuna: Contaminación acústica, por Juan Mateo Horrach

La contaminación acústica de nuestro entorno es una de las grandes olvidadas en los debates mediáticos relacionados con el medio ambiente. Cierto es que, si eliminamos la fuente sonora, la contaminación acústica desaparece, frente a otros tipos de contaminación que permanecen una vez pasadas sus causas. Pero no por ello tiene menos importancia dados los potenciales efectos negativos que presenta sobre la calidad de vida y la salud física y mental de las personas.

El ruido es una emisión de energía ocasionada por un fenómeno vibratorio detectado por el oído, que genera molestias a las personas a las que afecta. Podemos alegar que existe un problema de subjetividad, dado que lo que para algunas personas es ruido, para otras no lo es, pero lo que es bastante objetivo es que, a partir de determinados niveles sonoros, las personas sienten molestias motivadas por los mismos.

Se define la contaminación acústica como la presencia en el ambiente de ruidos o vibraciones, cualquiera que sea el emisor acústico que los origine, que impliquen molestia, riesgo o daño para las personas, para el desarrollo de sus actividades o para los bienes de cualquier naturaleza, o que causen efectos significativos sobre el medio ambiente. El exceso de ruidos por encima de lo que se puede considerar un ambiente agradable y no perjudicial para la salud de las personas.

A tal efecto, se definen umbrales de ruido, que cambian en función de la tipología de la zona en la que nos encontremos, y son los que permiten objetivar los incumplimientos, y poder actuar sobre ellos.

Múltiples son las razones que dan lugar a contaminación acústica. La más importante, como casi siempre, es la falta de responsabilidad individual y colectiva, tanto en lo referente a nuestros momentos de ocio, como en las actividades económicas que generan ruidos y que son una gran mayoría. Porque tendemos a pensar en la contaminación acústica como aquella que es generada durante las actividades de ocio, como bares, discotecas, diversión al aire libre, o eventos multitudinarios. Pero la realidad es que la contaminación acústica presenta múltiples facetas, además de la del ocio. De hecho, son las actividades industriales, las obras públicas o privadas, la circulación rodada, barcos y aviones las que generan la mayor parte de la contaminación acústica.

Y una certeza: la contaminación acústica es generada por actividades llevadas a cabo por personas. No existe la contaminación acústica "natural", excepto en algunos episodios atmosféricos, y siempre de escasa duración.

En este caso, como en muchos otros, no se trata tanto de que haya ausencia de normativa. Todo lo contrario. Además de normas estatales y autonómicas, prácticamente cada municipio tiene su propia ordenanza de ruido, enfocada a las actividades al aire libre o en el interior de los edificios, regulación de horarios y niveles sonoros admisibles, así como la metodología para la medición efectiva de la contaminación acústica. Además, diversas normativas regulan el nivel sonoro de todo tipo de vehículos, máquinas o elementos de transporte.

El problema, recurrente, es que las normativas no se aplican, o se aplican sobre el papel, en los proyectos de actividades o en la fabricación de productos, pero difícilmente se cumplen realmente de forma consistente en el día a día.

Técnicamente, la mayoría de las fuentes de ruido, generado por maquinaria o equipos en el proceso de funcionamiento, pueden ser adecuadamente mitigadas hasta niveles aceptables, y de una forma económica, asequible a cualquier empresa.

Además de diseñar las instalaciones teniendo en cuenta la mitigación del ruido, también hace falta un mantenimiento continuado, que prevenga o detecte las averías o deficiencias que hacen que un determinado equipo o máquina incremente su nivel de ruidos por encima del normal y aceptado por la correspondiente normativa. Esta es una de las fuentes principales; la falta de mantenimiento adecuado y constante, que hace que se perciban molestias por funcionamiento anormal de los equipos.

En el caso de la contaminación acústica, una de las normas que deben aplicarse por parte de los municipios, es el análisis de ruidos, que debe plasmarse en un mapa de ruidos y la correspondiente zonificación, en función de la tipología principal (urbana, residencial, industrial, zona protegida€). Ello permite establecer los umbrales de ruido aceptable, y la aplicación efectiva de las normas de inspección y sanción, básicas para alcanzar una mejora apreciable, en forma de reducción de ruidos.

Los efectos de la contaminación acústica no se limitan a las zonas urbanas, aunque sea en estas en las que se manifiesta con mayor intensidad. También se ponen de relieve efectos perniciosos en las áreas naturales, afectando a las especies en su percepción de los sonidos naturales por los que habitualmente se rigen. Y ello también es aplicable a las áreas marinas. Aves, cetáceos, e incluso plantas ven alterada su vida por el ruido provocado por actividades humanas.

Ahora bien, es en los entornos urbanos en los que se dan con mayor intensidad los efectos perniciosos de los ruidos. Todos percibimos las molestias de un ruido excesivo que puede acabar afectando a nuestra capacidad auditiva. Asimismo, se han demostrado efectos generales sobre el organismo, en forma de alteraciones cardiovasculares, hormonales, respiratorias y alteraciones del sueño. Finalmente, los efectos psicológicos pueden llegar a ser graves.

Podemos encontrar listas de recomendaciones a aplicar para reducir la contaminación acústica: uso del transporte colectivo para reducir la intensidad del tráfico, mantenimiento de calzadas para evitar ruidos derivados de la rodadura, barreras acústicas en las principales vías urbanas e interurbanas, barreras vegetales, mejora en la gestión del tráfico urbano, y muchas otras, además de aplicar la tecnología disponible para mitigar los impactos acústicos derivados de las actividades humanas, mediante los correspondientes proyectos acústicos de aislamiento y absorción de ruidos y su plasmación en instalaciones correctamente insonorizadas.

La calidad de vida y el bienestar de las personas y la biodiversidad mejoraría sustancialmente si nos aplicáramos a ello.

Juan Mateo Horrach Ingeniero Industrial

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