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Any Llompart

25 años sin Llompart: El hombre bueno de las letras catalanas

Un cuarto de siglo después de su muerte se celebra un nuevo ´Any Llompart´ para homenajear al poeta y activista que se ganó el corazón de varias generaciones de mallorquines amantes de la cultura

El año Llompart debería servir para dar a conocer su persona y su obra.

“Qualsevol paraula sona a buida. Buidor és el sentiment predominant. I una mica de ràbia, perquè només es moren els homes bons”. Así empezaba el periodista cultural de Diario de Mallorca Josep J. Rosselló su artículo a las pocas horas de conocerse, el 28 de enero de 1993, la noticia de la muerte de Josep Maria Llompart a los 67 años. Poeta, activista, dinamizador, investigador, director literario, gestor cultural, maestro y muchas más palabras sonaron aquellas horas para definir a ese hombre imprescindible para entender el panorama cultural del siglo XX en Mallorca. Aunque la más repetida en aquellos días posteriores a su fallecimiento y la que siguen recordando muchos de los que le conocieron es sin duda su papel de hombre bueno. Un ‘home bo’ que se ganó el corazón de varias generaciones de gentes de la cultura y el activismo político de la isla, que veían en él una figura que, desde la serenidad y la insistencia en el trabajo, facilitaba la apertura de nuevos caminos en tiempos difíciles.

Transcurridos 25 años de su muerte, una de las personas que más trató con Llompart en su día a día en la editorial Moll, el editor Francesc Moll, lo recuerda con ternura: “Era accesible, cordial y siempre estaba dispuesto a hacer cosas por la cultura”. El poeta comenzó a trabajar en la editorial al dejar de ser subdirector de Papeles de Son Armadans de Camilo José Cela, en 1961, y a partir de ese momento fue el director literario en ‘can Moll’. “Trabajaba por las mañanas en Obras Públicas -explica Moll- y por las tardes, más o menos de las cinco a las ocho, venía a su despacho de la editorial”.

Desde esa época hasta que Llompart se jubiló a comienzos de los noventa, coincidieron cada tarde, aunque Moll le conocía de tertulias literarias: “Cuando yo llegaba a la editorial lo primero que hacía era pararme a hablar con Llompart un buen rato, de temas de trabajo, temas literarios, y también de temas del mundo”.

Ni prólogos, ni presentaciones

El editor destaca la frenética actividad que se vivía en el despacho de Llompart a la hora de recibir autores noveles que querían conocer la opinión del maestro y saber si su obra era publicable: “Aquello más que un despacho era un lugar de tertulia, venía mucha gente a pedirle si le podía hacer el prólogo a su libro, hasta que Llompart se cansó y colgó en la pared un cartel que ponía ‘No hago más prólogos’. Al poco tiempo añadió al lado otro letrero ‘Tampoco hago más presentaciones de libros’. Aunque, si tengo que decir la verdad, seguía haciendo prólogos y presentaciones”. Moll explica que “incluso recuerdo que el poeta Miquel Bauçà le pidió si podía vivir un tiempo en su casa porque no tenía a dónde ir, y estuvo dos meses viviendo con Llompart y su mujer”.

El padre de Francesc Moll y fundador de la editorial, Francesc de Borja Moll (1903-1991), dedicó un apartado de su autobiografía ‘Els altres quaranta anys’ a explicar el fichaje de Llompart para su proyecto para reforzar la sección de literatura dedicándose a admisión de originales, corrección de estilo, resolver problemas con los autores y búsqueda de iniciativas sobre nuevas temáticas. En ese texto Moll explica que “las cualidades humanas de Llompart para la orientación de jóvenes tuvieron muchas ocasiones de manifestarse, primero en mi piso de la plaza de España y después en el local de nuestra editorial en la calle Torre de l’Amor. Creo que son pocos los escritores mallorquines jóvenes que no han frecuentado su despacho y aprovechado el maestrazgo de este digno sucesor de Miquel Ferrà y Joan Pons Marquès”.

A pesar de quedar muchas veces eclipsada por su activismo cultural, su faceta literaria fue reconocida con los galardones más prestigiosos de las letras catalanas, y sus poemas merecieron el premio Serra d’Or y Lletra d’Or, el premio de literatura de la Generalitat de Catalunya de ensayo, el premio de Honor de las Letras catalanas y la Cruz de Sant Jordi. El escritor Biel Mesquida define a Llompart como un hombre “discreto y muy trabajador, tanto en la editorial Moll como en la UIB como en la Obra Cultural Balear, y su obra iba muy ligada a su personalidad: muy solitario, melancólico, un canto a la intimidad y siempre con una meditación sobre la muerte”. Mesquida conoció a Llompart “cuando supo que yo escribía y me animó a presentarle mis poemas. A partir de ahí me invitó a reuniones clandestinas de finales de los 60 donde se leía poesía”.

Mesquida considera que aunque se suele situar a Llompart en el grupo llamado de poetas de los 50 -junto a Blai Bonet, Llorenç Moyà o Jaume Vidal Alcover- “todos son de gran libertad expresiva y son grandes individualidades”, y destaca del autor de ‘Poemes de Mondragó’ que “por su carácter erudito y de gran lector, Llompart liga más con la tradición, con influencia clara de la Escola Mallorquina de Costa i Llobera o Joan Alcover”.

“Un gran recitador”

En cuanto a su obra, el escritor asegura que va en paralelo a su vida: “Una infancia dulce y triste, con enfermedades, un adolescente de ‘casa bona’, y una maduración a la edad adulta moviéndose hacia el combate, reivindicando democracia y cultura catalana. Finalmente, una plenitud vital, y la decadencia en la que encontramos su serenidad ante la muerte”.

Biel Mesquida destaca de Llompart su gran voz y su condición de gran recitador, “me impresionaba su expresividad y su exactitud, la verdad es que pude aprender mucho de él porque lo hacía muy bien”. El escritor recuerda como anécdota que pocos meses antes de que falleciera Llompart recibió la llamada de Andreu Manresa para encargarle el obituario porque lo acababan de ingresar en Son Dureta, pero Mesquida se negó tajantemente a escribir de una persona que todavía seguía viva. “Llompart salió del hospital y coincidimos en un acto en la Banca March. Vino a darme las gracias por no haber escrito su obituario, pero me añadió: seguro que te hubiera quedado muy bien”.

En un retrato periodístico que escribió Joana Maria Roque en Diario de Mallorca en los años 80 le definía como “un poeta obligado a la clandestinidad”, y explicaba que “en otro contexto cultural, Llompart podría haber sido un intelectual de orden, pero en la Mallorca de postguerra, el mantenimiento de la propia cultura obligaba a la clandestinidad y a la protesta”.

En esa etapa de efervescencia política de la Transición, Llompart llegó a dar apoyo o mostrar cierto acercamiento al PSI -Partit Socialista de les Illes-, que en 1977 se presentó como Unitat Socialista. El sociólogo Antoni Tarabini fue ese año candidato al Senado por Unitat Socialista, y recuerda a Llompart como un hombre “completamente antifascista y un luchador contra la falta de libertades”, y, aunque el poeta no estuviera en la primera línea, “participaba en numerosas reuniones de todo tipo, porque hay que reconocer que había poca gente que se movía en aquellos años, y si te veían con políticos ya te asociaban con ese partido”.

Tarabini recuerda haber participado en muchas tertulias en el domicilio de Llompart acompañado de Andrés Ferret, y también coincidía con el poeta en el grupo Tramuntana, donde asistía gente muy diversa que tenía un mismo objetivo: conquistar libertades, “y allí estaba Llompart, pero también Jeroni Albertí, Ramón Esteban y algún hotelero”. Para el sociólogo, tanto Llompart como Ferret tenían una cosa en común, “eran activistas, estaban en todas partes, pero no se comprometían ni querían sentirse identificados con una sola causa o un solo partido. Y lo curioso es que a ambos algunos les criticaron por su falta de compromiso sin saber todo lo que hacían”.

El sociólogo asegura que el año Llompart debería servir para dar a conocer “su persona y su obra”, pero piensa que no se tendría que caer en “crear un personaje, no hay que inventar ni distorsionar. Hay que reconocer lo bueno que fue, pero tenemos que dejar claro que fue una gota, no fue el mar”. Tarabini considera que sería injusto dejar pasar esta oportunidad para reconocer el trabajo de muchas personas que esos años lucharon sin nada a cambio para recuperar la cultura y la democracia. “Por ejemplo, en el entorno de Llompart tenemos dos personas que habría que destacar, como son su mujer Encarna Viñas, y su cuñada Cèlia Viñas, que debería ser mucho más reivindicada por el feminismo”.

“En esos años de Transición éramos muy pocos los que nos movíamos en Palma en temas políticos, que nadie piense que había revueltas en la calle, todos nos conocíamos. Y es en ese ambiente en el que se tienen que valorar por ejemplo el papel de la editorial Moll y la Obra Cultural Balear, que eran auténticos centros de operaciones porque era de los pocos sitios donde te podías reunir”. Tarabini explica que “Franco nos unía”, y así se puede entender que personas “tan distintas” como Llompart y Antonio Alemany, que dirigía este periódico, se entendieran en ciertas cosas y colaboraran.

El escritor Biel Mesquida asegura que lo que le pide a este ‘Any Llompart’ es simplemente “que se vuelva a leer su obra, que se reediten sus libros, que se hagan estudios sobre su trayectoria”. Francesc Moll lamenta que en estos 25 años se haya olvidado públicamente a Josep Maria Llompart “pero estoy convencido que en el espíritu de mucha gente sigue muy vivo”.

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