Diario de Mallorca

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Desde Francia

Carta libre a la aventura

Cap Blanc-Nez, Côte d´Opale frente al Canal de la Mancha.

En la infancia, todo lo nuevo nos atrae, todo te asombra. Magnificamos cualquier situación y las nuevas experiencias nos dejan marca. Cuando marchas a vivir a otro país sucede algo parecido: el idioma, la cultura, la gastronomía, el clima, el paisaje€ todo es desconocido y diferente y cada situación nueva, por muy simple que sea, resulta excitante.

Cuando llegué al norte de Francia a finales del 2013, cualquier fin de semana o día festivo era una carta libre a la aventura. Por ello Cambrai era perfecta a nivel estratégico: una ciudad francesa a 45 km de la frontera con Bélgica y no muy lejos de otros países. Puedes despertarte un día en los canales de Bruges o Gant (Bélgica); al igual que travesar el Atlántico norte para cambiar de sentido y desembarcar en Canterbury (Inglaterra); descubrir fortificaciones en Tübinguen (Alemania); recorrer los desfiladeros en Echternach (Luxemburgo); perderte entre las calles empedradas de Maastricht (Holanda); o finalizar un triatlón en el lago de Gérardmer (Vosges, Francia). Es como visitar unas galerías de arte en el que puedes contemplar un cuadro con un mensaje y a pocos pasos (en mi caso kilómetros) tienes otro cuadro totalmente diferente con otro mensaje.

Una de esas obras de arte fue mi primera escapada a Wimereux, ciudad francesa al borde de la Mancha y donde desemboca el Wimereux, afluente que le dio el nombre a la misma. Como mallorquina que soy, me encanta estar cerca del mar, y para mi Wimereux fue como volver al hogar. Una estación termal con balcón a la Inglaterra; apenas 33km entre tú, el mar y los acantilados de Dover (Inglaterra).

Las mañanas ofrecen colores espectaculares entre sol y agua€ Muchos madrugadores se preparan con sus botas y guantes y, con un cubo en la mano, se lanzan a la caza del mejillón. Te permiten coger hasta 5kg por persona... ¡Sí, 5kg! Pequeños pero muy sabrosos, al vino blanco, con salsa de tomate, salsa aux maroilles o salsa de roquefort€ y sus patatas fritas. Fue en esa escapada donde hice las paces con este molusco.

Cuando las mareas suben y la arena desaparece, se pueden costear los acantilados hacia el noreste (desde el Cap Griz-Nez hasta el Cap Blanc-Nez) o al suroeste hasta el puerto pesquero de Boulogne-sur-mer. Cualquiera de las dos senderas te permite coser poco a poco el reborde de la costa y en ambas los elementos principales siguen siendo los mismos: senderistas arriba y char à voile abajo; dunas cambiantes por la brisa marina; restos palpables de la 2ª Guerra Mundial tal como bunkers o monumentos a los caídos; algunos bañistas valientes buscando el frío y algunas focas que se acercan a la playa buscando calor.

Desde entonces he podido volver varias veces y cada vez respiro el mismo aire de mar, de familia y paz; como un niño con su recuerdo de su primera acampada.

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