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Reportaje

Tragedia en Nantes: El accidente aéreo que conmocionó a Mallorca

Se cumplen 45 años del choque en pleno vuelo, en la vertical de Nantes, de un coronado de Spantax y un DC-9 de Iberia, en el que murieron una docena de mallorquines

Tragedia en Nantes: El accidente aéreo que conmocionó a Mallorca

El 5 de marzo de 1973, una tragedia provocó enorme conmoción en Mallorca, al conocerse que dos aviones habían colisionado en el cielo de la ciudad francesa de Nantes. Se trataba de un Coronado de Spantax, que cubría la línea Madrid-Londres, y un DC-9 de Iberia, que había despegado de Palma, también con destino a la capital británica. A bordo viajaban 61 pasajeros y 6 tripulantes. Ninguno sobrevivió. Mejor suerte corrieron los del Coronado, puesto que la pericia del comandante del avión posibilitó que aterrizara en un aeropuerto militar, distante 170 kilómetros, con un ala destrozada. El DC-9, al que el Coronado impactó por debajo, reventó, cayendo al vacío quienes viajaban en él. Una docena de mallorquines perecieron, entre ellos algunos sobradamente conocidos en la sociedad de la época: Ernesto March, gerente del Fomento del Turismo; Bartolomé Buadas, propietario del hotel Formentor; Domingo Murano, directivo de empresas turísticas; el matrimonio Parra-Balaguer; el empresario del calzado Lorenzo Marqués y Rosa Alemany, nieta de quien había sido alcalde de Palma y hombre de confianza del financiero Juan March, Luis Alemany.

Cuando se conoció lo ocurrido, a primeras horas de la tarde, la conmoción en Palma fue absoluta. La colisión de dos aviones en vuelo y la notoridad social de algunos de los fallecidos concedió a la tragedia una enorme dimensión. ¿Qué había sucedido? ¿Cómo había sido posible? Lo que sigue es el relato de quien fue director de operaciones de Spantax, Fernando Mateos.

Los controladores aéreos franceses habían convocado una huelga siendo sustituidos, por decisión del Gobierno, por controladores militares, por lo que volar por los cielos de Europa se había convertido en una aventura. La huelga, al principio limitada, pronto degeneró en una dejación casi total de asistencia a los aviadores, lo que obligaba a las compañías a buscar costosas rutas alternativas, a fin de evitar sobrevolar las zonas más conflictivas del espacio aéreo francés, llegándose a originar numerosas cancelaciones de vuelos programados por parte de las compañías de bandera: Iberia, Air France, Alitalia o Lufthansa; las compañías de vuelos no regulares, las charter, no disponían de esa opción, por lo que con grandes retrasos y acumulando pérdidas conseguían cumplir los compromisos contraídos con los fletadores. La gravedad de la situación llegó a tales extremos que el Gobiernpo francés se vio olbigado a decretar la intervención del Ejército de Aire, cuyos controladores sustituyeron a los civiles, siguiendo la directrices del denominado Plan Clement Marot, lo que aparentemente posibilitó que se recobrara la normalidad.

Comandante del Coronado

Sigue el relato de Fernanado Mateos rememorando que el lunes 5 de marzo, hacia las 2 de la tarde, se recibió por radio una apurada llamada del comandante Saavedra a bordo del CV990 BJC informando que por incidente grave en vuelo, cuya naturaleza no especificó, se desviaban de su ruta para efectuar un aterrizaje de emergencia en algún aeropuerto próximo a su posición, que rápidamente se identificó como la base militar de Cognac. Media hora después del primer contacto por radio, la tripulación del Coronado informó que había tomado tierra. El comandante Arenas, que pilotaba el avión, en los primeros minutos solo pudo concretar que el avión tenía graves daños, con su ala izquierda desgarrada como un muñón, después de perder como mínimo 7 metros, pero que afortunadamente el pasaje se hallaba en perfectas condiciones, sin que en ningún momento se hubiera desencadenado una situación de pánico, que milagrosamente acababan de sobrevivir tras colisionar con otro avión.

¿Qué había ocurrido? Los dos pilotos del Coronado de Spantax no sabían en los primeros instantes tras el encontronazo qué acontecía. Ocupados en su maniobra de giro del avión, se vieron de pronto sorprendidos por una violentísima sacudida, al tiempo que percibían algo parecido a una explosión. El avión, sacudido por una fuerte vibración, perdía la horizontal y bandeando sin control bajaba el morro en brusco y acelerado descenso. Los pilotos, aferrados a los mandos, consiguieron enderezar la nave estabilizándola, tras conocer por el mecánico de vuelo (apellidado Navas) que se había perdido un gran trozo de ala. Los pasajeros, conscientes de que algo grave estaba sucediendo, fueron tranquilizados por las azafatas, cuya jefa de cabina, Mariquiña Zaragoza, con una gran serenidad, calmó a los más asustados.

No tuvo tanta suerte el DC-9 de Iberia, puesto que el Coronado, siguiendo instrucciones erróneas de los controladores militares, colisionó con él desde abajo, precipitándose irremisiblemente contra el suelo y desintegrándose en pequeños trozos, lo que se saldó con la muerte de todos los que viajaban en él, cuyos restos quedaron esparcidos por la campiña de la pequeña localidad de La Planche, cerca de Nantes.

Las autoridades militares francesas trataron de defenderse evitando responsabilizarse del desastre, culpando del error de navegación a los pilotos del Coronado, lo que generó repetidos procesos judiciales, que se prolongaron a lo largo de años, con dos primeras setencias tan solo parcialmente favorables a Spantax. Fue en 1982 cuando los tribunales establecieron taxativamente la exclusiva responsabilidad del Estado francés, derivada de la errónea actuación del Centro de Control de Mont de Marsan, que había asignado "un nivel de vuelo idéntico a los dos aviones que convergían sobre Nantes" y "haber transmitido al piloto del Coronado instrucciones que no eran ejecutables", por lo que los pilotos de Spantax fueron exonerados de cualquier responsabilidad, "quienes informaron de sus intenciones al centro de control por la frecuencia que les había sido adjudicada habiendo solicitado instrucciones sin recibir respuesta".

La tragedia en Palma

Al conocerse en Palma el alcance de accidente y los nombres de las víctimas, se suscitó la previsible reacción de estupor y pesadumbre. No en balde, March, Buadas, Alemany y demás mallorquines eran personas muy conocidas. Los medios de comunicación de la época informaron ampliamente de la tragedia. Se habló de la colisión entre los dos aviones especulándose de cómo podía haberse producido. En 1973 los medios no disponían de las herramientas de hoy para obtener información y darla a conocer; además, en España, la censura seguía vigente, por lo que resultaba peliagudo indagar sobre la responsabilidad de los militares, aunque fueran franceses. La notoriedad de los fallecidos hizo que la atención se centrara en ellos en los días inmediatamente posteriores al accidente, en sus familias y en los funerales que se organizaron una vez repatriados sus restos.

Lo cierto es que la tragedia fue de exclusiva responsabilidad de los controladores militares, cuya falta de preparación para ordenar el tráfico aéreo civil era manifiesta. El Coronado no podía reducir la velocidad, tal como se le ordenó, porque, de hacerlo, entraba en barrena, caería como una piedra, por lo que el comandante realizó un giro para perder tiempo; al ejecutarlo, colisionó con el DC-9 de Iberia partiéndolo por la mitad. En las grabaciones de las cajas negras, según algunas informaciones, se escuchan gritos. El Coronado fue guiado por un avión militar francés hasta la base en la que pudo realizar el aterrizaje de emergencia.

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