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Marginalia y Can Gazà

Navidad en el mundo de la marginación

La marginación es un río alimentado por tres afluentes. Jaume Santandreu lo explica asegurando que la Navidad de los marginados sirve a las personas de buena voluntad

La nave del polígono de Can Valero es casi un congelador. En su interior se apilan muebles restaurados, ropa, incluso alguna de marca, cuadros de más que dudosa calidad, alfombras e incluso viejos aparatos de radio. Todo está a la venta. Justo en la entrada se ha montado un belén que, cómo no, obedece a los cánones de Marginalia, una de las organizaciones en la que se asienta el mundo de Jaume Santandreu, que monta guardia enbutido en una manta similar a un poncho sudamericano. Santandreu utiliza Marginalia para recaudar fondos vendiendo todo lo vendible que allí está a la vista del público. Junto a Can Gazá, Marginalia es la punta de lanza de su longevo operativo de rescate de quienes se han visto abocados a la marginación, a vivir en los lindes de la sociedad, a sobrevivir de lo que antaño se denominaba caridad pública. Al sacerdote no ejerciente que es Santandreu lo de cómo van a celebrar la Navidad las personas que en su mundo han hallado cobijo la parece una cuestión extemporánea, entre otras razones porque asegura que el centenar largo que está en Can Gazá, finca casi autosuficiente, aclara, se come bien a diario, pero ello no le impide afirmar tajantemente que “la Navidad es el tocacojones más descomunal para un pobre”. Las razones: “porque tienen familia con la que no se hablan; se olvidan a lo largo del año, pero viene la Navidad y la sociedad de consumo les recuerda que la tienen”. Sentencia que “la Navidad de los pobres no la necesitan los pobres, sino la gente de buena voluntad”.

Mientras, junto a quienes trabajan en Marginalia, hace de guía por la extensa nave, dibuja el nuevo mapa de la pobreza en Mallorca, al tiempo que, recordando lo que se dice en la misa, afirma que hay que vivir el mundo de la marginación “con él, por él y en él”. El mapa de la exclusión social constituye un río que “baja muy caudaloso, recibiendo agua de tres afluentes”. El primero es el de los nuevos pobres generados por la crisis, que ha pasado, pero ha dejado su marca. Ha tenido tanto impacto que ha modificado sensiblemente el perfil del marginado. Se trata de personas de más de 45 años que se han quedado sin trabajo, que ha consumido las ayudas públicas y ha visto como vivía una ruptura familiar; sin trabajo, ayudas y familia se ha quedado en la calle. Un proceso de destrucción moral que lo ha sumido en el alcoholismo. “De un parado a un marginado solo hay seis meses en un bar”, resalta Santandreu, a lo que asienten quienes están con él.

Nueva pobreza

Se trata de una nueva pobreza que necesita otro tratamiento. Son los nuevos marginados, los que van en busca de un bocadillo a la plaza de España. Esos nuevos pobres no encuentran solución en la beneficencia, que es la respuesta que se les da, porque a ese nuevo pobre, enfatiza Santandreu, no se le puede dar únicamente comida y cobijo, sino que requiere recuperar la dignidad perdida, que se recupera retornando al trabajo.

El segundo afluente del caudaloso río de la marginación es el de los nuevos yonquis, los que nuevamente están enganchados a la heroína y a la coca. Jaume Santandreu recuerda que “el yonqui clásico”, el surgido en las décadas finales del pasado siglo, había desaparecido. El chute había dejado de existir, pero ahora la aguja ha vuelto a hacer acto de presencia. En un año, el Metabus ha repartido en Mallorca 93 mil jeringuillas a cambio de la usada, y es solo una tercera parte. Desaparecida la heroína llegó la “época triunfal de la coca”, la que se procuraron gentes muy conocidas. Obtener coca suponía un problema de índole económica. “Si tienes dinero puedes consumir coca y continuar haciendo tu vida, incluso los que la hacen cara al público”, afirma Santandreu, pero eso es algo que pueden permitirse muy pocos; de ahí que la heroína haya vuelto a aparecer y la poca coca que pueden pillar se la inyectan. El problema se está agravando, haciendo que la marginación se acentúe.

Queda el tercer afluente, para Santandreu, “el más triste y desgraciado de ese mundo”. Es el del enfermo mental tirado en la calle, sin que haya nada para ayudarlos. Su situación, asegura, “es cruel y desesperada”, dado que no hay ningún lugar en Mallora al que se les pueda llevar. En las urgencias de la Seguridad Social se les atiende adecuadamente, pero únicamente cuando padecen un brote agudo de su enfermedad.

Al río de la marginación le dan su caudal unas tres mil personas de las que Santandreu atiende únicamente a un centenar, casi todas del “primer afluente”. Esas son las que “celebrarán” la Nochebuena en Can Gazá. Dice que el problema que tienen es cómo hacer que la cena sea un poco mejor que las del resto del año, puesto que en la finca “cada día comemos como si fuera Navidad”. En Can Gazá hay cerdos, gallinas, se cultivan verduras. “El problema que allí tenemos en Navidad es que no sabemosqué hacer”, ironiza.

Al pedirle que cuente cuál es la Nochebuena en Can Gazá, Santandreu considera más adecuado poner sobre la mesa, “la mesa de Navidad”, que los nuevos heroinómanos son más difíciles de tratar que los de la década de los 80 del pasado siglo. De entrada, mezclan heroína, coca y alcohol y, además, “caen desde arriba”, son “hijos de papá”, chicos de clase media, que tienen familias con vergüenza social que les tapan, que les consienten, agudizando el problema. “Los antiguos drogatas eran en su gran mayoría de clase baja, mientras que los actuales lo son de clase media, que incluso sus familias llegan a la ruina por meterlos en clínicas especializadas donde los buenos días ya te cuestan seis mil euros”, asegura.

Solución al “cáncer”

Santandreu asegura que ha hallado la solución al “cáncer de la marginación, que es el no hacer nada”. Ha demostrado, dice, que “la curación es posible”. Consiste en ofrecerles un trabajo de acuerdo con sus capacidades. En Marginalia se pone de manifiesto, al igual que en Can Gazá: el trabajo es lo que rescata a las personas de la marginación. “Aquí demostramos que la curación es posible”, afirma, explicando otra vez el significado del belén instalado en la nave, en el que el color amarillo, “en recuerdo de los presos políticos”, enfatiza, está presente.

Santandreu se queja de las dificultades para obtener ayudas públicas, necesarias para mantener a flote a Marginalia. El alquiler de la nave supone un gasto mensual de cuatro mil euros. Se vende poco, tal vez porque no se conoce lo que allí se puede adquirir, y las ayudas que deberían llegar de las Administraciones, están sujetas a unos procedimientos que las dificultan extraordinariamente. “No sé si tendendremos que acabar por cerrar”, deja caer.

La Navidad de los pobres, en eso anda ahora trajinando Santandreu, que invoca a la gente “de buena voluntad” para que colabore. “Si viene a comprar lo que ofrecemos en Marginalia las cosas mejorarán”, aduce. Algunos de los muebles que están a la venta son antiguos y de calidad. Obtienen un procentaje de la venta. Otros han sido restaurados, se han tapizado sillas, arreglado ropa. Todo lo que se expone en la atestada nave está a la venta. “Necesitamos el dinero para seguir adelante”, enfatiza Santandreu, al insistir en que “el río de la marginación lleva cada día más agua, agua turbia vertida por sus afluentes”.

Jaume Santandreu manifiesta que “vivo con los pobres y vivo de los pobres, lo que es esencial, puesto que si no viviese de los pobres ya no estaría aquí”. “El amor es un equilibrio de los egoísmos”, sentencia. Prosigue el recorrido por la nave, los comentarios elogiosos sobre las personas que allí trabajan, salpicados de otros sobre Can Gazá. En un momento dado deja caer que ha recibido una llamada telefónica del nuevo obispo de Mallorca, Sebastià Taltavull, llamada que asegura fue muy afable. Parece que el obispo tiene ganas de colaborar, a pesar de que Santandreu ha sido siempre un sacerdote sumamente incómodo para los prelados de la diócesis mallorquina. Con Teodoro Ubeda, al que recuerda con cariño, dice que mantuvo una larga relación llena de encuentros y desencuentros.

Proceso corto

Retorna a la situación actual de la marginación resaltando que el “proceso” que lleva a ella se ha acortado mucho. Insiste en destacar que la “nueva pobreza”, la generada por la crisis, “que puede haberse ido, pero nos ha dejado la mierda”, requiere cambios drásticos en la forma de tratarla, “ya que la simple beneficencia, como he dicho, no nos sirve, no es una solución, puesto que a las personas inmersas en esa nueva pobreza no las saca de la marginación; al contrario: las hunde más en ella. Recuperar la dignidad perdida, esa es la fórmula, a la que se llega con el trabajo. Santandreu lo intenta, en la cena de Nochebuena lo hablarán sentados en la mesa.

No quiere ser pesimista, pero asegura que soluciones drásticas no las hay, “porque requeriría como condición previa de un cambio social profundo que no se va a producir”. “Lo que nos proponemos, lo que queremos hacer, si nos dejan, -prosigue- es ofrecer la atención adecuada a los marginados, no limitarnos a la beneficencia, que es la que hoy concede la sociedad, sin plantearse la necesidad de ir más allá”. Reconoce que con los que están enganchados a la heroína es muy difícil, por las razones que antes ha enunciado, aunque insiste en que lo que no puede hacerse es quedarse cruzado de brazos asistiendo, como ocurrió en la década de los 80 del pasado siglo, a miles de muertes. Santandreu dice tajante que esa situación no puede volver a repetirse, que es imprescindible actuar.

¿Cómo se cae desde arriba? La respuesta de Santandreu es nítida: caen los que no han tenido la suerte de disponer de los medios económicos para poder seguir consumiendo coca. “Se necesita tener mucho poder económico para hacerlo, estar en la posición de algunos que están en la mente de todos, por lo que quienes no poseen los medios caen desde arriba, desde una situación de clase media muy distinta a la de los heroinómanos de antes, que se generaban en las clases más bajas”, afirma. El perfil de los nuevos heroinómanos ha hecho que las dificultades se acrecienten, porque también hay que luchar contra el ocultamiento.

El propósito era que Santandreu diese cuenta de cuál es la Navidad de los marginados, si la celebran y cómo lo hacen, pero el sacerdote no ejerciente, ha preferido explicar cuál es hoy la situación de la marginación en Mallorca, quiénes se ven envueltos en ella y lo que hace para rescatar de la misma a los que puede. Eso sí, afirma que la cena de Nochebuena se hará en Can Gazá, que será mejor que las habituales, pero que allí casi siempre se come como en Navidad, gracias a lo que producen y a la generosidad de algunas personas que colaboran con la institución. “Que vengan a comprar a Marginalia, que nos ayuden y que vean el belén que hemos instalado”, dice Jaume Santandreu, “que compren y observen detenidamente nuestro belén”, reitera.

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