El granado, árbol de vistoso colorido cuando está en flor, produce su fruto a finales de otoño. De su antigüedad, nos da una idea el hecho que venga citado varias veces en la Biblia. Tiene un gran valor simbólico en varias culturas.
A la granada se le atribuyen múltiples propiedades terapéuticas. En los últimos años se destacan sus cualidades como antioxidante y anticancerígeno (especialmente en los tumores de mama y de próstata), excelente antiinflamatorio, diurético y elemento limpiador de las arterias, entre otras. Algunos médicos recetan hoy día zumos de granada para fortalecer el organismo frente a alguna de las enfermedades citadas. Desde antiguo se considera además que favorece la fertilidad y que es afrodisíaca.
Puede que el granado llegara a la isla de la mano de los romanos -que ya lo conocían- pero consta que fueron los árabes quienes lo introdujeron en nuestra cultura. Curiosamente, es en la zona de habla catalana, donde más enraizó su cultivo y más se extendió su consumo.
En nuestra gastronomía, aparte de consumirse como postre y en ensaladas, integra salsas memorables que acompañarán aves de caza como el tordo y la perdiz o la carne de cordero. Pero quizás la más conocida sea la salsa de granada agria para asociar a la lechona. A ello hay que añadir la confitura de granada (dulce y agria) y el licor elaborado con alcohol o con aguardiente.
