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Refugios antinucleares en Nueva York

La reciente escalada de tensión entre Corea del Norte y los Estados Unidos ha devuelto el protagonismo a unos elementos arquitectónicos situados en los sótanos de Nueva York que habían permanecido olvidados durante décadas, los refugios antinucleares. En la ciudad hay todavía miles de esos refugios, prácticamente todos abandonados, olvidados o convertidos en almacén.

Hay también otra reliquia de la Guerra Fría situada en Queens. En la exposición universal que tuvo lugar en Nueva York durante los años 1964 y 1965 una de las atracciones fue la Underground Home, el hogar subterráneo. Esa lujosa casa modelo no obtuvo la acogida comercial que su creador, el constructor tejano Jay Swayze había imaginado, y durante toda la exposición no se vendió ni una sola vivienda. Aunque existía el compromiso de desmantelar todas las instalaciones al finalizar el evento, existen serias dudas de que el constructor retirase la estructura de hormigón y ahora hay quienes pretenden excavar el parque Flushing Meadows-Corona de Queens y recuperar la vivienda. Hay constancia de que se retiraron los muebles y se vació su interior, pero no se ha podido documentar que se retirase la estructura, que con toda probabilidad permanece enterrada bajo el actual parque.

Durante la administración de Kennedy, coincidiendo con la crisis de los misiles que enfrentó Cuba y los Estados Unidos, desde la administración americana se animó a que los estadounidenses crearán una red privada de refugios antinucleares. El gobierno se encargaba de su aprovisionamiento pero no de su mantenimiento ni de su construcción. En el año 1963, en Nueva York se contabilizaron 17.000 refugios y, teóricamente, esos refugios podían alojar hasta 12 millones de personas. El gobierno federal financió de forma breve un programa para proporcionar víveres para que los hipotéticos supervivientes a una bomba atómica pudiesen sobrevivir durante dos semanas. Las dosis eran de 700 calorías por persona en forma de galletas, caramelos y otros productos alimenticios.

A principios de los años sesenta aproximadamente se distribuyeron unas 150.000 toneladas de comida enlatada que abastecieron unos 100.000 refugios repartidos por toda la geografía estadounidense. El programa nació con muchas dudas sobre su efectividad real en un caso de catástrofe nuclear. Ya en 1969 el gobierno federal decidió no continuar con el esfuerzo económico y optaron por no proporcionar más comida ni medicinas para los refugios. En 1976 finalmente se reconoció que había una gran posibilidad de que toda la comida ya se hubiese vuelto rancia y anunciaron que podía ser descartada. La recomendación recordaba que mantas, equipo médico y medicinas debían conservarse.

Todavía hoy existen en Nueva York miles de refugios y que se encuentran debidamente señalizados con el símbolo de tres triángulos amarillos sobre un círculo negro y fondo amarillo. La práctica totalidad de los refugios se han abandonado o han sido reutilizados como almacén. En un hipotético ataque nuclear cuyo objetivo fuese la ciudad de Nueva York, con toda seguridad ninguno de esos refugios que todavía hoy existen sería de utilidad alguna.

Los refugios subterráneos se situaron en el centro de los rascacielos y en los sótanos de bancos y de otras instituciones. Hace unos años debajo del Brooklyn Bridge unos trabajadores encontraron un refugio abandonado y completamente equipado con comida y objetos para los primeros auxilios.

Muy poco tiempo después de la creación de los refugios, todavía en la década de los sesenta, numerosos estudios demostraron que esos espacios eran más útiles para calmar el miedo a un ataque que una solución práctica. Algunas críticas mencionaron que desde un primer momento la administración pública fue consciente del limitado beneficio que podría tener un refugio antinuclear, más allá de ofrecer una impresión de que se estaba trabajando para afrontar un eventual ataque. Se intuía que en el caso hipotético de una que una bomba atómica explosionase en la ciudad de Nueva York, la ciudad quedaría destruida. Ya en 1961 el New York Times criticó al entonces presidente Kennedy por su discurso alarmista. Escribió que "si usted asusta a la población con su discurso sin tener una idea y política clara de acción, está creando problemas". Las consecuencias psicológicas de una estancia de dos semanas con decenas de personas en un refugio nunca se calcularon con seriedad.

Esos miles de refugios que existen todavía hoy en Nueva York están señalizados con el símbolo de tres triángulos amarillos sobre un círculo negro y fondo amarillo con las palabras Fallout shelter, todo en mayúsculas. En esa señalización hay una flecha que indica la dirección donde se encuentra situado el refugio y la capacidad del mismo. La mayor parte de esas placas metálicas ya han perdido su color e incluso algunas han sido pintadas del mismo color que la fachada. Existe un modesto mercado de segunda mano de estas placas: en internet están a la venta por unos cuarenta dólares. Se han convertido en un objeto de decoración en algunos sótanos, pero para la mayor parte de la población pasan completamente desapercibidos.

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