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Guerra Civil

El pacto de no intervención que derrotó a la República

Con toda impunidad Alemania, Italia y Portugal ayudaron a Franco, mientras que las democracias giraron la espalda a la España. El llamado Pacto de No intervención tuvo un papel crucial en decantar el conflicto en contra de la República

Despedida de las brigadas internacionales en Barcelona.

Uno de los capítulos más vergonzosos de la Guerra Civil Española, y que fue factor decisivo en la derrota de la República Española, fue el denominado Pacto de No Intervención, creado por iniciativa del Comité de Londres, a nivel exterior, con la intención de evitar la internacionalización del conflicto, cuando en Europa la Alemania nazi y la Italia fascista ya amenazaban su paz, y con una Gran Bretaña, primera potencia europea en aquel tiempo, opuesta a cualquier movimiento expansionista del comunismo. Su no cumplimiento favoreció, desde que Mallorca se consolidara como el bastión inexpugnable del general Franco, jefe del bando insurrecto, gracias a Italia, después de frustrar el intento del desembarco republicano en playas del Llevant de la isla. Pocos discuten que la isla, convertida en la más importante base aeronaval de Franco y única en el Mediterráneo hasta el corte de la zona republicana en dos con la llegada de tropas italianas a Vinaroz (Castellón) el 15 de abril de 1938, fuera pieza clave en el bloqueo aéreo y naval del Mare Nostrum, que ayudó a forjar en el mar la victoria franquista. El apoyo casi sin límite de Mussolini y Hitler fue esencial para las tropas de Franco, especialmente al liquidarse en favor de los rebeldes el frente del Norte al caer Asturias, en octubre de 1937. Tampoco se puede negar que fue uno de los máximos errores republicanos no recuperar Mallorca, como no convertir Menorca en sus manos en una amenaza contra ella, cuestión que naufragó por la falta de medios navales y aéreos, como de voluntad política. Lo que es evidente es que Mallorca fue una de las principales bazas de Franco en la derrota republicana, mientras Inglaterra y Francia se hacían el sueco.

Mientras que, desde un principio, Franco tuvo la inmediata ayuda de Hitler y Mussolini, a los que se unió el Portugal, gobernado por dictador Oliveira Salazar, la España republicana buscó auxilios en donde pudo, incluyendo el trato con intermediarios y traficantes sin escrúpulos, pagando siempre a precio de oro. Gran Bretaña, supuestamente neutral y liderada por los conservadores que en realidad eran contrarios a un posible régimen comunista en España, actuó contra la II República siempre que pudo, mientras que su oposición laborista se limitaba a apoyar las manifestaciones públicas y poco más. Incluso, en esta maniobra gubernamental británica contra la España republicana, está el caso del Banco inglés British Overseas, actuando en la sombra Juan March, que cortó de golpe los envíos de dinero a las delegaciones diplomáticas de la República en el exterior, a partir del 4 de abril de 1938, provocando un auténtico caos económico para embajadores y cónsules en el extranjero durante muchos meses. Ante esta caótica situación, la República, a través del Banco de España, tuvo que recurrir a Moscú de nuevo, como lo había hecho en otoño de 1936 para adquirir armamento, si bien en esta vez fue para utilizar su sistema bancario que operaba en el exterior, consiguiendo salvar algo la grave situación. En cuanto a Francia, aliada de Londres y gobernada por el Frente Popular liderado por el socialista León Blum, tuvo que suspender de inmediato las ventas de material de guerra, especialmente aviones a Madrid, nada más iniciarse la rebelión militar en África, ante el vendaval político que sufrió por parte de la ultraderecha gala como de Londres, que velaba por sus importantes intereses mineros e industriales en España. Ante esta situación desesperada, Madrid se vio obligada a echarse en manos de la URSS, si quería recibir armamento y carburante, especialmente, cuyas primeras entregas, en Cartagena, se realizaron en octubre de 1936. Una ayuda, que nunca Moscú reconoció al igual que los que ayudaban al bando franquista. El pago tenía como garantía más de las dos terceras partes de las reservas de oro del banco de España, que se enviaron rápidamente a Moscú.

Ayuda de Mussolini. Italianos en España.

Ante la internacionalización de la guerra española, que podía poner en peligro la paz en Europa, fue Francia la que tuvo la iniciativa de proponer la creación de un Comité de No Intervención, con total apoyo británico, al que se sumaron diversos países, en un intento de acelerar la finalización del conflicto español, proponiendo algunos como solución un armisticio, con la partición en dos del territorio español, algo inadmisible para ambos bandos. Paralelamente a la solicitud de ayuda militar a Italia, delegados de Franco volaron a Alemania, entrevistándose con Hitler, en Bayreuth, durante los festivales wagnerianos, el 27 de julio de 1936. Al final de la reunión, el dictador nazi accedió a suministrar ayuda bélica a Franco, reconociéndole ya como máxima autoridad del bando sublevado. El pago de los envíos de armamento y materias primas germanas a Franco se realizaron a través de las empresas HISMA y Rowak, si bien el gran contingente de aviones recibidos por el bando rebelde durante la guerra se gestionó a través de la Legión Cóndor, unidad de voluntarios alemanes que actuaron en España, y con total autonomía. La ayuda militar italiana se recibió a través de la compañía SAFNI, la cual fue abonada de inmediato en sus inicios. En cuanto a los primeros aviones italianos recibidos en Mallorca para neutralizar el desembarco de Bayo en sus playas de Llevant, su compra la realizó Juan March, pagándola a través de divisas y especialmente oro, tanto de donaciones particulares y colectas públicas.

León Blum, ante las presiones de Inglaterra, planteaba en las reuniones para conformar un Comité de no Intervención, durante el 24 y 25 de julio del 36, en Londres, acompañado de su ministro de Asuntos Exteriores, Ivon Delbos, una fórmula de entendimiento con su homónimo británico, Neville Chamberlain y el jefe del Foreign Office, Baldwin, para solucionar el conflicto español, que resultó un auténtico fiasco. La representación británica, deliberadamente, exageró la gravedad del momento, así como la espiral bélica que podía suponer la cooperación gala con la España leal. De la citada reunión londinense, en donde se quería alejar el fantasma de una nueva guerra en Europa, salió un León Blum domado por su aliado británico y acosado por las fuerzas ultraconservadoras francesas, declarando el 25 de julio: 'no es preciso intervenir en el conflicto español', desdiciéndose públicamente de la promesa inicial de ayudar a la República. De todas maneras, Francia no renunció a los 150 millones de dólares, adelantados por el Gobierno de Madrid, como pago a un suministro de armamento, que en parte no llegó, pues la frontera francesa con España se cerró el 13 de agosto de 1936.

Legionarios en aviones alemanes que actuaron en España.

Tras el fracaso del desembarco republicano en Mallorca, gracias a la ayuda italiana, especialmente aviones, rompiendo claramente su neutralidad, Italia inició el envío masivo de armamento y voluntarios a los sublevados. El que Mussolini viera frustrado su sueño de convertir Balears en territorio italiano, por la fuerte presión británica, no impidió que el puerto palmesano recibiera durante la guerra unidades navales de la regia Marina, como vitales envíos marítimos de material de guerra. Al final de la guerra civil española Italia había movilizado, entre julio de 1936 y abril de 1939, en el Mediterráneo Occidental, incluido el bloqueo naval del canal de Sicilia, ruta de los buques con carga para la República, procedentes del Mar Negro, hasta 189 buques de guerra. Paralelamente, vendió al gobierno de Burgos dos modernos submarinos, cuatro anticuados destructores y varias lanchas rápidas a la marina franquista, a la vez que convertía el mallorquín Port de Sóller en vital base naval rebelde, especialmente submarina. En contrapartida, y a modo de aviso para que las ambiciones del Duce sobre Mallorca no fueran a más, Francia y el Reino Unido enviaron unidades navales de patrulla al mar balear. Por su parte, la marina alemana tuvo también alta presencia en el Mediterráneo. No hay que olvidar que varios países enviaron buques de guerra Palma, como a otros puertos republicanos, para evacuar, respectivamente, a compatriotas residentes.

Como Italia, su aliado Alemania se saltó a la torera cualquier prohibición de ayudar a las fuerzas franquistas. Ambas naciones estuvieron en la firma de la creación del comité de No intervención en España, operativo a partir del 20 de abril de 1937, aunque de inmediato resultó papel mojado. Al publicarse dicho compromiso, el gobierno republicano realizó una enérgica protesta, al considerar que de facto se reconocía la beligerancia de los sublevados, colocándolos a su misma altura legal a nivel internacional, negándole como Estado soberano a recibir material de guerra del extranjero, quedando así indefensa, mientras la Sociedad de Naciones dormía la siesta. Y si bien, en el inicio de la puesta en vigor del pacto, parecía que se hacía menos visible la ayuda exterior a ambos contendientes, esta no decayó, siempre mayor en el bando sublevado. Junto al suministro de armamento a ambos contendientes, otro aspecto que hizo correr mucha tinta fue la de los voluntarios extranjeros que llegaron a ambas zonas, como militares italianos, alemanes y portugueses con Franco y las brigadas Internacionales organizadas por la Internacional Comunista, en las filas de la República. Finalizada la batalla del Ebro, con la derrota republicana marcando ya el fin de la guerra a favor de Franco, la mayoría de internacionales que quedaban y varias unidades fascistas italianas salieron de España. En cambio, la Legión Cóndor alemana se mantuvo en acción hasta el final de la guerra, igual que otras unidades italianas. Debido a que el Comité de no Intervención seguía siendo ineficaz, entre el 9 y 14 de septiembre había organizado en septiembre de 1937, en la localidad francesa de Nyon una conferencia para tratar de la indefensión marítima de buques extranjeros que carga a la República, intentando evitar ataques y apresamientos de los barcos mercantes no pertenecientes a los dos bandos beligerantes, en donde los submarinos italianos eran muy activos. El Comité de No Intervención tampoco movió un dedo para frenar la vital ayuda norteamericana a los rebeldes, a cargo del radical Henry Ford, y participando otras compañías automovilísticas USA, que enviaron 12.000 camiones a Franco. Respecto al carburante, TEXACO, petrolera dirigida en aquel tiempo por el radical y pro nazi Torkild Rieber, le suministró con creces, 'cobrando cuando se pudiera'. El presidente estadounidense Roosevelt reconoció, demasiado tarde, su equivocación en mantener su absurda neutralidad, ya que se lavó lavándose las manos en los envíos de carburantes a la España rebelde, presionado por los elementos católicos más radicales de los EE UU. Juan March también intervino en la ayuda estadounidense al gobierno de Burgos.

Acorazado Deutschland fue bombardeado por aviones de la República y provocó la airada reacción de Hitler.

Uno de los incidentes más graves producidos durante la Guerra Civil fue el bombardeo al acorazado alemán de bolsillo Deutschland, realizado por aviones republicanos Katiuska, tripulados por rusos, al que confundieron con el crucero rebelde Canarias, cuando estaba fondeado cerca del puerto de Ibiza, a una distancia inferior a la autorizada. Murieron 22 tripulantes, resultando otros 70 heridos. La reacción de Hitler fue la de atacar el puerto de Almería por el acorazado Admiral Scheer y cuatro torpederos, produciendo unos cuarenta muertos y afectando a 140 edificios. Londres y París evitaron inmiscuirse en esta acción punitiva nazi, dentro de la carrera para la II República española, mientras que Alemania en la España en guerra tener un eficaz banco de pruebas para su moderno armamento, de cara a su revancha en Europa, a la vez que Italia pudo desplegar aviones y su flota por buena parte del Mediterráneo.

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