Las anécdotas e historias de los años que resultaron difíciles para la gente del mar -los pescadores y sus familias- son interminables y darían para un comentario semanal a lo largo de meses.
Un pescador del Port d´Alcúdia recuerda como durante la parada invernal se dedicaban, aparte del campo como asalariados, a preparar nasas para capturar langostas. Al vivir una economía de subsistencia, las fabricaban a partir de cañas finas de s´Albufera, los juncos que salían en el lecho del Torrent de Na Borges y las cuerdas que trenzaban a partir de carrizo, seco y soleado, recogido en las montañas próximas.
Al cobrar en especies, las mujeres de la familia iban a pie hasta Sa Pobla, con un covo encima de la cabeza lleno de pescado, entre otras cosas porque "tenían mejor voz" que los hombres. Lo importante no era el dinero, sino tener suficiente pescado para intercambiar con verduras y productos de la huerta poblera; lo ideal era llegar al puerto con un ranxet de pescado con las cabezas atadas a un hilo para poder alimentar a padres, hermanos y abuelos. Muchas veces nos esperaban ansiosos -cuenta uno de ellos- en el muelle. El patrón de la barca hacía unos montones del pescado capturado y los distribuía para cada uno. Cerraba los ojos y girándose para otro lado y señalando un montón decía: "Este rancho es para€" e iba a parar al que señalaba con el dedo. Un auténtico sorteo.
