Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Oblicuidad

Un programa de toros sin sangre

Un programa de toros sin sangre

La sangre es un componente esencial de la tauromaquia, su razón de ser en cuanto que se mata a un animal de 500 kilos con objetos punzantes. Sin embargo, contemplo con aplicación el programa dedicado los sábados a mediodía por La 2 a la fiesta sangrienta nacional, y me sorprende la ausencia del líquido elemento. La claudicación de la afición taurina no consiste en la supresión de los festejos, sino en su maquillaje para hacerlos digeribles a las almas animalistas. Con las esencias no hay consenso posible, ni imaginable siquiera.

Un programa de toros sin sangre equivale a un día sin escándalo de corrupción del PP. La ausencia de imágenes escabrosas pasa desapercibida en principio al espectador. Conforme avanzan los reportajes y crónicas, un recuento mental avisa de la extirpación de las escenas de muerte. El toro no es arrastrado en pantalla, se modera el castigo excesivo de los picadores, las estocadas parecen diseñadas por Hollywood para no escandalizar a las audiencias masivas.

Las corridas de toros se han hecho vegetarianas. O posconciliares, para establecer un analogía con las otras retransmisiones de culto aparcadas en La 2. La eliminación de la sangre sobre la arena parece un guiño a Podemos, para que no apuntille la continuidad televisiva del espectáculo con una pretensión maximalista. Por supuesto, la supresión sanguínea no solo paga el precio del falseamiento del ritual. Se percibe una descompensación, como si los animales renquearan. Amanecen lozanos en pantalla, se les brindan toda suerte de capotazos y desaparecen sin que se aclaren los trámites que han conducido a su extinción.

Los toros ya no babean con la cerviz hundida ante la cámara. La humillación del animal ha desaparecido, en un aggiornamento del espectáculo que desarma al torero con la pretensión de desarmar a los antitaurinos. La televisión del régimen explora la diferencia entre la pornografía y el erotismo taurinos. Dentro de la política de civilización de la fiesta, se concede una importancia inusual a los indultos excepcionales de los astados. Se diría que sobreviven cinco de cada seis, en vez de uno de cada seiscientos.

El ejemplo más inmediato de lavado de imagen sin pérdida de visión comercial emparenta al toro c0n el tabaco. También la tauromaquia se considera culpable, así que estiliza y desangra las corridas para ofrecer una visión liofilizada. Sobrevive a cambio de sacrificar sus raíces, también aquí la convicción ha cedido ante la conveniencia.

Compartir el artículo

stats