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Desde Francia

Doble lectura

Doble lectura

El resultado de la primera vuelta de las Presidenciales tiene como mínimo una doble, por no decir triple, lectura. Por un lado el triunfo claro de Macron no por esperado - por una vez las encuestas no han errado el tiro - deja de ser sorprendente. Nunca en la historia de la V República, un candidato sin partido, su formación "En Marcha" se creó ad hoc para estas elecciones, y con un limitado recorrido político, - primero como consejero de Hollande y luego como ministro de Economia e Industria durante dos años, todo en apenas un lustro - había conseguido llegar tan lejos. Es cierto que su currículo ecléctico y brillante, que va desde la Filosofía y las ciencias sociales hasta la economía, pasando por la elitista ENA (Ecole Nationale d´Administration) para desembocar en una breve, pero intensa, inmersión en el mundo de las finanzas (Banca Rostchild) delatan una sensibilidad e inquietud raras, como de niño prodigio. Su juventud y su falta de experiencia - criticadas por los candidatos bien anclados en el sistema- han constituido al final un plus, un atractivo para el electorado, que le ha permitido plantarse en la segunda vuelta sin casi despeinarse.

Pero lo ajustado del "score" - 23´86% contra 21´43% - invita a la prudencia. Todas las encuestas le son favorables, lo sitúan como vencedor, como virtual Presidente en virtud del no pasaran, de la tácita alianza anti Le Pen, pero hay aun muchas cosas en juego, y lo del próximo domingo será todo menos un paseo. Porque ha llegado el momento de valorar, triste evidencia, la espectacular progresión de la extrema derecha. Es decir, la sorpresa Macron, no debe, ni puede, velar la impresionante progresión del Front National: casi 8 millones de franceses han votado/optado por el programa patriótico-catastrófico (anti Europa, anti Islam, anti Inmigración) de Marine y eso asusta, como para ponerse a temblar. La diferencia entre los dos finalistas es inferior al millón de votos, margen muy estrecho pues como para cantar victoria.

Otro elemento a tener en cuenta es la eliminación de los dos candidatos de los partidos tradicionales, la derecha Republicana y la izquierda socialista que venían jugando a la alternancia desde que De Gaulle abandonó el escenario. Sin duda un anuncio de que los tiempos están cambiando, de que la gente quiere caras y modos nuevos. En el momento de analizar las razones de tal seísmo, no queda otra que constatar el fracaso de las primarias. Unas primarias que si bien movilizaron al electorado afín, especialmente en el caso de la derecha, dieron con la elección del candidato erróneo: Fillon y sus affaires (cuando Juppé estaría hoy probablemente en la segunda vuelta), Hamon y su utópico programa (una cosa es tomar el partido por asalto y otra presentarse a unas Presidenciales). En el caso de Los Republicanos tendríamos que añadir el inquietante bandazo, todo a la derecha, operado hace unos años por Sarkozy. Una derecha radicalizada y con relevantes sectores reaccionarios, que pese a la noble llamada de Fillon tras la derrota en favor del voto anti Le Pen, hará seguramente oídos sordos a ese consejo y optará por apoyar a la candidata del FN o por la abstención. Para Los Republicanos solo queda el consuelo de refugiarse en las legislativas de Junio, para (una vez crucificado Fillon) curar heridas y tratar de recuperar terreno. El PS sin embargo entrará en una zona de turbulencias, terreno desconocido y pantanoso, nadie da un duro por el futuro del partido dividido en mil facciones.

Finalmente, una mención al mal perder de Mélenchon. Su opción insumisa, alianza de ecologistas, comunistas e izquierdas extremas, nació en principio para borrar del mapa a los socialistas - objetivo cumplido en parte - pero tras quedarse en las puertas del asalto al poder, no sabe ahora que hacer, ha perdido el rumbo. El líder supremo, el comandante Mélenchon no ha pronunciado aun consigna de voto, oscuro y turbio silencio.

En una semana tendremos el desenlace de estas apasionantes elecciones, pero ojo al dato el electorado está mas disperso, escéptico y fragmentado que nunca. Macron necesita de un triunfo amplio, rotundo, para que la nación sea gobernable..

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