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Con otra cara

De botellón

De botellón

Mi crío se fue el otro día de fiesta. Normal, dirán. Claro, pero no estoy hablando de una fiesta al uso, sino de un macrobotellón en Alicante con motivo de la festividad de Santa Faz que reúne a miles de jóvenes, muchos de ellos menores, que se ponen hasta arriba de mezclas de alcohol de diferentes colores desde las 9 de la mañana. El niño, de 19 años, volvió a primera hora de la tarde en buenas condiciones lo que no me sorprendió porque no lo he visto borracho jamás y porque asegura que bebe con moderación. Y yo, sin ironía, le creo. Supongo que, como yo, la mayoría de padres y madres confían en sus hijos, piensan que son otros los que se ven tirados en los bordillos, los que vomitan y orinan en medio de la calle y los que acaban en el hospital.

Cualquier padre o madre responsable, y déjenme creer que la gran mayoría lo son, no dejaría salir a sus hijos a la calle si pensara que se van a beber media botella de ron o a ponerse ciegos de hachís. Sin embargo, no solo durante las fiestas sino todos los fines de semana, en todos los puntos de España, se organizan botellones más o menos masivos, o se bebe en las casas, en los bares o en los coches y miles de jóvenes de todos los ámbitos culturales y sociales acaban vomitando en las esquinas, haciendo eses, o -afortunadamente en muy pocos casos- muriendo por un coma etílico. Cuando esto ocurre nos preguntamos en qué estarían pensando esos padres para no haber tomado medidas antes. Negamos que podamos vernos en esa situación porque nuestros hijos son más responsables que esos alocados que salen en las fotos de los periódicos bebiendo a morro de la botella de ginebra, y nos olvidamos de que esos chicos y chicas también tienen padres que confían en sus retoños tanto como nosotros.

Claro que en estas situaciones los padres tenemos gran parte de culpa, pero quizá no sea tanto por dejarlos salir y esperar que se comporten bien, sino por el ejemplo que les hemos dado. ¿Qué han visto nuestros hijos en casa desde que nacieron? Domingos de barbacoas en las que corre la cerveza a mares; fiestas en el pueblo en las que los papás han acabado haciendo la conga con los amigos tras haber bebido más de la cuenta delante de sus hijos; bodas, cumpleaños, bautizos y cualquier sarao que se precie regado con vino, cerveza y copas en las mesas consumidas con alegría por los adultos que incluso animan en un momento dado al niño de 13 años a brindar con cava por los novios, aunque sea un sorbito... ¿Y nos extraña que identifiquen diversión con alcohol?

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