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360 grados

Un futuro sin trabajo

Un futuro sin trabajo

Por ilusiones que nos hagamos sobre un futuro en el que seguirá habiendo suficiente trabajo para la mayoría, sólo que gracias a la revolución digital cambiará de modalidad, lo más probable, por no decir seguro, es lo contrario. Lo estamos viendo ya y es una tendencia que se intensificará rápidamente: los robots asumirán muchas de las tareas -y cada vez más complejas- que hoy ejecutan los humanos y harán cada vez a la gente más superflua desde ese punto de vista.

Y con la escasez creciente de ofertas laborales, crecerá el poder de los empresarios mientras disminuirá la capacidad negociadora de los trabajadores, obligados ya muchas veces a aceptar empleos que les disgustan por salarios de miseria. ¿No vemos cómo se "flexibiliza" el trabajo, disfrazando de "autonomía" lo que no es sino pura y llama explotación de muchos, que no tienen más remedio que aceptar empleos temporales o a tiempo parcial si quieren llevar a casa algo de dinero?

Si ese proceso de robotización es, como parece, imparable mientras la riqueza obtenida de lo producido se concentra cada vez en menos manos, lo más sensato, opina el australiano Tim Dunlop, sería luchar para que ese futuro "sin trabajo" llegue cuanto antes en lugar de desgastarse en un combate inútil contra él. En un libro titulado en inglés Why the future is Workless? (NewSouth Publishing), Dunlop repasa, antes de llegar a esa conclusión, distintas perspectivas sobre el futuro del empleo, entre ellas la que califica de "business as usual" (seguir como hasta ahora).

Ésa significa, explica el autor, seguir confiando en que el mercado lo resolverá todo, posición que defienden muchos economistas y esa clase política "globalizada" que se ha beneficiado del capitalismo neoliberal. Son los que hoy se felicitan de la irrupción de las plataformas digitales como Uber, que pretenden acabar con las rigideces del mercado y posibilitan la libre contratación de determinados servicios por parte de los ciudadanos.

Pero el funcionamiento de esas plataformas, que garantizan unos ingresos siempre variables, no sería posible sin la existencia de tanta gente que, al no encontrar un empleo estable, ve en ellas la única forma de sobrevivir aunque sea poniendo su propia herramienta de trabajo y a cambio de renunciar a sus derechos laborales. Están por otro lado los nostálgicos de esos años que los franceses llaman "los treinta gloriosos" (desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la crisis del petróleo de 1973), que piensan que sería posible mantener un elevado nivel de empleo con jornadas laborales más cortas gracias a la automatización, pero sin renunciar a las garantías y protecciones sociales.

El problema es que, al ritmo actual de sustitución de los trabajadores por máquinas, que además no hacen huelgas para mejorar sus condiciones laborales o reclamar elevaciones salariales, no habrá, llegado un momento, empleos suficientes que ofrecer. De ahí que Dunlop abogue como conclusión por reestructurar la economía en torno a un sistema que deje de deje de basarse como hasta ahora en el trabajo asalariado y que deje además de considerar éste como una de las características definitorias del hombre (o la mujer) de provecho.

Pero ello sólo será posible, nos advierte, si se introduce la llamada renta básica universal, como proponen ya muchos: es decir unos ingresos regulares que el Estado garantiza a cada ciudadano con independencia de su nivel de renta y de que quiera o no trabajar. Asegurados esos ingresos mínimos, que le garantizan por lo menos no morirá de hambre, cada individuo podrá decidir si acepta o no un determinado trabajo cuando se le ofrezca, si emplea el dinero ahorrado para abrir su propio negocio, o si se dedica a filosofar, a crear, a inventar o a trabajar en beneficio de la comunidad.

La renta básica universal, que muchos economistas consideran ya perfectamente viable, pues se trata sobre todo de un problema de mejor reparto de la riqueza, garantizará además a las mujeres, ya sean amas de casa o no, una mayor seguridad en todos los sentidos. El que termine imponiéndose o no dependerá en cualquier caso de una decisión no técnica, sino política.

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