Reunir en vinos blancos mallorquines de uvas autóctonas con otras foráneas, especialmente francesas, está dando resultados tan interesantes como agradables a consumidores abiertos nuevas experiencias, especialmente a la nariz y el paladar. Con la autorización de la variedad blanca isleña Giró Blanc, la cual tardó demasiado en llegar, otra de las incongrüencias de burocráticas de Madrid, como está sucediendo con otras, se ha recuperado una nueva dimensión de los vinos blancos de Mallorca. Una cierta proporción de esta variedad entra en la elaboración del Golòs 2015, de la bodega Miquel Gelabert (Manacor), que se combina con la Resling y la Moscatel, más una reducida proporción de la Viognier. Entre un 30 y 40% de este vino permaneció cuatro meses en barricas francesas. Muestra un tono trigueño ligero. Emite al olfato notas cítricas, de frutas blancas y florales. Su paso por el paladar es de frescura, mostrando una acidez equilibrada.
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La cata