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Almudaina

Fernando el Católico: Rey de una Mallorca desploblada y endeudada

El profesor de Historia Moderna de la UIB Eduardo Pascual, ha publicado el ensayo "Fernando el Católico, rex Majoricarum", en el que se estudia la vinculación del monarca que unificó España con la Mallorca del siglo XV

Corre el año del Señor de 1469 cuando se da el primer paso para la unificación de los reinos de las Españas bajo una misma corona al contraer matrimonio Isabel de Castilla con Fernando de Aragón, los que en la historia serán conocidos como Reyes Católicos. Diez años después, en 1479, muere, a la avanzadísima edad para la época de 80 años, prácticamente ciego, el padre de Fernando, Juan II de Aragón, con lo que su hijo hereda los reinos de la Corona de la Confederación Catalano-Aragonesa. Fernando pasa a ser el monarca del Reino de Mallorca. Aquí arranca el ensayo del profesor Pascual Ramos, del que emerge una Mallorca casi despoblada por las sucesivas epidemias de peste negra y endeudada hasta situar al reino en la quiebra. Fernando estuvo a lo largo de su reinado permanentemente informado y siempre interesado por lo que acontecía en la Isla e intentó solucionar sus problemas económicos, sin lograrlo, pero nunca estuvo en Mallorca. Su autoridad real la ejercieron los virreyes, institución que pervivió hasta que la entronización de los Borbones, tras la Guerra de Sucesión culminada en 1714, los sustituyó por los capitanes generales.

En la Mallorca de la segunda mitad del siglo XV se vive una fractura social muy importante, originada tanto por las penurias económicas como por el virulento enfrentamiento en el que está enzarzada la nobleza, dividida en dos bandos irreconciliables, que desembocará en un episodio sangriento que tendrá por escenario, un siglo antes de los sucesos de Canamunt y Canavall, la basílica de San Francisco de Ciutat.¿Qué sucedió? Dos familias nobles, los Armadans y los Espanyols, de las no parecen quedar descendientes, que sufragan a partidas de bandoleros que luchan por el control de las posesiones de la part forana, llevan su enfrentamiento a la iglesia de San Francisco, al interior del recinto, donde "300 espadas", recalca Eduardo Pascual, se verán las caras el 2 de noviembre de 1490.

trifulca sangrienta

En el transcurso de la misma, de repente, se desenvainan las espadas iniciándose una trifulca que solo acaba cuando el oficiante de la misa, aterrorizado por la sangre que corre por toda la iglesia, saca el Santísimo a fin de aplacar los ánimos, lo que logra con esfuerzo. Los contendientes deponen las armas al ver al sacerdote alzar la Custodia. En el suelo hay decenas de heridos y mutilados. No se tiene constancia de cuántos muertos se contabilizaron. El virrey tomó cartas en el asunto procediendo a encarcelar, en la torre del Ángel del Palacio de la Almudaina, a miembros de las dos familias, a fin de imponer una tregua entre ambas. El profesor Pascual enfatiza el hecho de que la basílica de San Francisco viera en las postrimerías del siglo XV una reyerta muy similar a la que mucho después protagonizarán Canamunt y Canavall, que ha quedado incrustada en la historia de Mallorca.

No está muy claro cuál fue el concreto desencadenante de la batalla campal, pero se da como causa más probable una cuestión de estricto protocolo. Resulta que tanto los Armadans como los Espanyol consideraban que los lugares más relevantes de la iglesia debían estar reservados para ellos. De la discusión se pasó a las manos y éstas se dirigieron raudas a las espadas con el resultado consignando y la inevitable intervención del virrey, que tomó la medida extrema de encarcelar a los nobles como única solución para atemperar los exaltados ánimos. Fernando tuvo información de lo ocurrido avalando las medidas coercitivas del virrey, al que concedió plenos poderes para actuar como considerase oportuno. Los ariscos nobles se vieron obligados a atemperar sus inflamados deseos de ajustarse mutuamente las cuentas. Pendía sobre ellos la amenza de más drásticos encarcelamientos en la torre de la Almudaina, un lugar que, dados sus privilegios, no estaban acostumbrados a frecuentar.

Otro de los sucesos destacados en la Mallorca de Fernando el Católico es la aparición de la Inquisición de la Iglesia católica. Es en 1488 cuando hace acto de presencia para, casi de inmediato, iniciar su cometido: perseguir y ajusticiar herejes, básicamente judíos conversos, los xuetes mallorquines, que desde entonces y a lo largo de casi tres siglos, serán objeto de especial atención por parte del ominoso tribunal de la Iglesia católica, que todavía hoy pervive bajo el nombre de Congregación para la Doctrina de la Fe, cuyo número dos es un jesuita mallorquín, el arzobispo Luis Ladaria.

Los dos primeros inquisidores son dominicos, Sancho Martín y Pedro Pérez de Manugreba, ocupándose el primero de los asuntos estrictamente económicos y el segundo de las cuestiones doctrinales, las que atañen al mantenimiento de la ortodoxia y el dogma. La primera medida del tribunal de la Santa Inquisición en Mallorca es el denominado "edicto de gracia" por el que se busca llenar sus arcas, para lo cual a los judíos conversos, acusados de haber vuelto a practicar los viejos ritos de su religión, se les da la posibilidad de evitar el tormento y la hoguera a cambio de satisfacer una fuerte multa. La extorsión da sus frutos: 337 conversos aceptan, con lo que la Inquisición, en pocos meses, recauda la considerable cantidad de 10.500 libras, "una fortuna", recalca Eduardo Pascual. Para darse cuenta de la importancia de la cifra basta con precisar que el precio de una de las mejores possessions que por entonces podían adquiriese en Mallorca en ningún caso llegaba a las 5.000 libras, lo que da una idea del dinero que la Inquisición confiscó a los xuetes ricos. Con posterioridad, en 1491, un nuevo "edicto de gracia", puso a disposición de la Inquisición otras 4.500 libras. Con la financiación plenamente garantizada para sostener a sus funcionarios, el tribunal pudo dedicarse a implementar diversos autos de fe, lo que condujo a morir en la hoguera a 106 judíos conversos. Solo se salvaron los que podían satisfacer las multas. La Inquisición operó siempre con independencia y en estrecha colaboración con el virrey de turno. Solo después de la muerte de Fernando VII en 1833, los gobiernos liberales de Isabel II, su hija, procedieron a abolirla definitivamente.

El profesor Pascual señala que a lo largo de prácticamente toda la Edad Media el de Mallorca fue un reino endeudado, "al consumir más de lo que producía". El profesor de la UIB precisa que en el siglo XV se produjo un considerable despoblamiento de la isla debido a las sucesivas epidemias de peste negra, que causaron estragos entre la población, tanto en los pueblos como en Palma. El declive poblacional llegó a ser tan importante que en un momento dado, hacia la segunda mitad del siglo, el censo era aproximadamente de 12.300 familias. En Ciutat el declive demográfico llegó a ser dramático pasándose de 6.800 familias a unas 2.000, con el consiguiente quebranto económico para las arcas publicas por la carencia de mano de obra. La deuda se fue incrementando sin control llegando a alcanzar las 600.000 libras. Llegó un momento en el que el 92% de lo que se ingresaba se destinaba a pagarla. Era una situación insostenible a la que el rey Fernando quiso poner remedio.

Previamente, entre 1450 y 1453, se produjo una revuelta, porque el pueblo no estaba en condiciones de satisfacer los impuestos que se le reclamaban. La situación llegó a ser tan grave que al virrey y a los nobles, exentos de pagar impuestos, nos les quedó otra que abandonar Palma y buscar refugio en el castillo de Bellver.

La agricultura mallorquina se caracterizó en esa época por el crónico déficit cerealista, lo que requería importaciones de Sicilia, Cerdeña y el norte de Africa. La combinación del lento crecimiento de la producción y el incremento de la fiscalidad después de la revuelta de 1450 inició un proceso de concentración de possessions en manos de la nobleza, que progresivamente fueron expoliadas a los payeses.

Es en1499 cuando Fernando trata de resolver el asunto de la deuda dictando la "Pragmática de Granada", por la que se establecen una serie de condiciones para el pago de la deuda, en manos de prestamistas pertenecientes a la nobleza catalana, que exigen vehementemente cobrar lo que se les debe. La Pragmática estipula que el Reino de Mallorca satisfará a lo largo de una década 80.000 libras anuales, que deberán ser recaudadas entre toda la población de la Isla, lo que incluye a los nobles, hasta entonces exentos del pago de impuestos. Se trata de una drástica abrogación de los privilegios de la nobleza, porque la Pragmática estipula que cada cual abonará de acuerdo con sus ingresos. A partir de este momento, los nobles, en connivencia con el virrey, ponen toda clase de trabas, lo que desemboca en su incumplimiento. Solo se pudieron recaudar, a lo largo de tres años, 35.000 libras. Ese fue el montante que se destinó a pagar la deuda. Los prestamistas catalanes no pudieron resarcirse. La quiebra económica del Reino de Mallorca era tal que Fernando el Católico se dio por vencido, abandonando la pretensión de que la Pragmática de Granada se cumpliera en todos sus términos.

Poco a poco el declive demográfico se fue superando y al incrementarse la población se pudo disponer nuevamente de la necesaria mano de obra, lo que contribuyó a que la situación mejorara, aunque las cuentas siguieron siendo deficitarias, lo que tendría una directa influencia en el naufragio de una de las mejores iniciativas culturales de Fernando: la creación de la Universidad de Mallorca.

En 1483 el rey sanciona la Pragmática por la que se autoriza la creación de la Universidad, el Estudio General Luliano, otorgándole los mismos privilegios que los concedidos al Estudio General de Lleida. El profesor Pascual señala que es en esos años cuando desde Mallorca se intenta dar a conocer la obra de Ramon Llull, por lo que la Universidad se considera el instrumento más eficaz para hacerlo. Contando con el beneplácito real solo queda una cuestión por resolver: la financiación. ¿De dónde obtener las libras necesarias para que la Universidad se a realidad? No hay forma de conseguir los fondos, por lo que el proyecto se queda en nada. Existe la norma legal, pero no hay dinero. Habrá que aguardar al postrer rey de la Casa de Austria, Carlos II el Hechizado, para que la Universidad vea la luz en Mallorca.

El largo reinado de Fernando no supuso que se introdujeran cambios significativos en la articulación del régimen institucional. El Reino de Mallorca disponía de un entramado de gobierno singular, caracterizado principalmente por la ausencia de cortes propias, al contrario de lo que sucedía en los restantes reinos de la Corona de Aragón. Su ausencia impedía disponer de una cámara territorial representativa de todas las islas y, por tanto, no existía capacidad ejecutiva suprainsular. Ese papel fue asumido, imperfectamente, según Eduardo Pascual, por los jurados y el Gran i General Consell de la Ciutat i Regne de Mallorca, que no tenían capacidad ejecutiva ni en Menorca ni en las Pitiüses.

La debilidad de la voz del Reino en los órganos de la monarquía se materializó al quedar excluido del Consejo de Aragón, organismo creado en 1494 como máximo órgano permanente de la administración real de los territorios de la Corona. Probablemente esa debilidad tuvo una gran importancia a la hora de hacer valer los intereses de Mallorca ante el rey. El hecho es que Fernando nunca consideró necesario pisar uno de sus reinos, el de Mallorca, aunque, como queda reseñado, estuviera al tanto de lo que en la Isla acontecía.

La crisis permanente

El profesor Eduardo Pascual subraya que lo más destacado del reinado de Fernando en Mallorca es la gravísima situación económica en la que la Isla vivía inmersa. La quiebra de la Hacienda Pública, hasta llegar a la práctica suspensión de pagos, era una realidad que no había forma de solventar, entre otras razones por la negativa del estamento de la nobleza a correr con parte de la deuda. A ello se unió el declive de la industria textil mallorquina, que hasta entonces había exportado regularmente a Italia manteniendo un boyante comercio. Al dejar de ser las telas mallorquinas demandadas en las ciudades italianas, la crisis se agudizó haciendo inviable el sostenimiento de la industria textil. De todo ello se deduce que en el período final de la Edad Media, a punto de iniciarse la Edad Moderna, el Reino de Mallorca soportó una época de calamidades y penurias de la que pudo salir a duras penas. El del Rey Católico fue en Mallorca un reinado que ha pasado a la historia como uno de sus más conflictivos. El episodio de la basílica de San Francisco es el que enmarca las difíciles décadas que correspondió vivir a una población periódicamente diezmada por las epidemias de peste negra, el azote de la Europa medieval.

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