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A vuela pluma

Mujer, hombre, persona

Mujer, hombre, persona

Con motivo del día de la mujer y las sonadas manifestaciones en todas las democracias, volvieron a primer plano vergonzosos datos y estadísticas. Salvo el ratio de la doble tarea laboral y familiar, que carga en la mujer trabajadora el mayor porcentaje, todos los demás son negativos. Empleos primarios o de calidad, salarios, cargos directivos o exigencias de aspecto físico e indumentaria denotan una penalización femenina que carece de justificación racional por diferencias de sexo -o de género, como se dice eufemísticamente- tanto en valores de habilidad y entrega como en capacidad intelectual y condiciones de liderazgo. De entre todos los datos manejados, el más escandaloso demora la plena igualdad hasta el año 2070.

Ese plazo describe la resistencia de una realidad abusiva y la tolerancia política -socialmente insostenible- de un artificio interesado en conservar mientras sea posible la rentabilidad de la explotación discriminatoria. Los partidos políticos se lavan la cara con las paridades en sus propios cuadros, pero no es eso lo que les concierne en primer lugar sino las reformas legales y el conjunto normativo que acaben con la desigualdad en el más breve tiempo. Ministerios y consejerías de Igualdad, leyes para la Conciliación, permisos compartidos por la pareja en circunstancias de natalidad, etc. son figuras recientes y muy valiosas, pero no bastan para acelerar la superación del sangrante déficit democrático. Además de una extensa y profunda pedagogía sensibilizadora, son menester mayores incentivos y sanciones más duras contra los empleadores que discriminan y penas mucho más disuasorias para el machismo maltratador o asesino que lleva la vergüenza colectiva al punto de lo insoportable.

Los maestros del pensamiento que a lo largo de los siglos nos enseñaron a pensar y a vivir conforme a la Razón se refieren a la criatura humana, la persona, cuando reflexionan sobre el ente "hombre". Este campo semántico no distingue, ni separa, ni jerarquiza los sexos, ni clasifica derechos o capacidades. Para ellos, la persona es mujer u hombre en rigurosa igualdad. Por su parte, los historiadores sociales localizan los momentos y las causas de la discriminación en las conveniencias del desarrollo económico y la falsa sacralidad del mayor beneficio. Además, la discriminación es codiciosa y mendaz. Los cálculos sobre el efecto de la igualdad plena en el crecimiento de la riqueza hablan por sí solos. Una anomalía, un error de la naturaleza como es la existencia del eurodiputado polaco que acaba de esputar su demencia contra la mujer, merece el castigo de un asesino. La civilización y la cultura de la libertad y la igualdad no pueden ni deben integrar a los monstruos engendrados por el sueño de la Razón.

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