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Medio ambiente

Basura: desde los fondos marinos al espacio

Tanto en el cielo como en la Tierra, el paso del hombre se deja notar en forma de residuos y de componentes químicos que afectan a la cadena trófica

Hay lugares que jamás podremos visitar. Lugares remotos incluso para que puedan ser observados e investigados por equipos científicos. Una de las últimas fronteras es, sin duda, la fosa de las Marianas. Ubicada en el Pacífico, tiene una profundidad de 11 kilómetros. Lugar recóndito donde cualquier investigación científica descubre, en cada inmersión, nuevas especies. Es un lugar remoto para el ser humano, pero no para las consecuencias de su existencia. Así lo ha puesto de manifiesto una investigación de la Universidad de Aberdeen (Reino Unido) que ha encontrado trazas de contaminantes prohibidos desde los años 70, como policlorobifenilos (PCB) y difeniléteres (PBDEs). Unos contaminantes que se han introducido en la cadena trófica y que pueden generar mutaciones y otros efectos desconocidos, tanto para el ser humano como para el resto de especies. Este hecho ha encendido todas las alarmas y ponen de manifiesto, una vez más, el actual grado de contaminación que vive nuestro planeta. Un hecho que se ve agravado si no se toman medidas, entre ellas, la de la protección de los océanos.

En la última de las investigaciones publicadas por el Instituto Español de Oceanografía (IEO) y el Instituto de Ciencias Marinas de Barcelona (ICM) del CSIC, entre otros investigadores internacionales, ha dado a conocer que solo el 10 % de los cañones submarinos del mundo se encuentran protegidos. Un paso básico para asegurar su supervivencia. Publicado en la revista Frontiers in Marine Science, el trabajo de revisión identifica el estado ecológico de los cañones y las estrategias actuales y futuras para su conservación, a la vez que propone nuevas metodologías e investigaciones para ayudar a desarrollar medidas de gestión eficientes. El informe ha sido desarrollado por un equipo multidisciplinar de investigadores que forman parte de la Red Internacional de Investigación e Intercambio Científico de Cañones (INCISE), coordinado por la investigadora post-doctoral de la Conselleria de Innovación y Turismo del Govern de les Illes Balears y del Centro Oceanográfico de Baleares del IEO, Ulla Fernandez-Arcaya, y con la participación de los investigadores Pere Puig y Jacopo Aguzzi del ICM.

Este estudio se centra en la necesidad de proteger una parte poco conocida pero importante de nuestro planeta: los cañones submarinos, una de las principales estructuras geomorfológicas de los márgenes continentales. Se estima que existen alrededor de 10.000 grandes cañones en todo el mundo, algunos de ellos con más de 2.000 metros de profundidad y cientos de kilómetros de longitud. Los cañones comunican la plataforma continental con los fondos marinos y son un lugar de refugio, hábitat, reproducción y cría de muchas especies (corales de agua fría, peces, crustáceos...).

"En los últimos años los estudios multidisciplinares enfocados al estudio de los cañones han aumentado considerablemente nuestra comprensión sobre su relevancia ecológica, los bienes y servicios que nos proporcionan y el impacto ocasionado por la actividad humana", explica Ulla Fernández-Arcaya. El estudio destaca que muchos de los cañones son ricos en nutrientes, lo que los convierte en lugares preferentes de alimentación para peces, crustáceos y mamíferos marinos. "Y donde hay peces hay pescadores, por tanto, son lugares que contribuyen a la economía local", apunta la investigadora. "Un ejemplo de ello es la importante pesquería de gamba roja que se concentra en los numerosos cañones submarinos que inciden el margen continental catalán", señala Ulla Fernández-Arcaya.

Además de la pesca, los cañones también sufren los impactos de la contaminación, el vertido de residuos mineros terrestres, la acumulación de basura y la extracción de petróleo y gas. A largo plazo, los efectos del cambio climático pueden llegar a modificar la intensidad de las corrientes dentro de los cañones, lo que se prevé que afecte la estructura y el funcionamiento de las comunidades del cañón, así como a la cantidad de nutrientes que llegan a los ecosistemas profundos. "El presente estudio no solo identifica la importancia ecológica de los cañones, sino que también destaca la necesidad de una mejor comprensión de los impactos antropogénicos en los ecosistemas de cañón", comenta Fernández-Arcaya.

"Este estudio también evidencia qué tipo de nuevas tecnologías de monitoreo ecológico continuo, como las plataformas bénticas video cableadas, se puedan aplicar en estos complejos ambientes", destaca Jacopo Aguzzi del ICM-CSIC. A pesar de su relevancia ecológica, "solo el 10 % de todos los cañones identificados en el mundo se encuentran protegidos dentro de Áreas Marinas Protegidas (AMP), y éstas no están distribuidas equitativamente en los distintos países", añaden. Además, como ocurre en España, la protección se centra exclusivamente en las zonas más someras de los cañones, a pesar de que es importante proteger los sistemas completos, debido a su papel relevante como conexión entre la plataforma continental poco profunda y los fondos abisales. Por todo ello es necesario combinar las investigaciones de diferentes disciplinas, para tener una visión completa de lo que sucede en estas estructuras morfológicas submarinas, objetivo que trata de cubrir la red INCISE.

Estudios para reducir el impacto de los residuos

Aparte de proteger, es importante eliminar los residuos que llegan al mar especialmente en la región mediterránea cuyas islas reciben un gran volumen de población durante los meses de verano. Las economías locales dependen en gran medida del turismo como fuente de ingresos y generador de empleo. Sin embargo, esta oleada turística anual masiva concentrada en un corto período de tiempo supone una gran carga para las infraestructuras, especialmente para aquellas relacionadas con la gestión de los residuos. Las autoridades locales buscan cómo hacer frente tanto al elevado incremento de la generación de residuos como al bajo nivel de clasificación de éstos por parte de los turistas.

El pasado mes de septiembre, el Departamento de Medio Ambiente del Consell de Mallorca anunció que formaría parte de dos proyectos europeos en el ámbito del programa INTERREG MED, del que sólo participan países del Mediterráneo. Ambos tienen una duración de tres años y juntos suponen casi medio millón de euros de subvenciones europeas.

Uno de ellos fue el BlueIslands (Seasonal variation of waste as effect of tourism), al que participan instituciones de ocho países diferentes, y pretende desarrollar herramientas efectivas de identificación y mitigación de los efectos de la generación de residuos en las islas, causados por el turismo estacional. En este caso, el presupuesto total del proyecto es de 2,7 millones de euros.

Entre 2016-2019 se desarrollarán y elaborarán medios eficaces, económicamente viables y ambientalmente sostenibles que permitan abordar y mitigar las consecuencias de este incremento estacional de residuos generados por el turismo en nueve islas del Mediterráneo. Subvencionado por el Fondo Europeo de Desarrollo Regional y dirigido por el Ministerio de Agricultura, Desarrollo Rural y Medio Ambiente de Chipre, se llevará a cabo en las islas de Mallorca, Cerdeña y Sicilia (Italia), Malta, Rab (Croacia), Creta, Rodas y Mykonos (Grecia) y Chipre.

El proyecto, que cuenta con 14 instituciones socias de tota Europa, cuantificará los residuos generados en las islas durante y fuera de la temporada turística alta, evaluarán la composición de los residuos, el impacto de la basura en las costas y playas y su influencia en las instalaciones de tratamiento de las aguas residuales. La investigadora del ICTA-UAB, Dra. Patrizia Ziveri, asegura que "aunque se trata de un fenómeno bien conocido, la variación estacional de la generación de residuos en las islas aún no se ha definido correctamente ni se ha determinado su efecto socioeconómico y medioambiental" y añade que "el aislamiento y la falta de espacio para crear instalaciones suponen una limitación adicional para estas islas". El proyecto BlueIslands tiene como objetivo proporcionar respuestas a todas estas preocupaciones.

Asimismo, evaluará la dinámica de los micro y macroplásticos en las zonas costeras más turísticas. Durante el primer año se monitoreará de forma periódica 27 playas además de llevará a cabo 189 encuestas para mostrar la acumulación de basura marina en relación con las actividades turísticas de las playas seleccionadas. Se tomarán y analizarán en el ICTA-UAB alrededor de 700 muestras para evaluar las concentraciones de micro y macro plásticos tanto en la tierra como en el mar. En base a los resultados, se planificarán diferentes estrategias y se creará e implementará una herramienta multidimensional, así como diferentes planes de acción. Tras aplicar dichas medidas, se repetirán las encuestas para evaluar sus impactos.

El Departamento de Medio Ambiente del Consell de Mallorca llevará a cabo tareas técnicas de estudio y pondrá en marcha una campaña de sensibilización turística para fomentar el reciclaje. Uno de los principales problemas con los que se encuentran muchos de turistas es que no en toda Europa se utiliza el mismo sistema ni los mismos símbolos para identificar la recogida selectiva. Por ello, será muy útil poder poner en marcha una campaña en donde se informe a los visitantes de manera clara cómo se debe separar de manera correcta. Para llevar a cabo este trabajo, el Consell de Mallorca contará con un presupuesto de 210.118 euros, de los que el 85% será financiado por la Unión Europea y el resto por la institución insular.

Y también en el espacio

Sin embargo y por desgracia, la presencia de residuos no se restringe a la Tierra y también llega al espacio. La basura espacial (o space debris, en inglés). Se forma fundamentalmente por restos de elementos enviados a la atmósfera para su investigación o retransmisión de datos. Representan la mayoría de objetos que orbitan la Tierra ya que solo un pequeño porcentaje corresponde a satélites operativos. Una presencia, la de chatarra espacial peligrosa, que supone un verdadero peligro si impacta con cualquier equipo enviado al espacio.

Conscientes de ello, el grupo de computación científica de la Universidad de La Rioja está liderando un proyecto de investigación convocado por el Advanced Concepts Team de la Agencia Espacial Europea para la determinación ágil y precisa de la posición actual y futura de los satélites artificiales y restos de basura espacial en órbita en torno a la Tierra.

El Advanced Concepts Team (ACT) está ubicado en el Centro Europeo de Investigación y Tecnología Espacial (ESTEC) en Noordwijk (Países Bajos) y se encarga de investigar en tecnologías emergentes y nuevos conceptos avanzados para facilitar a la ESA el diseño de las próximas misiones espaciales. El ACT es el laboratorio de ideas de la Agencia Espacial Europea (ESA) y es, por ello, un órgano estratégico para su planificación a largo plazo. Está compuesto por un grupo de investigadores altamente multidisciplinar, capaz de llevar a cabo estudios muy especializados en campos muy diversos.

Atento a las innovaciones más recientes, cuando precisa de un conocimiento y habilidades específicos, puede requerir la colaboración de grupos de expertos a través de proyectos de investigación.

Por este motivo, el Advanced Concepts Team convocó un proyecto de investigación en concurrencia competitiva, que finalmente obtuvo el grupo de computación científica de la Universidad de La Rioja (GRUCACI) y del que, además, van a formar parte investigadores del Centro de Investigación Biomédica de La Rioja (CIBIR) y del Politécnico de Milán en colaboración con los del ACT.

En concreto, a la Agencia Espacial Europea le interesaban las técnicas de propagación orbital que GRUCACI viene desarrollando desde 2010. Este nuevo proyecto va a permitir perfeccionar los actuales métodos de determinación y propagación orbital a través de una metodología híbrida basada en técnicas de predicción estadística e inteligencia computacional (machine learning).

Esto redundará en un seguimiento más ágil y preciso de la ubicación y movimientos de nuestros satélites artificiales, así como de los miles de fragmentos de basura espacial que surcan el espacio como proyectiles de forma incontrolada, constituyendo una amenaza para su integridad.

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