Diario de Mallorca

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Impresiones invernales

Momentos

Momentos

A lo largo de la vida, si uno cumple los años suficientes, aparecen algunos sucesos que dejan claro que se está viviendo un momento histórico. Ni que decir tiene que las generaciones de mis padres y mis abuelos, tendrían ese pálpito cuando la proclamación de la Segunda República y, poco después, al producirse el golpe de Estado que acabó con ella dando paso a la guerra civil. Yo no había nacido entonces, ni tampoco mientras duró la Segunda Guerra Mundial. Pero he experimentado, como los que son de mi edad, lo que supuso el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York: tras el sobresalto cuando parecía que el impacto en la primera torre había sido un accidente, llegó el horror del segundo de los aviones secuestrados dejando claro que se trataba de un atentado bárbaro. Imagino que no fui el único que tuvo la sensación de verse metido en el siglo XXI, y la sospecha de que iba a ser aún peor de lo que fue el XX.

El asesinato de Kennedy había anticipado la angustia ligada a la convicción de que todo cambiaba en un instante. Muchos de los que vivieron el magnicidio se acuerdan de dónde estaban cuando oyeron la noticia. Unos años antes la llegada a la Luna supuso un paso gigantesco de la humanidad, al decir del astronauta que saltó sobre nuestro satélite, que esta vez se esperaba con una mezcla de incredulidad y asombro.

Acabo de vivir un momento histórico aunque cuesta trabajo calificarlo de tal. Me encontraba en los Estados Unidos en los días previos a la toma de posesión de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos y puedo dar fe de que el sobresalto, la sensación de vivir un momento especial, superaba lo que supuso que un afroamericano alcanzase la Casa Blanca. Por más que la sensación más extendida fuese la de la incredulidad ante lo que era ya una evidencia. Hasta tal punto se considera difícil de creer que haya un presidente como Trump que ni siquiera oí ni una sola vez el chiste fácil, que eso demuestra el proverbio del sueño americano: cualquiera, sólo por el hecho de haber nacido en los Estados Unidos, puede alcanzar la presidencia.

Tras el estado de shock que supuso en lugares como California la victoria de Trump, tras el abandono de la esperanza de que los compromisarios entendiesen que Hillary Clinton había ganado en las urnas teniendo en cuenta que había recibido casi tres millones más de votos, vino la avalancha de los disparates: los tuits del presidente electo provocando conflictos diplomáticos, la elección de ministros carentes por completo de experiencia de gobierno, los esfuerzos de éstos para obtener el visto bueno del Congreso y el Senado asegurando que son más moderados „bueno, más sensatos„ que quien los ha nombrado, la evidencia de que Trump no va a cambiar, ni va a haber quien le contenga, las irregularidades continuas al negarse a abandonar sus negocios al ocupar el despacho oval€ Han sido días en que los periódicos iban llenos de noticias flamígeras y comentarios mordaces. Con un denominador común en todos aquellos con los que pude hablar sobre la presidencia inminente. Creían que Trump no durará ni cuatro años, que llegará el momento en que el Partido Republicano se avenga a sustituirlo. Pero, ¡ay!, la Historia no se hace a la medida de lo que deseamos.

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