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Impresiones otoñales

Feria

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La Feria Internacional del Libro de Guadalajara es, de lejos, la muestra más importante de la literatura escrita en lengua castellana que existe en todo el mundo. La feria de Buenos Aires, que puede que sea la que le sigue en importancia, no le llega ni al tobillo. Pero como cualquier entendido en letras sabe me estoy refiriendo a la Guadalajara de Méjico, la capital del Estado de Jalisco, que con sus ocho millones de habitantes es la segunda ciudad en tamaño del país.

Este año la FIL, acrónimo con el que se conoce la Feria de Guadalajara, se ha dedicado a la América Latina. Se trata desde luego de un material de exhibición que se antoja un poco amplio pero ya se sabe que los caminos del márketing, incluso el literario, son inescrutables. Quizá por eso, o por las dificultades que supone el comunicarse, incluso en la era de la red de redes, con quienes se encuentran a diez mil kilómetros de distancia y, encima, se ajustan a los modales exquisitos del mundo mexica, fue complicado pero por fin se logró que la FIL albergase un homenaje a Camilo José Cela en el año de su centenario. Fue doble, en realidad, con una mesa redonda dedicada a "Cela y el exilio" en el mismo día de la inauguración de la muestra, el sábado 26 de noviembre, a la que siguió la presentación de La colmena en su edición promovida por la Asociación de Academias de la Lengua Española al día siguiente.

Con el ánimo de participar en el homenaje de la FIL nos fuimos Cristina y yo hasta la Guadalajara mejicana, que en la española hemos compartido alegrías y homenajes no pocas veces este año ya. Se trata, como en cualquier otro viaje a tierras mexicanas, de un trayecto larguísimo y complicado habida cuenta de que al trayecto desde Madrid se le añade la necesidad de seguir camino, una vez que se alcanza la Ciudad de Méjico, con seis horas de espera en la escala del aeropuerto Benito Juárez.

Pero una vez que se cruza el gran charco la confusión del horario es tanta que ya da un poco lo mismo. Peor será llegar a las cinco de la mañana a Méjico y tener que estar a las cinco en punto de la tarde en la FIL para la mesa redonda en la que Beatriz Pagés -la directora de la revista Siempre!-, Jaime Labastida -director de la Academia Mexicana de la Lengua-, Felipe Garrido -académico y director de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes- y Raúl Gutiérrez Lombardo -secretario académico del Centro Lombardo Toledano- recordaban a CJC. Fue todo un milagro que la sala estuviese casi llena habida cuenta de que al mismo tiempo Mario Vargas Llosa hablaba del boom de la literatura latinoamericana en la sala de enfrente.

La FIL es grande, muy grande, y diversa, muy diversa, aunque son los best sellers -por usar el nombre anglosajón- los que mandan. Pero al fin y al cabo el Quijote es el best seller por excelencia de la lengua castellana y lo que cuenta es que haya quienes entreguen todavía su alma a la lectura. Quizá sean los libros los que, al igual que le sucedió a Alonso Quijano, les alteren los sesos en ocasiones. Al terminar la presentación de La colmena, después de que Darío Villanueva, director de la Real Academia Española, embelesase al auditorio con sus palabras, una señora mejicana se me acercó para pedirme que me hiciera una fotografía con ella porque no podía comprarse el ejemplar. Ni que decir tiene que se fue con él en la mano.

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