Aunque pueda parecer que desde siempre los pueblos de la isla han tenido acceso al mar y a sus productos, no fue así hasta que la comunicación por carretera y la llegada del utilitario lo hicieron posible. A partir de entonces, disfrutaron de las playas y la pesca.
Esta realidad del pasado fue conformando una cocina diferente: la del mar, la de los pueblos cercanos a la costa con puerto de mar, y los del interior. En éstos, el arenque y el bacalao eran casi el único pescado posible a lo largo de todo el año. En los pueblos cercanos a la costa (Felanitx, Andratx, Sóller, Capdepera, Santanyí, etc.) se practicaba una cocina mucho más rica, puesto que se tenía acceso al pescado del puerto cercano además de todos los ingredientes con los que no contaba un pescador, que servían para elaborar salsas bien condimentadas, en cocinas dotadas de todos los recursos y utensilios.
Frente a estas dos cocinas relacionadas con el mar se levanta la tercera, las más pobre, pero sin duda la más auténtica. Sus recetas suelen ser rutinarias, con una técnica poco o nada evolucionada, transmitida de padres a hijos y con una elaboración sencilla. Para su preparación, los pescadores de barca disponían de escaso tiempo y no se quedaban con las mejores piezas, sino con las más dañadas, las menos vendibles y los ejemplares más pequeños. Con todo, su cocina es todo un prodigio de buen sabor.
