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Desde Francia

Bonjour Tristesse

Bonjour Tristesse

Tristeza, también incomprensión, llevo ya más de una semana con la extraña sensación de sobrevolar una zona de turbulencias, viajando en una nube plomiza cargada de tristeza. Sombría, gris, como el tiempo, como ese invierno precoz que viene anunciando Météo France.

Primero fue el despertar del miércoles 9, suelo desayunar con la radio, France Inter, y aun no acabo de dar crédito a lo que estaba oyendo: el bocazas de Trump nuevo presidente de los EEUU. Me pasé la mañana colgado del ordenador, buceando entre titulares y crónicas, tratando de dar con alguna explicación, de descifrar el porqué de tal disparate. Pero no, a pesar del mea culpa entonado por los principales medias norteamericanos, que en plena víspera de las elecciones daban a Clinton como segura vencedora, no acabo de entender lo que ha pasado, como hemos -e incluyo a la prensa/medios europeos- podido errar tanto el tiro.

Tampoco me satisfacen las lecturas simplistas, la América de las dos velocidades, o la del triunfo de la América profunda. Por supuesto que algo, o mucho de verdad, hay en ello, pero quizás aun sea demasiado pronto para un análisis de fondo. Más autocrítico, y cercano, me parece Paul Krugman, premio Nobel de economía en el 2008, al hablar de "nuestro desconocido país", reconociendo que "La gente como yo, y sin duda la mayoría de los lectores del New York Times no hemos comprendido realmente en qué país vivimos€.nosotros pensábamos que una gran mayoría de los Americanos se sentía ligado a las normas democráticas y al estado de derecho€ pero al parecer hay en el seno de esta América blanca y rural una rabia mucho más profunda de lo que yo creía".

Está claro que en USA hay una fractura entre la población urbana y la rural, entre el "pueblo" y las élites, pero la línea que separa a esas dos Américas es más compleja de lo parece. Como apuntaba John Carlin en El País hace unos días, las estadísticas indican que los votantes de Trump superaban en la "media de ingresos" a los de Clinton, y que la mitad de esos votantes pro-republicanos ganan más de 100.000 dólares al año. O sea que blancos y rurales, vale, pero en ningún caso no todos "pobres", ni víctimas de la globalización y de la desindustrialización del país.

Y las consecuencias para Europa de tal desaguisado no son banales, hay muchas cosas en juego: desde la completa revisión de los tratados comerciales como consecuencia del proteccionismo a ultranza prometido por Trump, pasando por el incumplimiento de los acuerdos firmados en la COP21 de París sobre la emisión de gases, hasta los recortes anunciados con respecto al rol USA en la OTAN y a su participación en la lucha contra el terrorismo.

Pero quizás, y visto desde la óptica francesa, es la lectura política la que resulta más inquietante ante el horizonte de las elecciones presidenciales del próximo Mayo, y el auge de la extrema derecha. La victoria de Trump da alas al populista y demagogo Front National, y Marine Le Pen ha sido la primera en felicitar al nuevo futuro presidente americano, para dirigirse inmediatamente a sus conciudadanos con estas sibilinas palabras: "Lo que ha sucedido esta noche no es el fin del mundo, sino el fin de un mundo". Tras escucharla, a la tristeza ha venido a sumarse el miedo. Un miedo que sentimos el año pasado cuando el terrible 13N, y con el que hemos aprendido a convivir. Durante los actos conmemorativos en homenaje a las 130 víctimas de la noche negra de Paris, y sin olvidar el drama aun reciente de Niza, el mensaje ha sido claro: La vida sigue pese al miedo y a la tristeza.

Y como música de fondo suena en bucle el crepuscular "You want it darker", el adiós del maestro Cohen me acompaña en esta triste nube gris.

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