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Tiempo de Brexit: mallorquines ante un futuro incierto

Son cientos los nativos de Balears que están trabajando en el Reino Unido y que no saben qué les espera cuando se haga efectiva la salida de los británicos de la Unión Europea

Una relación rota: la próxima salida de Gran Bretaña de la Unión Europea tras el referéndum del ´Brexit´ ha supuesto un duro golpe para muchas generaciones, especialmente los jóvenes que no saben qué les espera y que incluso quieren que su país reconsidere su posición y haga otra consulta. Reuters

La celebración del congreso del partido Conservador en Birmingham a principios de este mes de octubre parece haber iluminado algo el hasta ahora oscuro camino que ha de conducir al Brexit. La nueva primera ministra, Theresa May, ha anunciado que activará el artículo 50 del Tratado de Lisboa "antes de finales de marzo de 2017", pistoletazo de salida a un máximo de dos años de negociaciones entre Londres y Bruselas que supondrán la salida de un país miembro del club comunitario, hecho sin precedentes desde la fundación de la Comunidad Económica Europea tras los Tratados de Roma de 1957. Que haya fecha no es un hecho baladí: tras el referéndum de junio y las tumultuosas semanas que lo siguieron, mucho se había especulado sobre cuándo se activaría el citado artículo, aunque Londres había guardado un escrupuloso silencio que solo ahora se ha atrevido a romper. La declaración más destacada de May sobre el Brexit antes del congreso conservador, el famoso "Brexit significa Brexit", mostraba su clara intención de seguir el mandato expresado por los británicos en las urnas, aunque poco más. Ahora ya sabemos cuándo. Queda pendiente resolver la otra incógnita en esta ecuación, el cómo. Londres tendrá que dialogar con Bruselas los trámites de un divorcio que se prevé que no sea amistoso (¿alguno lo es?).

El conclave tory ha servido también para poner negro sobre blanco la prioridad número uno del partido, la inmigración. La ministra de Interior, Amber Ruud, anunció medidas destinadas a entorpecer a las empresas británicas la contratación de trabajadores extranjeros, la más polémica de las cuales fue, sin duda, la obligación de que las empresas publiquen el número de trabajadores extranjeros que tienen contratados, medida que pocos días después retiró entre acusaciones de xenofobia tras las críticas que suscitó. La Cámara de Comercio Británico no tardó en mostrar su rechazo a la propuesta, al igual que el partido liberal demócrata, que la tachó de "repugnante". La llegada de estudiantes extranjeros también será revisada, endureciéndose la política de visados. Y por último, el ministro de Sanidad y responsable del Sistema Nacional de Salud, el NHS, declaró su intención de que tras el Brexit el número de doctores extranjeros se reduzca, apostando por el "talento británico", ya que el 36% de los doctores que ejercen en el país son extranjeros. A priori tal objetivo parece complicado: 55.000 trabajadores del NHS, un 4,6% del total, son extranjeros. La cúpula del NHS no tardó en advertir al ministro que el personal sanitario comunitario es imprescindible para evitar el colapso de la sanidad pública.

Han pasado ya más de tres meses desde que los británicos decidieron salir de la Unión Europea. La fecha del 23 de junio, el día del referéndum, pasará a los libros de historia, aunque a día de hoy las consecuencias de la decisión británica están por escribirse. Tras el Brexit, la construcción europea está más que nunca en entredicho, a pesar de los esfuerzos de los principales líderes del continente (Merkel, Hollande, Donald Tusk) por ofrecer una imagen de fortaleza. En el Reino Unido, el Brexit provocó un terremoto político: David Cameron, primer ministro, impulsor del referéndum y partidario de la permanencia, dimitió, ocupando su lugar Theresa May, ministra del Interior con Cameron y partidaria también de la permanencia; Boris Johnson, exalcalde de Londres y la cara más visible de la campaña por el Leave (la salida de la Unión), es ahora ministro de Asuntos Exteriores en el nuevo gabinete de May; Nigel Farage, líder del partido antieuropeo UKIP y cabeza del movimiento por el Leave también dimitió, y finalmente Jeremy Corbin, líder del partido laborista, ha salvado su puesto apoyado por los militantes, después de unos meses en la cuerda floja, llenos de dimisiones y reproches entre los parlamentarios laboristas en la Cámara de los Comunes.

Cuando en la madrugada del 23 al 24 de junio se anunciaron los resultados oficiales del referéndum, con la victoria del Leave (salirse) sobre el Remain (quedarse), Reino Unido puso en estado de shock a medio mundo, aunque a decir verdad, el resultado no fue del todo inesperado. Las encuestas que se llevaban publicando ya desde meses antes del referéndum mostraban que la partida estaba muy igualada, y que la victoria se decidiría por un estrecho margen, como así fue: un 51,9% de los británicos decidieron que era hora de despedirse de Bruselas, mientras que el 48,1% restante quiso quedarse. La victoria del Leave desencadenó la lógica alegría de sus partidarios y dejó en los simpatizantes del Remain el gusto amargo de la derrota. Reino Unido, la mayor potencia mundial del siglo XIX y principios del siglo XX, uno de los países con una población más diversa y heterogénea, donde conviven gentes de todas las razas, creencias y procedencias, y cuya capital, Londres, se vanagloria de ser la ciudad más cosmopolita del mundo, dijo a Europa que estaba harta y que quería salirse del club comunitario, poniendo fin a más de 40 años de historia y trabajo en común con los pueblos del otro lado del Canal. Las razones a tal decisión son diversas. Algunos responden a hechos coyunturales, como la crisis económica de estos últimos años, que afectó también al país, aunque mucho menos que a sus aun socios del sur de Europa (España, Italia, Portugal, Grecia); la problemática de los refugiados a las puertas de Europa, y que en el Reino Unido cristalizó en los campamentos de refugiados en Calais, Francia, a la espera de cruzar el Canal para entrar al Reino Unido, y que algunos medios de comunicación vendieron casi como una amenaza de invasión; y por último la sensación, compartida por mucha gente, de que el país está siendo tomado silenciosamente por extranjeros, ya sean comuntarios (españoles, polacos, italianos, etc.) o extracomunitarios (indios, paquistaníes, chinos€), poniendo en peligro la personalidad e idiosincrasia británica. Otras razones vienen de más atrás. Los británicos no han sido nunca un pueblo que haya destacado por su europeísmo. Su antigua primera ministra, Margaret Thatcher, respondió en 1990 con un rotundo ¡No, no, no! a más integración política en la UE, y el Reino Unido quedó al margen del euro, ya fuese durante su gestación, con John Major, conservador, como primer ministro (1990-1997) o durante su implantación, con un laborista, Tony Blair, en el 10 de Downing Street (1997-2007).

Ahora se abren dos interrogantes sobre el futuro del país ¿Qué pasará con los ciudadanos comunitarios que residen en Reino Unido? ¿Qué pasará con los ciudadanos británicos que residen en la Unión? Son preguntas que a día de hoy siguen sin respuesta, y cuya respuesta va a depender del resultado de las negociaciones que van a abrirse entre Londres, por medio de su ministro para el Brexit, David Davis, y Bruselas. Por un lado, algunos han hablado de un Brexit suave, que haría del Reino Unido una nueva Noruega, un país que no es formalmente miembro de la Unión pero que tiene con ella una relación muy estrecha a nivel económico y comercial. Por otro lado, otros han hablado de un Brexit duro, que intentaría cortar de raíz los lazos entre Londres y Bruselas, a pesar de que en este mundo globalizado tal posibilidad parece poco menos que una utopía. Bruselas ya ha advertido que negociará a cara de perro, y que hay líneas rojas que no cruzará: si Londres quiere libre circulación de productos, servicios y capitales, deberá también aceptar la libre circulación de personas. Sea suave o duro, lo que es seguro es que el Brexit va a afectar a los europeos que viven en el país, que son muchos.

Inmigrantes de toda europa

En estos últimos años han llegado al Reino Unido muchísimos inmigrantes provenientes de toda Europa, que han buscado en ese país las oportunidades académicas y profesionales que la crisis les ha negado en sus países de origen, o que han decidido vivir la experiencia de residir en el extranjero. Cada persona tiene su propia historia, por lo que es difícil hacer generalizaciones. Entre estos nuevos residentes en el Reino Unido se cuentan muchísimos españoles, y en consecuencia también muchos mallorquines, que en un determinado momento cambiaron su pequeña isla mediterránea por otra atlántica mucho más grande y fría, y que se han visto metidos de lleno en este tremendo lio político, económico y social que es el Brexit. Uno de ellos es Llorenç Guasp, geógrafo y especialista en Sistemas de Información Geográfica (SIG), que lleva residiendo en Reading desde mayo de 2013. La victoria del Leave provocó en él una gran decepción, ya que como muchos no alcanza a entender como una sociedad que se nutre de la inmigración, el comercio y las relaciones internacionales puede cerrase de esta manera. Maria Bestard y Fran Moreno, ella analista de marketing digital, él analista web, residentes en Londres desde 2014, describen el ambiente en la mañana del 24 de junio como rarísimo. En el habitualmente bullicioso metro de Londres que cogen para ir a trabajar se impuso el silencio, que Fran describe como "de funeral". En la oficina la atmósfera no era más halagüeña: Fran dice que en su oficina la mezcla de tristeza e indignación por el resultado del referéndum duró varias semanas, y Maria, al llegar, se encontró a una compañera francesa llorando. La empresa para la que trabaja envió un correo electrónico de apoyo a los trabajadores extranjeros, manifestándoles su apoyo. En los días posteriores al referéndum Maria reconoce que se sentió "ofendida", ya que, a su entender, estaba viviendo en un país donde al parecer no la querían.

Ni Maria ni Fran prestaron demasiada atención a la campaña del Brexit, al menos hasta su final, cuando la victoria del Leave cogió ventaja en los sondeos. La gran mayoría de su círculo de amistades estaba a favor de la permanencia, y solo una persona le dio a Maria un motivo por el que salir de la UE: bajarían los precios de la vivienda y sería una oportunidad para comprar una residencia en Londres a precios no desorbitados. Llorenç, en cambio, reconoce que siguió el proceso del Brexit desde el principio, ya que desde siempre ha estado interesado por la política. En lo que coinciden los tres es que no se esperaban para nada el resultado del referéndum: Fran se acostó con el Remain en ventaja y se levantó con la victoria del Leave, encontrándose a su compañero de piso (británico) chillando a la tele y despotricando contra sus compatriotas. A Maria el resultado del referéndum la sorprendió muchísimo, y Llorenç apostaba por una clara victoria del Remain, un 60%-40% que finalmente no fue.

Victoria en el mundo rural

A la hora de explicar los motivos que llevaron a los británicos a optar por la salida de la Unión Europea, los tres coinciden en un aspecto: recalcan que la victoria del Brexit se fraguó en el norte de Inglaterra y en las áreas rurales, donde las mentiras de la campaña del Leave cuajaron más que en otras zonas. Fran destaca la inmigración y el dinero que el Reino Unido envía a la Unión Europea como las razones que llevaron a estas áreas a votar por la salida. Llorenç está de acuerdo con Fran en este tema: dice que la campaña del Leave se sirvió del miedo a la inmigración, argumentando que los extranjeros roban el trabajo a los británicos. Llorenç coincide también con Maria en otro aspecto: ambos recalcan que una masa de votantes simplemente no sabía por lo que estaba votando, como demuestran las búsquedas en Google el día 24 y siguientes, que indican que los temas más "googleados" eran "¿Qué es la UE?" y "Consecuencias si Reino Unido deja la UE". El desencanto con la burocracia de la Unión Europea y el sentimiento nacionalista inglés son otras de las razones de declinaron la balanza en el lado del Leave para Fran. Llorenç da otro motivo: mucha gente daba por sentada la victoria del Remain y simplemente no fue a votar.

Inmigración, inmigrantes, extranjeros€ son palabras que han estado asociadas el Brexit. Los principales líderes de la campaña del Leave las esgrimieron sin cesar, haciendo de ellas su estandarte que les llevó hasta la victoria, lo que abrió un inquietante interrogante: ¿Es el Reino Unido un país xenófobo? Ni Llorenç, ni Maria ni Fran lo creen, ni nunca se han sentido personalmente discriminados por ser extranjeros, aunque esto debe matizarse: Maria apunta que en determinados sectores laborales el racismo es más agudo, y tanto Fran como Llorenç han sido testigos de algún que otro comentario desafortunado sobre temas étnicos o raciales. Llorenç habla directamente de los medios de comunicación y de la campaña del Leave como responsables del aumento de la discriminación, sobre todo hacia los inmigrantes del sur y este de Europa. Ninguno de los tres opina que haya demasiados extranjeros en el Reino Unido: para Fran, el Reino Unido es lo que es gracias a los inmigrantes; para Maria, Londres sin extranjeros estaría vacía y perdería su esencia, y para Llorenç, el problema no es cuantitativo, sino cualitativo: no importa si son muchos o pocos, lo que importa es su nivel de integración en su nuevo país. Para Llorenç, una sociedad pluricultural y diversa es siempre más rica.

El citado "Brexit significa Brexit" tendrá, sin duda, consecuencias en la vida de los millones de extranjeros, comunitarios y no, que viven en el Reino Unido, y del que Llorenç, Maria y Fran forman parte, aunque a día de hoy no pueda decirse que pasará. Por ahora el voto del 23 de junio no ha tenido ninguna consecuencia a nivel legislativo: los tres conservan los mismos derechos como ciudadanos de la Unión Europea que tenía cuando llegaron haces tres y dos años, respectivamente. El Brexit sí ha tenido consecuencias para sus bolsillos: Fran apunta que la devaluación de la libra ha provocado que por cada £100 que cambió este pasado verano para irse de vacaciones, recibió €24 menos que el verano anterior. Preguntados respecto a cómo creen que va a ser las negociaciones entre Londres y Bruselas, tanto Fran como Llorenç apuestan a que serán duras. El primero recalca que ambas partes tienen interés en llegar a un acuerdo beneficioso para ambos, pero cree que el acceso al mercado único y la libre circulación de personas van a encallar muchísimo la negociación. El segundo apuesta y se declara partidario de un Brexit duro, ya que si han votado por irse, deben irse al 100%. Llorenç declara que sentiría rabia si Londres conservase sus privilegios como centro de negocios pero los extranjeros se viesen obligados a pedir permisos de trabajo o residencia. Los tres se muestran convencidos de que el Brexit traerá consecuencias negativas a nivel económico.

De cara al futuro, los tres coinciden en que creen que el Brexit les afectará poco, ya que ninguno de los tres tiene pensado quedarse en Reino Unido a largo plazo. Maria afirma que probablemente ya se haya marchado antes del final de las negociaciones que la próxima primavera se abrirán entre Londres y Bruselas, y que se espera que finalicen en 2019, pero que si algunas medidas llegan antes y le afectan negativamente, considerará volver a casa. Fran dejará el país si para quedarse a trabajar le exigen un visado, ya que considera que la medida pondría trabas a su desarrollo profesional, y Llorenç, al igual que Fran, se iría del país si le exigiesen un visado, aunque como Maria, para cuando el Brexit termine probablemente ya haya vuelto a casa. Vista la situación a día de hoy, el pronóstico político, social y económico del Reino Unido en los próximos años será muy similar a su pronóstico meteorológico: gris y lleno de nubarrones.

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