Fue uno de los ingredientes que llegó del Nuevo Mundo a nuestra cocina en el XVIII, pero que no se utilizó de forma asidua hasta entrado el siglo XIX. La adaptación de la patata a nuestra cocina fue total y hoy está integrada en la mayoría de los platos más representativos: el tombet „el más internacional„, la porcella (cuesta imaginarla sin patatas o patató), cocas dulces de patata, un tradicional bullit, un frito de matanzas, un puré o crema, un frit de cordero o lechona e incluso unos fideos o un arroz de roter o de marjal sin la patata. Una de sus virtudes es que combina con una gran cantidad de platos de la mayoría de las cocinas europeas. Y fritas chips son consumidas mundialmente.
Sin lugar a dudas, la relación más importante de la patata y Mallorca llegó ya en pleno siglo XX, a través de sa Pobla, cuando en 1927 se inició la exportación de la variedad Royal Kidney a Inglaterra, en unos tiempos en que pocos mallorquines visitaban el extranjero, a excepción de la nobleza que conocía Francia e Italia, especialmente (ver Bearn de Llorenç Villalonga).
Sa Pobla, desde entonces inició una actividad agrícola que, a pesar de sus altibajos, constituye hoy día uno de los pilares de nuestra producción primaria, desbancando la centenaria supremacía de la almendra. Sa Pobla supo adaptarse a las necesidades y al gusto cambiante de los mercados y apostó por la calidad.