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Impresiones otoñales

Cosa de lenguas

Cosa de lenguas

Dicen las estadísticas que el idioma que cuenta con más hablantes nativos es el chino mandarín. Le sigue la lengua a la que esas mismas fuentes llaman español y, por fin, viene el inglés. En España llamamos castellano a la lengua más hablada, como se sabe, en la convicción de que el catalán, el gallego y del vasco son también lenguas españolas. A menudo me ha sorprendido la inconsistencia de quienes hacen de la lengua un arma política proclamando que hay que llamar español a la oficial del reino y, a la vez, insistiendo en que los territorios en los que se habla vasco, gallego y catalán son españoles también. El argumento opuesto, el utilizado desde el nacionalismo no castellano, cae a menudo en la misma contradicción.

A lo que iba. La Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), que reúne a todas las dedicadas a limpiar, fijar y dar esplendor al castellano, cuenta con una voluntad editorial loable. Quizá su proyecto más ambicioso sea el llamado Corpus del Español del Siglo XXI cuyo objetivo final, al decir de la ASALE, consiste en reunir de aquí a dos años un conjunto de textos que alcanzará cuatrocientos millones de formas. Aunque no me queda demasiado claro en qué consisten tales formas, resulta que dos tercios de ellas procedan de América. A su vez la ASALE saca de vez en cuando ediciones conmemorativas de los libros más importantes de los autores que escriben en castellano y, así, ha publicado Cien años de soledad, La región más transparente, La ciudad y los perros, El Quijote dos veces y antologías de Pablo Neruda, Gabriela Mistral y Rubén Darío.

Que la mayor parte de los escritores homenajeados por las academias sean americanos corresponde bien al dominio de la lengua castellana hablada fuera de España. Pero quizá por la ley de las compensaciones, o debido a la notoriedad del centenario de su nacimiento, le ha llegado el turno a mi padre, a Camilo José Cela. Una rueda de prensa celebrada en la Real Academia Española el 28 de septiembre anunció la edición para ASALE por parte de Alfaguara de La colmena; una edición que, por vez primera, reunirá los textos tachados por la censura en su día y más tarde perdidos (o desechados, quién sabe) que saldrán a la luz ahora. Mañana lunes tendrá lugar la presentación oficial de la obra en la Biblioteca Nacional de Madrid.

Con motivo de la rueda de prensa salieron columnas y se publicaron entrevistas que ponen muy bien de manifiesto el grado de desconocimiento que hay respecto en este caso de La colmena pero de forma bastante generalizada según mi opinión. Se habla y se escribe sentando cátedra con el solo bagaje de la ignorancia feroz y así salen las cosas. Un crítico se pasmó de la extraña relación de Cela con la censura, asunto sobre el que se han escrito ya centenares de folios a lo que se ve desconocidos para el caballero. Otro, que pasa además por especialista en la materia, puso en duda lo que se ha contado tantas veces del rescate de las llamas de un manuscrito de La colmena.

Aprovechando la cita de mañana algo habrá que decir. Pero como la mayor de las ignorancias imaginables es la de lo que va a suceder en el futuro, incluso si se trata sólo de veinticuatro horas -que se lo digan a los meteorólogos y a los cronistas deportivos- lo mejor será volver sobre este asunto cuando sepamos ya qué es lo que ha sucedido.

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