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Desde Alemania

El Errol Flynn mallorquín

El Errol Flynn mallorquín

Todos tenemos amigos más o menos extrovertidos de esos que se manejan muy bien con los asuntos sociales. Ese tipo de gente que después de verlos hablar uno dice: chapeau! Hay que ver cómo maneja el arte de la retórica, la situación más imposible este hombre la hace posible, se dice uno. Este artículo va sobre una de estas personas. Ahora que viene al caso, si los premios Nobel fuesen algo creíble y realmente meritorio, el hombre del que voy a hablar merecería uno.

No os voy a decir el nombre; pero sí os diré que es mallorquín, tiene una gracia que muchos querrían y buena falta nos hace. Algunos lo llaman ser caradura, pero ahí entra la sutilidad del savoir-faire. Por poner un ejemplo: Errol Flynn, al que los mallorquines bien conocimos, fue un gran actor de Hollywood cuya trayectoria personal me parece mucho más destacable que su periplo profesional. Hablo de un personaje que, partiendo de la nada llegó a las más altas cotas de la miseria... Perdón, de la fama.

Estábamos en Munich. Un viaje de aquellos planeados entre viejos y conocidos amigos. Era el Oktoberfest del año pasado y teníamos que ir a cenar por el centro de la ciudad bávara. En lugar de hablar entre todos dónde ir y discutirlo hasta medianoche, el anfitrión decidió tirar del carro como buen líder: ¡seguidme! espetó mientras despejaba un mar de dudas y disputas. "He reservado en uno de los mejores restaurantes de Munich". "No es muy caro" añadió para rebajar nuestra tez nerviosa.

Llegamos todos contentos y amistosos al restaurante mientras nuestro Errol Flynn nos abría el paso. Un restaurante al que eran asiduos los eruditos locales, así como la gente ´bienestante´ de Munich. Véase Josep Guardiola. Nuestro héroe entró al restaurante y pidió por su mesa: "No tenemos ninguna mesa reservada a nombre suyo", le contestaron en alemán. "Llamé ayer por la tarde, por favor mírelo bien que están mis compañeros esperando". El camarero, como buen alemán e inexperto ante la cultura latina se vio apurado ante tal situación por lo que nos ofreció una de las mejores mesas del local conjuntamente a sus disculpas. ¿No es ser demasiado profesional?, comentaba uno de nosotros mientras nos atendían. Descuentos, botella de champagne, zona vip... Es obvio que no hicimos fila en ningún sitio. Llámenlo caradura, yo lo llamo el Errol Flynn mallorquín.

* Después de haber vivido en Londres, a bordo de un crucero, dos años en China, ha decidido volver a la isla donde estudia Historia del Arte y viaja cada dos o tres meses a algún punto del globo.

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