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Patrimonio

Torres de defensa, un patrimonio histórico en peligro

Las cincuenta torres de defensa alzadas en la costa, construcciones de los siglos de XVI y XVII, se hallan en muy distinto grado de conservación. Algunas han desaparecido

Las torres de defensa, el medio centenar que jalonan la costa mallorquina, construcciones militares defensivas alzadas entre los siglos XVI y XVII, constituyeron la primera línea en el sistema de contención de las incursiones de los piratas berberiscos y turcos para, ya entrado el siglo XVIII, servir como elemento de disuasión contra las correrías de los buques ingleses que navegaban por el Mediterráneo occidental. Las torres se hallan en un desigual estado de conservación: algunas, se han reconvertido en casas, incluso de gran lujo, como es el caso del castillo de costa de la Fortaleza en el port de Pollença, de aproximadamente de 1.600.000 pies cuadrados, una medida de cálculo muy antigua utilizada por los ingenieros militares, recogida por Alcántara Peña. Es difícil establecer su equivalencia en el sistema métrico decimal dado que con la medida de los pies no se podía agrodimensionar, afirma Angel Aparicio, presidente del Grupo de Estudios de las Fortificaciones de Balears (GEFB), que junto a ARCA ha presentado alegaciones al programa de conservación de las torres del sistema costero de defensa, vigilancia y alerta de Mallorca que ha elaborado el Consell de Mallorca.

La Fortaleza, hoy una casa de superlujo a la que solo tienen acceso quienes disponen de uno elevado poder adquisitivo, ilustra el diferente grado de conservación en el que se encuentran las torres, por lo que, según Aparicio, es imprescindible establecer un adecuado listado de prioridades a la hora de invertir los fondos que el Consell destinará a la restauración. Dice que están "enormemente satisfechos" de que se pueda disponer de medio millón de euros para la recuperación de este fundamental patrimonio, pero precisa que han presentado alegaciones al plan para eliminar de él las imprecisiones que han detectado. "No se ha de dar dinero a los propietarios sin más", argumenta Aparicio, sino que previamente se han de establecer una serie de condiciones, entre ellas las de posibilitar las visitas a las torres, cosa que hoy resulta muy difícil.

Torres, atalayas y fortificaciones

Del medio centenar de construcciones: torre, atalayas y fortificaciones de parecida índole, incluido algún castillo de costa, caso del citado de la Fortaleza, donde se han rodado escenas de "El infiltrado" , muchas están en un estado de deterioro bastante avanzado, por lo que se hace urgente proceder a una radical intervención. Quedan al margen las torres de Porto Pi, tanto la de Peraires como la de señales. Aparicio, que lleva décadas visitando las torres, establece que 27 están razonablemente bien conservadas, aunque requieren de alguna majora. Entre 12 y 18 presentan un deterioro más acusado de las que 8 o 9 considera que vale la pena acometer una restauración inmediata.

En un recorrido por la costa mallorquina, en el que se visiten las torres, se puede empezar por Alcúdia, donde se levanta la torre Mayor, en la que se ha iniciado su restauración y, convenientemente habilitada, dado que dispone de dos grandes salas, podría acoger un centro de interpretación de las torres de defensa mallorquinas. Adentrándonos en la serra de Tramuntana nos topamos con lo que queda de la torre de sa Calobra, cuyos vestigios se yerguen en medio de la nada. En opinión de Aparicio no debe intervenirse en ella, puesto que, además de que los materiales necesariamente han de ser transportados por aire, debido a que no existen los accesos adecuados, lo que queda de la torre hace imposible su adecuada restauración.

Existe documentación que acredita que en la serra de Tramuntana desde mediados del siglo XV existían dos "torrecillas", en el coll de s´illa y el coll des Cingle. Apenas quedan algunos restos que no levantan una veintena de palmos. Fueron demolidas por los corsarios berberiscos, por lo que no es posible intentar su recuperación, pero queda constancia de que existieron y sus restos sí pueden ser acotados y convenientemente señalizados para que se sepa de ellas. El punto álgido de la construcción de torres de defensa se inicia hacia 1570 adentrándose hasta mediados del siglo siguiente, hasta 1645-50, años en los que se procedió a construir los últimos sistemas defensivos de costa. Un siglo más tarde, entre 1740-50, después de la Guerra de Sucesión, y ya con los Borbones ostentando la corona de España, se levantaron las cuatro últimas grandes torres, provistas de bóvedas. Son el Castellot de Santa Ponça, en buen estado de conservación; la torre de Matcots de Artá, cerca de cala Mesquida, que requiere una intervención inmediata; la torre de Son Servera, de propiedad particular y en excelente estado de conservación, pero que no se permite visitarla y la denominada sa Torre Esbucada, que se levanta detrás del faro de Capdepera.

Historia azarosa

Esta última da fe de una historia azarosa, puesto que en 1808, iniciada la Guerra de la Independencia, cuando apenas había transcurrido medio siglo desde su construcción, fue dinamitada por un navío de guerra inglés que había zarpado de Menorca. Los detalles de la acción se han preservado debido a que el diario de a bordo del capitán del barco ha llegado hasta hoy. La acción de "Master and Commander" tiene su arranque en este episodio histórico. La voladura de la torre fue tan concienzuda que hace imposible su restauración. Lo único factible, al igual que sucede con los restos de las de la serra de Tramuntana, es preservar lo que queda. Aparicio manifiesta que son alrededor de 20 las torres que no tienen remedio, porque simplemente quedan restos consolidados. Se pueden citar las del Cap Blanc, Talaia de Alcúdia y la torre Vella des Cap Vermell, entre Artá y Capdepera.

El presidente del Grupo de Estudios asegura que hay que estudiar muy a fondo cómo se interviene en la restauración de las torres y a las que se ha de dar prevalencia. Pone un ejemplo: la conocida torre de Illetes está muy deteriorada, aunque es susceptible de acometerse su completa restauración, pero dice que no se ha de actuar sobre ella, que el Consell de Mallorca no ha de destinar ni un euro, debido a que pertenece al ministerio de Defensa y es a él a quien compete preservarla. La torre de Illetes es una de las más sobresalientes de la existentes en la bahía de Palma, lo que hace difícil entender el abandono en el que ha sido dejada por el Gobierno central. Todos los barcos que desde Levante se dirigen al puerto de Palma pueden observarla nítidamente.

Angel Aparicio destaca que muchos de los propietarios de las torres han intentado mantenerlas en un buen estado de conservación, aunque en algunos casos ha sucedido lo contrario: la torre de Cala Figuera se ha dejado caer sin que la propiedad haya hecho nada para impedirlo. Lo que parece por ahora imposible es que pueda establecerse un itinerario histórico-turístico para visitar las torres debido a que muchos de los propietarios se niegan en redondo a franquear el paso a las mismas. No pocas de ellas se alzan en zonas privadas que tienen vedado el acceso público. Es el caso, por citar un ejemplo, de la torre del Moro, en Calvià, que perteneció a la familia Barreiros. Es una torre que debería ser restaurada, pero sobre la que Angel Aparicio se muestra tajante: no hay que invertir, puesto que no hay posibilidad de visitarla, por lo que los fondos públicos no pueden destinarse a su restauración, salvo que se llegue a algún convenio con la propiedad que establezca la apertura de la torre a las visitas.

Plan de restauración

Tanto ARCA como el GEFB afirman que el plan de restauración de la torres elaborado por el Consell de Mallorca debería proceder al diagnóstico del estado del patrimonio cultural "con conocimiento de causa" y solicitar la colaboración de las entidades consultivas de Patrimonio. Indican que el programa de conservación "es más un programa de restauración y rehabilitación que otra cosa" y, por otro lado, destacan que se basa en un estudio con una antigüedad de una década, superado por las investigaciones llevadas a cabo recientemente por el GEFB. Por ello estiman que existen "errores manifiestos" en el plan elaborado por el Consell, en concreto en la clasificación de las fortificaciones, y apuntan, como destaca Angel Aparicio, que las prioridades del programa de conservación han de ser las de no admitir las subvenciones que soliciten los propietarios de las torres que no hayan colaborado en la conservación en la medida de sus posibilidades (cómo se cuantifica puede ser un problema añadido) y no haber permitido visitas públicas. También quieren excluir de las ayudas a las torres propiedad del Estado, caso de la de Illetes, al que habrá que solicitar que colabore en la conservación. ARCA y GEFB opinan que el Consell de Mallorca debería actuar de oficio o a instancia de parte ante la situación de redemilitación necesaria de las torres, que ya han sido declaradas Bien de Interés Cultural (BIC).

Pese a esas objeciones, Aparicio reitera que el plan que pretende poner en marcha el Consell es muy positivo, porque posibilitará la preservación de un patrimonio histórico-arquitectónico de gran importancia. "Las torres de defensa „afirma„ constituyen un elemento sustancial de nuestra historia, son un elemento que hay que preservar y conocer". "Por ello „prosigue„ hemos presentados las alegaciones, para que el plan se complete adecuadamente y se pueda destinar el medio millón de euros de la manera más efectiva, la que mejor posibilite la restauración de las torres que necesitan una intervención inmediata para evitar que se pierdan, como desgraciadamente en algunas ya ha ocurrido".

Las torres de defensa constituyeron un elemento fundamental para la contención de la piratería, especialmente turca y berberisca, en una época en la que las costas mallorquinas estaban permanentemente expuestas a las incursiones de los navíos de esos piratas. Desde las torres podían ser divisados cuando todavía se encontraban lejos de tierra; se prevenía a la población y a las fuerzas encargadas de repeler las agresiones. Su efectividad queda fuera de toda duda, ya que muchas de las incursiones de los piratas fracasaron gracias a que el aviso de los vigías apostados en las torres dieron tiempo a preparar la respuesta adecuada para rechazar las agresiones.

Yugulada la piratería, las torres progresivamente fueron cayendo en desuso, aunque en el transcurso de la Guerra de Sucesión, concluida con el Tratado de Utrech de 1714, tuvieron un nuevo auge. Después ya definitivamente dejaron de ser útiles, aunque entrado el siglo XIX, queda reseñado, alguna de ellas fueron objeto de una acción de guerra protagonizada por los marinos ingleses.

Su reconversión en casas, la mayoría de ellas de alto standing, y en otros casos, muchos, su progresivo abandono ha acabado por dejarlas en el estado que actualmente se encuentran: deterioradas cuando no completamente derruidas. La actuación que prevé llevar a cabo el Consell de Mallorca, de ejecutarse de acuerdo con las alegaciones de las dos citadas entidades conservacionistas, posibilitará recuperar en buena medida este patrimonio.

Prioridad

Angel Aparicio dice que las torres susceptibles de recuperar su estado inicial y que pueden ser visitadas son las que han de tener prioridad a la hora de adjudicar los fondos para acometer las restauraciones. Las ocho sobre las que valdría la pena intervenir, tanto porque se evitaría su pérdida, que es lo primordial, y por el hecho de que pueden ser visitadas son las que han de contar con la máxima prioridad. Las demás, han de tener una consideración dependiendo de sus circunstancias, tanto de conservación como de acceso público, pero, en general, se ha de actuar en todas de una u otra forma para, al menos, disponer de un conjunto que sí pueda ser visitado.

El centro de interpretación, a ubicar, si se aceptan las sugerencias de Angel Aparicio, en la citada torre Mayor de Alcúdia, podría constituir el punto de partida para suscitar el interés público por las torres de defensa, lo que, a su vez, probablemente abriría las puertas a una colaboración entre los propietarios, ahora reacios a permitir las visitas, y la Administración, que, a cambio de intervenir en la restauración en unos casos y la conservación en otros, forzaría a las propiedades de las torres a posibilitar, con determinadas condiciones, las visitas públicas, lo que sí facilitaría lo que hoy Angel Aparicio considera imposible: la creación de un itinerario por toda la costa mallorquina de las torres de defensa, un nuevo elemento para darle más empaque al que se ha venido en denominar turismo cultural, uno de los que ha de facilitar la siempre preconizada y nunca conseguida desestacionalización.

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