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Oblicuidad

Lula no es venezolano

Lula no es venezolano

El deporte nacional ha consistido en sacudirle a Podemos, hasta que se encontró otra víctima propiciatoria en Pedro Sánchez. La raíz de la corrupción de Pablo Iglesias se cifraba en sus ataduras con la dictadura chavista de Venezuela, país ausente hasta la fecha de la agenda de los analistas políticos. Nunca explicaron cómo una tiranía permitía que su mayoría absoluta decayera en las urnas. Por lo visto, el satanismo de Chávez y Maduro les permite incluso exprimir las derrotas democráticas.

Extraeremos de la lista a los expertos que denuncian a Maduro para postular a continuación la santidad de Rita Barberá, por motivos que parecen obvios. La curiosidad se centra en quienes no solo se han convertido en debeladores profesionales del despotismo vigente en Caracas, sino que lo contraponían a las políticas ejemplares de Lula y Dilma en Brasil.

Las matizaciones deben comenzar en la estabilidad del dúo artístico Lula/Dilma. El miembro de mayor edad de la pareja se ha quejado amargamente de que su sucesora en la presidencia de Brasil "es como mi hija, que me dice que me quiere más que a nadie, pero no sigue ninguno de mis consejos". Salvo en lo tocante a la corrupción, porque a estas alturas no debe ser ningún secreto que el PT brasileño parece ocupar un lugar destacado en los sobornos emitidos por el gigante Petrobras.

Con Dilma desterrada de la presidencia y Lula camino del banquillo, era de esperar que los hoy expertos en Venezuela admitieran como mínimo un error de apreciación. Sin embargo, desde el silencio cómplice han mantenido sus odas pretéritas al expresidente brasileño. O lo han apoyado expresamente, como el ubicuo Felipe González al alertar contra "el gobierno de los jueces", que en román paladino se llama justicia.

Es decir, Chávez/Maduro son culpables por encima de cualquier pronunciamiento judicial, y Lula/Dilma son inocentes según el mismo criterio. La aplicación estricta del criterio de los analistas pseudoprogresistas establece que la inocencia de los mandatarios brasileños de izquierdas no radica en su comportamiento, sino en su extracción geográfica. En Brasil, operan otras reglas. El mal va por barrios, o por países en su dimensión planetaria.

No se denunciaba por lo visto la dictadura venezolana, sino a Venezuela en sí misma, por acoger a unos españoles tan indignos que a continuación blasfemaron del bipartidismo. El silencio diferencial obedece a que los analistas siempre tienen razón. Lástima que la historia caprichosa no atienda a razones.

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