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Tribuna

Residuos: responsabilidad individual y política

Vertido incontrolado. Lluís amengual

Vivimos en una sociedad que se pasa todo el día hablando de asuntos relacionados con el medio ambiente. La palabra sostenibilidad se ha convertido en una de las más utilizadas por políticos y empresarios. Las actuaciones tendentes a reducir las emisiones de CO2 figuran en todos los programas de las empresas, administraciones, organizaciones de toda condición y hasta restaurantes. Las energías renovables están presentes cada día en los medios de comunicación, en proyectos de nuevas empresas, en la Administración mediante planes, subvenciones y ayudas públicas. Y qué decir de la gestión sostenible del agua que figura en todos los programas electorales, en normativas de todos los rangos, en todos los planes municipales, autonómicos y estatales.

En materia de residuos tampoco estamos necesitados de frases llamativas y eslóganes rimbombantes. Economía circular, las 4 R, convertir residuos en recursos, planes de prevención de residuos, responsabilidad ampliada del productor... Ciertamente, la sociedad avanzada ha ido constatando que no podía seguir por la misma senda del consumo desaforado e ineficiente de los recursos naturales. No solamente porque ello nos lleva a graves impactos ambientales y a costes crecientes de los recursos y los productos generados en nuestra actividad, sino porque también es una cuestión de elegancia intelectual. Si podemos hacer algo bien hecho estéticamente, funcionalmente, eficientemente, tenemos la obligación intelectual de hacerlo. De buscar y aplicar las mejores técnicas disponibles para los procesos y de investigar nuevas técnicas y aplicaciones que mejoren el estado actual de todas las cosas.

La UE ha desarrollado diversas directivas que afectan a los residuos. Dichas directivas se transponen al ordenamiento jurídico de cada país. Lo mismo podría decirse de muchos otros países no comunitarios como EE.UU., Canadá, Australia...

Esas normas, además de las que las complementan a nivel local, constituyen parte del ordenamiento jurídico y son de obligado cumplimiento para toda la ciudadanía. Podremos discutir la validez, acierto y aplicabilidad de cada una de ellas pero no podemos argumentar que no existen normas que regulen la gestión de los residuos en general. Sin embargo, a pesar de todo lo anterior y de los medios puestos a disposición para el adecuado cumplimiento que no vamos a entrar a valorar en este artículo, falta lo más importante. Falta que todos nos impliquemos en ello. Porque basta con darse un paseo por nuestra ciudad y su periferia para darse cuenta de lo mucho que nos queda por recorrer.

Los laterales de las calles no céntricas o de los entornos periurbanos son verdaderos estercoleros, repletos de papeles, envases y residuos de todo tipo que permanecen allí desde tiempos inmemoriales. Los polígonos industriales tienen todos sus solares sin edificar y viales afectados por vertidos de residuos. Los contenedores están permanentemente sobrepasados, rodeados de residuos de todo tipo y condición. Los residuos de la construcción aparecen por doquier en cunetas, solares y fincas periurbanas. Lo mismo puede decirse de los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos. Cada camino o carretera secundaria presenta escenas similares: áreas convertidas en pequeños o no tan pequeños vertederos en los que se acumulan residuos desde hace años.

Hasta el mar llegan también vertidos; en las ensenadas cercanas que permiten acceso rodado podemos encontrar desperdicios dejados intencionadamente por su poseedor y no digamos en el agua y fondos marinos.

Todas las actuaciones necesarias para que se den las escenas descritas, parten de personas que se burlan del sistema que hemos creado entre todos, se supone que para vivir mejor. Anteponen su comodidad o su criterio o simplemente su necedad a todo y a todos en un alarde de egoísmo y falta de respeto.

Y esto no se arregla aprobando nuevas leyes y normas que con tanta facilidad se suceden sin dar casi tiempo a aprenderlas. Es cuestión de asumir la responsabilidad individual que tenemos todos y cada uno de nosotros, frente a nosotros mismos y frente a los demás.

Y si ello no es suficiente, como parece obvio que así es, hay que actuar para que esta situación se revierta. Y ello pasa en primer lugar por admitir por parte de las personas que voluntariamente han aceptado la responsabilidad de gestionar nuestras administraciones, que existe esta situación, que es muy negativa para todos y, en consecuencia, hay que actuar de verdad. Para ello, para empezar nada de nuevos estudios o, peor aún, crear una comisión para desarrollar un nuevo modelo...No. Basta con empezar aplicando la normativa local, autonómica y nacional vigente, incluyendo la inspección y sanción correspondiente. Como ocurre en otros ámbitos de nuestra vida.

Eso debemos exigir para el medio ambiente en general y los residuos en particular: asumir la existencia del problema y su importancia, y actuar decididamente, apoyándose en los medios y normas existentes, que son muchos si realmente se quiere hacer uso de ellos y darle la vuelta a la situación.

*Ingeniero Industrial

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