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Con otra cara

Burkini ¿sí o no?

Estos días se ha abierto un nuevo debate sobre la vestimenta de las mujeres musulmanas en occidente. ¿Debemos permitir el uso del burkini en nuestras playas, el velo en nuestras escuelas o el burka en nuestras calles? Antes de defender la libertad prohibiendo habría que pensarlo dos veces

Una instructora musulmana de natación vistiendo un burkini.

Lo del burkini me tiene inquieta, quizá porque no tengo claro qué posición adoptaría yo si tuviera que decidir sobre permitir o no su uso. Leía el otro día la defensa de una mujer con él puesto en la playa asegurando que nadie la presiona y que «lo llevo porque soy libre y quiero». Desde nuestra perspectiva occidental hay mucho que discutir a esa libertad de la que presume esta mujer. ¿Realmente puede elegir? ¿Se podría permitir usar un bikini si quisiera? ¿Si yo voy a su país puedo hacer toples apelando a mi libertad? Evidentemente no, pero, si me paro a pensar, aquí tampoco lo hago. Una vez me bañé desnuda en la playa y no he vuelto a hacerlo pese a que me encantó, pero no es cuestión de escandalizar a los vecinos ni de desparramar los kilos que he puesto este verano sin la contención del bañador.

Aunque nadie me vaya a meter en la cárcel (o sí, si no es una playa nudista), la moda, los convencionalismos y el propio pudor condicionan mi elección. Igual, supongo, que a esa musulmana con su burkini. ¿Debemos entonces permitir su uso en nuestras playas, el velo en nuestras escuelas o el burka en nuestras calles? O a lo mejor el velo sí pero el burka no, o el burkini no pero un bañador con mangas largas sí... ¿Donde ponemos el límite y por qué? Podemos prohibir los signos religiosos en lugares públicos ya que somos un país aconfesional. ¿Impedimos también a las monjas y a los curas salir a la calle? Si es cuestión de seguridad, podemos exigir que a todo el mundo se le vea la cara pero no podemos impedir llevar una túnica amplia como las que lleva mi madre desde que puso más kilos de la cuenta.

Desde luego debemos prohibir todo lo que signifique un atentado a la dignidad y a la libertad de las mujeres, pero ¿sería yo más libre si me fuera a vivir con una tribu en el Amazonas y me obligaran a vestirme como sus mujeres apelando a que me cubro los pechos porque en mi cultura no me dejan llevarlos al aire?

No sé. Maldita la gracia que me hace ver a mujeres en pleno agosto totalmente tapadas junto a sus hombres en manga corta y bermudas, o que me miren como a una prostituta por llevar escote y minifalda, pero antes de defender la libertad prohibiendo habría que pensarlo dos veces.

La educación, el respeto y el progreso social son las únicas armas que pueden garantizarnos una elección libre. Y puede que ni eso.

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